En una secuencia de Curb your enthusiasm, Larry David va a visitar a Jason Alexander, el actor que interpretaba a George Constanza en Seinfeld, para proponerle un nuevo proyecto. El tema de Seinfeld surge inevitable como en muchas de las conversaciones en la vida de este personaje, a veces como un lastre, otras para convertirle en motivo de todo tipo de elogios, pero siempre según le convenga al interpelado, cuya singular personalidad le permite equilibrar la balanza siempre a su favor, como un niño sesentón caprichoso o un burro de lo más tozudo. Alexander, como cualquiera que siguiese Seinfeld durante su longeva existencia televisiva, rememoraba a su personaje como el zoquete del grupo, ese gordo calvo, bajito y con gafas que se afanaba en proyectar sus complejos e inseguridades en todos los ámbitos y relaciones, tanto sociales como sentimentales. Una auténtica caricatura de la que afloraban a cada momento las más delirantes teorías sobre el comportamiento del ser humano en sociedad. Para Jerry Seinfeld, una terrible voz en su conciencia, para los espectadores, un elemento esencial en esa excepcional sitcom que no trataba de “nada”.
Pero esta es una apreciación que Larry David no comparte en absoluto. ¿Quién entraría al piso de su ex novia para borrarle los mensajes del contestador automático?, preguntaba Jason Alexander. ¡Yo, yo lo hice!, respondía indignado David. ¿Pero cuánto hay de George Constanza en Larry David? ¿Y al revés? Quizás no sea esta la pregunta adecuada, teniendo en cuenta que tanto el Larry de Curb your enthusiasm, como el George de Seinfeld son personajes ficticios en universos artificiales, construidos ambos por la mente de la misma persona, pero en ningún caso como reflejo de ella misma, al menos en su totalidad. Esos lugares son las proyecciones de lo que Larry David piensa y no dice, la representación artificial de algunos tabúes sociales que son como barreras que los seres humanos se imponen por mesura, compromiso o bienestar conyugal. Así le respondía el creador de Seinfeld a uno de sus mayores fans, Ricky Gervais, en una excelente conversación cuyo registro quedó plasmado en el documental Ricky Gervais meets Larry David. El Larry que vemos en Curb your enthusiasm no es el Larry David auténtico, como tampoco hace honor a la verdad esa vida de multimillonario aburrido que lleva el personaje principal. La metodología según le contaba a Gervais, consistía en vivir situaciones cotidianas e imaginar cómo reaccionaría George Constanza ante ellas, callar y escribir.
Los episodios de la serie tienen una estructura similar a la de su antecesora, solo que en ella Larry David pasa de productor guionista a estrella absoluta y piedra angular. Las nimiedades que conforman los diferentes episodios socialmente comprometidos que parecen un imán para este señor calvo y con gafas (le faltó ser bajito y gordo) son anécdotas y pensamientos del propio Larry David, solo que en la serie les añade la frase que pensó en su momento, pero no se atrevió a decir. El experimento actúa como terapia de choque para dar rienda suelta a la inacabable imaginación de un alter ego catódico al que le perjudica realmente no estar trabajando, y sino que se lo digan a su mujer.
¿En qué consisten estos (des)encuentros de Larry con muchos de los convencionalismos que rigen nuestro devenir en la sociedad moderna? En una cena con una pareja de amigos (de la que Larry se había quejado anteriormente por su tendencia a evitar el momento de pagar la cuenta), el marido accede a invitar a Larry y a su mujer a la cena. Como mandan los cánones, tanto él como su mujer agradecen al hombre el gesto, pero la mujer se siente excluida de un agradecimiento que también cree merecer. La mujer de Larry le da las gracias. El Larry auténtico también se las habría dado, pero el Larry de Curb your enthusiasm se pregunta por qué habría de darle las gracias por pagar la cena a la mujer si ella no trabaja y es el marido el que trae el dinero a casa. Técnicamente es él y no ella la que paga. Ahí se plantea la disyuntiva para alguien al que no le interesa aquello de “quedar bien”. ¿Qué ocurrió luego? Seguramente alguna otro percance que acabará confluyendo con el del restaurante, como ocurre en un universo cíclico como es el de Larry David.
La serie surge de la realización de un especial para la HBO, intercalando una trama ficticia sobre la vuelta de David a su etapa de monologuista con testimonios reales sobre el personaje y su legado. En este episodio piloto se sientan las bases de lo que será el desarrollo de la serie, si bien el factor de falso documental que envuelve la vuelta al ruedo a la stand up comedy (la conciencia de los personajes de estar siendo continuamente grabados por documentalistas como ocurre en The Office) desaparece en el inicio de las andaduras cotidianas de Larry, comenzamos a apreciar un factor diferenciador con respecto a Seinfeld: la improvisación.
Las nimiedades a las que nos referíamos anteriormente son parte del esqueleto de cada episodio, esas que como por arte de magia se encontraban siempre al final de los episodios de Seinfeld, con la precisión que se atribuye a un orfebre de la comedia, dejándonos con la cara de felicidad tonta y la sensación de no saber cómo es posible que la misma fórmula pueda funcionar durante tanto tiempo. ¿Y qué ocurre entre una anécdota y otra? Nada que esté guionizado. Se propone un punto de partida y una resolución, el desarrollo queda a merced de la capacidad de improvisación del reparto comandado por Larry David (que no es baladí). La espontaneidad se aprecia en cada diálogo y reflexión absurda, que nos retrotrae inevitablemente a las diatribas que tenían lugar en el café de Seinfeld.
Algunos le han calificado como el Woody Allen de la televisión (parece que tiene que haber un Woody Allen de todo), y no en vano el neoyorquino le eligió para encarnar a su enésimo alter-ego en Whatever works (Si la cosa funciona, 2008). Hace ya más de veinte años que comenzó a emitirse Seinfeld, y su legado aún está vigente, pero es que Larry David se las ha arreglado para que George Constanza, o qué demonios, él mismo, prevalezcan en el imaginario televisivo durante todo este tiempo. ¿Hasta cuándo? Pues quién sabe. Los mandamases de la HBO están contentos con la audiencia de la serie y no dudan en ofrecer continuas renovaciones a su creador. Este suele hacerse de rogar, pero siempre acaba cediendo para beneficio de los espectadores porque, admitámoslo, Curb your enthusiasm es una serie excelente, o como diría el propio Larry, está bastante bien.
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Vuelve al ESPECIAL: NUEVA COMEDIA
Gran serie. Quizá se me queda un pelín por debajo de Seinfeld por el factor nostalgia o quizá porque prefiero Nueva York a L.A. pero sin duda es la mejor comedia parida en la pasada y presente década.