Cuando se estrenó La comunidad del anillo en 2001, la fantasía épica (así definía Tolkien ya sus escritos) se encontraba un tanto huérfana en el panorama cinematográfico. No había referentes auténticos en los que basarse, al margen de producciones para toda la familia de fantasía más pura. Faltaba la épica, que fue lo que vino a traer Peter Jackson con su primera entrega de la Tierra Media. El contexto en que se ha estrenado El hobbit es uno bien diferente, no ya por contar con sus aclamadas predecesoras como base sino porque existe una serie de televisión que ha llegado a rivalizar con la saga que dio pie al relato épico de aventuras fantásticas en el cinematógrafo, y que le debe tanto a ella como otras le deberán en un futuro a esta.
Se ha hablado mucho de que la serie basada en los libros de George R.R. Martin es superior a la trilogía de los anillos, por aquello de que los personajes no se limitan a ser buenos o malos, cada uno tiene sus motivaciones, sus bondades y maldades, y actúan de acuerdo a sus intereses. Eso mismo podría aplicarse al personaje de Boromir en la cinta que abría la batalla por la Tierra Media. Por tanto dicha aseveración queda un tanto coja. Lo que sí es cierto es que la serie de la HBO es una mucho más sexual, más visceral, más inmoral, que la cruzada por destruir el Anillo Único de Frodo y compañía. Algo que no es mejor ni peor, simplemente distinto.
Pongámonos en situación. Localización, la puerta negra de Mordor, antes de la batalla que decidirá el destino de los pueblos libres de la Tierra Media. Aragorn, montado a caballo, desfila frente a su ejército y arenga a las tropas con un discurso sobre la libertad, los lazos de comunidad, escudos rotos y miedo en los ojos. Culmina instando a los soldados a que defiendan la tierra que aman, recordándoles que son hombres del oeste. Estos desenvainan sus espadas y se preparan para acometer la embestida de orcos. En ese momento, Gandalf le golpea por detrás con su vara, arrojándole inconsciente al suelo. “Creí que nunca se callaría”, proclama. Acuerdan una paz con Sauron y se retiran a sus hogares para morir otro día. La poca probabilidad de este escenario en la saga de elfos y orcos desaparece para dar paso a una más que segura en la de los siete reinos. De hecho, si sustituimos a Aragorn por Theon Greyjoy y a las tropas de Gondor y Rohan por los hombres de este, tenemos una escena de Juego de tronos.
La imaginación nos permite seguir disgregando el imaginario de Tolkien para acercarlo a los términos en que se mueve el de Martin. El pueblo de Gondor sublevándose ante Denethor por una gestión desastrosa del reino; Gimli aliviándose con alguna meretriz en un descanso en Rohan; Frodo no sobreviviendo a sus heridas del enfrentamiento con el troll y muriendo al principio del primer film, dejando a Sam como capaz portador del anillo; una escena con un sargento orco hablando de la futilidad de la guerra con su lugarteniente; o Arwen manchando la cama y preparada para entregarse a Aragorn (siendo los elfos inmortales, es factible que ellas no florezcan hasta bien avanzada la veintena, como mínimo).
Bromas y gracias aparte, Juego de tronos es a El señor de los anillos lo que Battlestar Galactica es a La guerra de las galaxias. Las cuatro propuestas hablan en términos fantásticos o de ciencia-ficción sobre temas universales como el sacrificio, el honor, el destino o la venganza. Ambas trilogías cinematográficas proponen una visión más idealizada y honorable de estos temas, los protagonistas van a recorrer el camino del héroe por el bien de la Tierra Media en una y de la galaxia en la otra. Sin embargo, en las dos series televisivas el tratamiento es mucho menos magnánimo, el filtro más tiznado, mezquino y hasta obsceno. Las referencias sexuales en ambas son constantes, cosa impensable para Luke, Han, Leia, Aragorn, Gandalf, Frodo y compañía. Al igual que la supervivencia de los primeros está mucho más en entredicho que la de los segundos.
En un ejercicio de metacine, podríamos enfocar la cara de Theon Greyjoy justo cuando recibe el golpe que le dejará inconsciente, y que significará la rendición de sus tropas entregándole para salvar su pellejo, y verle, antes de caer desplomado, romper la cuarta pared pronunciando aquello que George Lazenby, el segundo 007, exclamó una vez: “¡Esto nunca le pasó al otro tipo!”.
Tengo que diferir con la opinión que aquí vertéis. Creo que el trasfondo filosófico de la obra de Tolkien es mucho mas profundo que la obra de RRMartin. No puedo hablar de las obras literarias, ya que los libros de RRMartin no los he leído, ni planeo hacerlos. Pero respecto a la película y la serie, creo que la primera entretiene y tiene mucho trasfondo mientras que la segunda se queda en lo primero simplemente. Me cuesta encontrar la profundidad en Juego de Tronos, al menos la misma que en otras series de la HBO, famosa no solo por entretener sino también por dar una particular visión de la psicología humana. En esto creo que Game of Thrones va mas corta, y por supuesto se queda pequeña respecto a LOTR.
Gracias por comentar, eso lo primero. Dicho esto, en ningún momento se dice nada de lo que tú sí comentas. No hay nada que diga que el trasfondo de una es superior al de la otra, al contrario casi. Sólo se habla de que una es más sexual y visceral, punto.
A nivel personal no estoy de acuerdo con lo que dices de que ‘Juego de tronos’ no tenga trasfondo, creo que te equivocas, pero, de nuevo, el artículo no va por los derroteros que comentas.
Mas que no tenga trasfondo, tiene un trasfondo menos profundo. Es más un producto de entretenimiento de una exquisita factura que una obra profunda, de autor, con profundos simbolismos como si creo que es LOTR u otras series de HBO como Los Soprano o Six feet under.
De acuerdo en que quizás el artículo no va por ahí, pero si pienso que era una cuestión a comentar.
Respecto al tema principal del artículo es imposible comentar algo al respecto. Es así. Game of Thrones es mucho más adulta y realista, estando inmersa en un mundo de fantasía. Yo creo que es un buen recurso para en cierto modo mostrar personajes mas humanos en entornos fantasiosos. LOTR creo que tiene personajes con personalidades “menos creíbles”, mas lejanas, aunque quizás evoquen valores que den que pensar mas que los de Juego de Tronos.