La Guerra Zombi no es un juego
El escritor norteamericano Max Brooks (sí, hijo de Mel) lanzó al mundo, hace ahora diez años, una tabla de salvación con su “Zombi: Guía de Supervivencia” (“The Zombie Survival Guide”, 2003). En ese concienzudo y riguroso manual, el autor ofrece todas las claves para prepararse, defenderse, atacar… en definitiva: sobrevivir a la invasión zombi. Años más tarde, volvió al género dejando constancia del origen, desarrollo y consecuencias de la “Guerra Mundial Z” (“World War Z”, 2008) en un original libro que avanzaba a golpe de entrevista/testimonio de los supervivientes de la ficticia guerra.
En una década plagada de películas de Zombis -la mitad de todas las películas del género se han hecho estos últimos diez años- era cuestión de tiempo que el best-seller de Brooks diera el salto a la gran pantalla. Los responsables de este tránsito han sido Brad Pitt -productor y protagonista- y Marc Foster -director-, y aunque el film arrase en taquilla, ha perdido por el camino la mayor parte de carga social, histórica y política del libro. Sin querer pedirle peras al olmo, resulta estimulante pensar que habría sido de esta historia si hubiera caído en manos de personas más arriesgadas y valientes: ¿reconstrucción mediante entrevistas?, ¿un falso documental?
En cualquier caso, el grupo de guionistas -entre los que se encuentra Damon Lindeof de Lost- optó por convertir la película en una suerte de biothriller que cuenta la historia del personaje de Brad Pitt y su familia, un ex-investigador de la ONU al que el apocalipsis zombi le sorprende llevando a las niñas al cole y debe recorrer el mundo en busca de una solución. De esta forma, el film transita ciertos lugares comunes con el libro, y basándose en esas historias, nos muestra el recorrido del protagonista por diversos lugares del globo: Estados Unidos, Corea, Israel… Compone un gran mapa que deja ver a través de un puñado de secuencias la dimensión mundial de la guerra. La independencia de cada capítulo o fase convierte Guerra Mundial Z en una sucesión de pantallas de videojuego. Se idea la trama como una continua escalada de tensión: cada nivel tendrá un escenario, una atmósfera, unos obstáculos y unos “monstruos” cada vez más difíciles de superar; si bien la sensación general es que la máquina está trucada y el “insert coin” es ilimitado.
Marc Foster, que ya demostró su gusto por la acción apabullante en 007: Quantum of Solace (2008), apuesta por un estilo narrativo condicionado por las características de los zombis. En esta historia, los no muertos, lejos de ser criaturas torpes y lentas se mueven con velocidad y hacen uso de una fuerzas y aptitudes físicas sobrehumanas. En hordas son imparables, como enjambres de hormigas furiosas capaces de destruir todo a su paso. Pese a la ferocidad y el horror que suscitan estos zombis está fuera de toda duda, el director opta por mover la cámara con la misma violencia en ciertas situaciones de tensión. Resultado: asusta mucho y se ve poco. En lugar de posicionarse con planificación, tomar distancia y dejar que los zombis “hagan su trabajo”; Foster resuelve con una actitud apresurada, con agitación exagerada de la cámara y con sucesiones de planos frenéticas. Si bien es cierto que en el último cuarto de película se produce una fractura formal que oxigena la historia y la salva de perderse en un torbellino de acción. En general, el estilo que aplica Marc Foster es habitual en el actual e impersonal Hollywood y se encuentra muy lejos de otras opciones mucho más inteligentes para tratar la temática zombi como la vista, por ejemplo, en The Walking Dead (AMC).
Con todo, incluidos los problemas de producción que hacían presagiar un posible naufragio comercial, Guerra Mundial Z consigue sobrevivir a sí misma y gracias a un par de decisiones de guión acertadas funciona como un reivindicable blockbuster con Brad Pitt al frente y zombis al fondo. Hasta que lleguen los zombis y se desate la nueva Guerra Mundial, Isabel II puede ir escribiendo el discurso y nosotros podremos seguir ojeando la “Guía de Supervivencia Zombi” de Max Brooks para estar preparados, que aunque Marc Foster se empeñe en lo contrario, la guerra zombi no es un (video)juego.