Infiltrados en clase

Vuelta al cole

Uno de los mayores aciertos del guión de Infiltrados en clase (co-escrito por el propio Jonah Hill, protagonista del film) es el de alejarse de la serie de los ochenta en la que basa la película (21 Jump Street, aquí llamada Jóvenes Policías), absorbiendo tan solo el esqueleto del material original para lograr así funcionar con una generación youtube totalmente distinta a la que vio la serie en su día, pero sobre todo para integrarse decididamente en la llamada Nueva Comedia Americana, buscando claves como la inmadurez y el eterno regreso a la infancia (en este caso adolescencia) de sus protagonistas, que, incapaces de encontrar su sitio en el mundo adulto, son obligados a volver como policías de incógnito al instituto. Y lo que aparentemente supone la misión de resolver un caso de tráfico de drogas, en el fondo les lleva a poder solucionar sus amplias insatisfacciones vitales.

Sus protagonistas fueron los estereotipos de un cine de institutos que ya no existe: el guaperas sin cerebro y el cerebrito marginado que tantas veces hemos visto en la pequeña y gran pantalla. Pasados los años, ambos coinciden en las pruebas de acceso a la policía. Tan distintos, pero ya tan iguales ante la adversidad, olvidan sus rencillas y descubren que se necesitan el uno al otro para suplir sus carencias y poder superar las pruebas físicas e intelectuales. Antaño enemigos acérrimos, unen sus fuerzas para salir adelante en el mundo que les rodea, pero no es suficiente, siguen siendo los polimorfos perversos de un cine de institutos al que están condenados a volver para corregir los errores del pasado. No están preparados para un mundo real mucho más complejo y peligroso que el de los pasillos de un instituto en el que olvidaron algo más que la mochila.

Entendiendo el instituto como base del crecimiento individual, del mismo modo también actúa como principal foco de complejos y desórdenes que continuarán en la edad adulta. Al encontrarse en su regreso los dos protagonistas fuera de lugar (el instituto ya no es lugar inhóspito que era antes, la multitud de tribus urbanas ha crecido en armonía, es más complicado establecer una clara tipología como otrora) descubrirán lo ridículos que fueron en su día, tratando de encajar donde entonces no pudieron y enfrentándose a sus mayores miedos: ya sea juntarse con los nerds a los que antes rechazaba o besar a la chica que nunca pudo invitar al baile de graduación. Unos miedos que al verse superados les harán por fin completar una educación obligatoria carente de estímulos y autoestima, consiguiendo tras ello ser capaces de resolver hasta el más difícil de los casos, incluido su futuro laboral.

Su cercanía en el tiempo y parecido con Los Otros Dos y The Green Hornet, ambas aparentes e inofensivas comedias de acción que en realidad cargan todas sus tintas contra los culpables de esta teledirigida crisis financiera que nos asola, hacen creer en un cine inconformista camuflado de cine comercial, emprendido por jóvenes que se rebelan como mejor saben, a través del humor que tan capaz es de unirnos a todos como una manifestación. Y aunque Infiltrados en clase nunca pretenda ir más allá en el plano político como las anteriores (de hecho, se echa en falta una dirección más certera que apunte a la diana en lugar de dejarse llevar por el mero divertimento), refleja que los tiempos están cambiando, que no somos tan distintos como nos quieren hacer creer, que quizás el guaperas necesita al cerebrito (y viceversa) para poder superar esta crisis. O al menos para luchar contra ella.

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