Crematorio

“Nada permanece, todo se desvanece (…) 

Siempre es cuestión de tiempo llegar al precipicio,  

yo bajando a los infiernos, y tu cruzando el paraíso”

Cruzando el paraíso, Loquillo

Escribir un artículo sobre Crematorio (Jorge Sánchez-Cabezudo, 2011) dos días después del fallecimiento del actor que encabezaba el plantel actoral de la serie, José Sancho, mejor conocido como Pepe Sancho, puede resultar demasiado obvio, incluso oportunista, o verse quizás como una forma de rendir tributo a su figura. Lo que está claro es que cualquier análisis de la serie queda sucinto a su nombre, aun cuando este artículo hubiera sido escrito en 2011, cuando se estrenó (y finalizó, tras la emisión de sus ocho episodios) la única temporada de la serie con la que Canal+ España se iniciaba en la producción propia. Por tanto, este artículo, largamente pensado y postergado, no pretende ser un repaso a la vida y obra del intérprete, sino recuperar para la causa una serie extraordinaria comandada por un actor que no lo fue menos, al que nosotros, por mucho que nos insistiera en lo contrario, trataremos de usted.

Cuando Jorge Sánchez-Cabezudo decidió adaptar la novela de Rafael Chirbes para televisión, no sospecharía que acabaría por brindar al mismo país cuya podredumbre destapaba la novela (y que ahora exhiben los telediarios) su carta de presentación en cuanto a muestra audiovisual apta para competir con un producto de la mismísima HBO, la nata de las sagas televisivas del otro lado del charco. Durante años, el panorama internacional había sabido (y sigue sabiendo) enfrentarse y llegar a rivalizar con el vecino norteamericano ofreciendo obras de una calidad altísima. La BBC, con casi cualquiera de sus piezas televisivas, desde Yo, Claudio (1976), pasando por State of Play (2003), la quasi-indescriptible Doctor Who (1963; 2005) hasta casos más próximos en el tiempo como pueden ser Luther o Sherlock (ambas de 2010); Alemania y su Heimat (1984), descrita por quienes han tenido la oportunidad de visionarla como una The Wire cuando ésta aún no existía, sobre el pasado alemán nazi visto a través del microcosmos de un pequeño pueblo de Renania; y hasta proveniente de los gélidos parajes noruegos, Forbrydelsen (2007), la última sensación de, precisamente, la BBC, que ha emitido (y aún lo hace) sus tres temporadas completas en versión original y con subtítulos en inglés convirtiéndola en un éxito sin precedentes para una serie de habla no inglesa en el país de la lengua de Shakespeare. A lo que íbamos: con Crematorio, Sánchez-Cabezudo regaló a España un estandarte que nos abanderara con la que es sin lugar a dudas la mejor serie española de todos los tiempos, nuestra particular escopeta nacional.

La conversación que abre la serie es ya una muestra de lo alejada que se sitúa esta de cualquier cosa que hayamos visto antes en la televisión española. Rubén Bertomeu, el personaje de Pepe Sancho, discute sentado a una mesa con su socio sobre cómo el dinero está perdiendo su poder y cómo los ricos ya no lo son tanto. En tres minutos se muestran las credenciales de la serie: poder, ambición, corrupción, la especulación con el ladrillo, son los temas sobre los que orbita, y con ella nuestro país. Alguien podía haber pensado que la respuesta nacional a la HBO pasaría por rodar una serie con cuantas más pistolas y tiros mejor. Sin embargo, Sánchez-Cabezudo, con la novela como material de partida, nos hace ver que si en USA tienen la figura del gangster, aquí sólo tenemos la del corrupto, que es más de sobres que de pistolas.

Al contrario que ocurre con cualquier otra serie nacional, Crematorio no tiene un personaje que sobre. Todos ellos están además portentosamente construidos, la unidimensionalidad no va con ellos. Por citar dos ejemplos de personajes secundarios, Vicente Romero, que con cuatro líneas mal contadas te deja ya entrever que su Sarcós tiene más enjundia que muchos protagonistas de otras series, y Aura Garrido, que interpreta a Miriam, la nieta de Rubén, en las antípodas de un personaje adolescente de ficción española. Y ya si hablamos del núcleo de la serie, y por méritos propios, hay que citar a Alicia Borrachero, hija del personaje de Pepe Sancho, una suerte de Michael Corleone del siglo XXI y en mujer. La hostia en verso, si se me permite la zafia expresión. De hecho, en opinión de quien firma esto, la actriz es quien cuenta con (y quien realiza, a la par con Pepe Sancho) el mejor papel de toda la serie.

En cuanto a Pepe Sancho. Qué decir. Actorazo reconocido y multipremiado, con años de cine, televisión y teatro a sus espaldas. El estudiante para los que llegaron antes, el perverso pero entrañable Don Pablo para los que vinimos más tarde. Cuando veo The Wire o Los Soprano siempre me pregunto si esos actores sabrán que no van a hacer nada mejor en sus carreras profesionales. Lo mismo me pasó cuando vi a Rubén Bertomeu. Pepe Sancho en la cumbre de su talento interpretativo, con un personaje a medida, un regalo, que se diría, para cualquier actor. Diálogos bien escritos y mejor recitados, el peso de la serie sobre sus espaldas, una oportunidad para lucirse como (creo) pocas veces antes la había tenido. Su triste fallecimiento ha certificado ahora la sospecha de que sería difícil que hiciese algo más grande que Crematorio. La última vez que vimos a Rubén Bertomeu, que también encontró la muerte, a manos, precisamente, de lo que intentaba destruir, fue bajando a los infiernos. Pepe Sancho, por su parte, estará cruzando el paraíso.

Durante la extensión de esta pieza nos hemos referido a Crematorio como la mejor serie nacional, si bien su reducida duración y su circunscripción a una sola temporada le avalarían el calificativo de miniserie. Lo cierto es que sus tramas tenían vocación de permanencia terminada una hipotética primera temporada (opuesta al concepto de única temporada), pero los guionistas prefirieron cerrar la serie donde lo hace la novela en vez de seguir hilando nuevas tramas sin unos cimientos sobre los que armarlas. Es loable el querer acabar con la cabeza bien alta (altísima), aunque quizás perdieron el salto para crear una auténtica saga televisiva que nos hubiera dado muchísimas alegrías. El cierre, con resonancias a la primera parte de El Padrino, avalaba esta teoría.

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