La invención de Hugo

Avance al pasado

La invención de Hugo (Hugo, 2011) es la adaptación del libro homónimo de Brian Selznick. Cuenta la historia de Hugo, un huérfano que vive en la estación parisina de Montparnasse y que trata de arreglar un autómata que esconde un gran misterio. Scorsese compró los derechos del libro en 2007 y encargó a John Logan (con quien ya trabajó en El aviador) la escritura del guión. Es la primera película para todos los públicos que realiza el director, un cuento sobre la infancia del mismo Scorsese que nos mostró las cloacas en Malas calles (1973) y Taxi Driver (1976). Hugo es un hito sin precedentes en su filmografía, también, porque es la primera incursión en el rodaje 3D del neoyorquino. Una técnica de resurgimientos periódicos que desde Avatar (James Cameron, 2009) ha supuesto una máquina de hacer dinero para la industria, independientemente del dudoso uso o valor estético de las mayoría de producciones estereoscópicas.

Scorsese es el primer director que realmente saca partido al 3D, con permiso de Wim Wenders y Werner Herzog. Explota todos los recursos formales a su disposición, creando composiciones y secuencias espectaculares pero, sobre todo, alejadas de los movimientos impostados a los que nos tienen acostumbrados otras incursiones en esta técnica. No es necesario lanzar objetos a la pantalla, tampoco precipitar a personajes con caídas imposibles y tampoco hay planos que intenten asombrar al espectador con “sorpresas” tridimensionales. En Hugo lo que hay es una fotografía estereoscópica muy estudiada, a cargo de Robert Richardson y su estereógrafo Demetri Portelli, y, lo más importante de todo, un avance en el lenguaje audiovisual del cine fruto de una técnica de rodaje en 3D, por fín, innovadora.

En la primera secuencia, la cámara, entre la nieve del cielo de París, baja progresivamente acercándose a Montparnasse, avanza por el andén dejando atrás a una multitud de pasajeros y dentro del gran salón se detiene en el número 4 del reloj de la estación donde descubrimos los ojos de Hugo Cabret. Un largo plano secuencia que funciona como declaración de intenciones del film y de lo que es una muestra de fuerza y poderío del cine digital. Hugo es un camino digital que avanza hasta principios de siglo XX para reencontrarse con George Méliès y su cine. Este particular “avance al pasado” es la gran cualidad del film, la gran proeza que consigue Martin Scorsese.

Toda la película funciona como un viaje didáctico a las entrañas del cine, a sus orígenes. Scorsese nos presenta a Hugo Cabret (interpretado por Asa Butterfield) y a su compañera de correrías Isabelle (Chloë Grace), quienes emprenderán la aventura de descubrir el cine. En su recorrido, referencias al cine mudo que van desde el visionado de El hombre mosca (1923), a la interpretación corporal del inspector de la estación interpretado por Sacha Baron Cohen, que recuerda a Buster Keaton. Especialmente reseñable el visual repaso histórico de los inicios del cine que compone Scorsese, a raíz de un libro que leen los jóvenes protagonistas, y por el cual descubrirán que el padrino de Isabelle, Papá Georges (Ben Kingsley), no es otro que Georges Méliès uno de los más prolíficos y vanguardistas directores de cine de principios de siglo y que en el film se encuentra ya retirado intentando olvidar su aventura cinematográfica.

Esta incursión en los orígenes del cine, con multitud de referencias y guiños a otros films, es curiosamente contemporánea a otra película de similares intenciones: The Artist (Michel Hazanavicius, 2011). Ambas historias son particulares cartas de amor al séptimo arte por parte de sus directores, pero la forma y el soporte de estas “cartas” difiere totalmente, lo que produce distintos resultados. El multipremiado film francés, se acerca a los años 30 de Hollywood, pero lo hace en blanco y negro y mudo (aunque con algunas licencias eclécticas). Este formato era un riesgo desde el punto de vista comercial (que salió sorprendentemente bien) pero una apuesta segura desde el punto de vista formal, debido a que referencia y homenajea un tipo de cine intentando imitarlo y aproximarse a él. La grandeza de Hugo, y el motivo por el cual Scorsese supera con creces a Hazanavicius, es que su mirada hacia el cine francés de principios de siglo, no la proyecta desde un molde similar y equiparable, sino desde el extremo más alejado. Méliès escribe en blanco y negro a 16 fotogramas por segundo y Scorsese le responde en 3D a 24 fotogramas.

Por tanto, la correspondencia entre Scorsese y Méliès se produce, por un lado, por las continuas reivindicaciones de la figura del director francés y, por otro lado, porque Scorsese se aproxima a los orígenes del cine indagando en el nuevo cine digital, de la misma forma que haría Méliès. El director francés buscaba el artificio, evolucionar, nuevas técnicas y efectos especiales, realizando películas históricas como Viaje a la luna (Le Voyage dans la lune, 1902). 109 años después Scorsese se acerca a esta película y a Méliès, explorando el cine en tres dimensiones, buscando la evolución del lenguaje audiovisual, reivindicando el artificio. Avanzado hacia el pasado.

[youtube http://www.youtube.com/watch?v=7JDaOOw0MEE]

 

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