Mainstream mutante
Un profeta llamado Edward Davis Wood nos avisó allá por 1959 que los muertos vivientes iban a ser utilizados para dominar a la humanidad. Si bien mal-O-graron su objetivo por culpa de infinidad de fallos de raccord y lápidas de culto en Plan 9 From Outer Space, irían alternando tumbas cinematográficas hasta hallar un modo de llegar a todo tipo de masas y, por supuesto, cerebros (sin aliñar).
Fue en 1996 cuando Resident Evil de Capcom cambió, por una infección producida a modo de virus, gran parte del mundo de los videojuegos que llegaron después, y por extensión, los cánones contemporáneos de los zombis como propina tras decenas de millones de copias vendidas desde entonces. ¿Qué ser humano no tiene entre sus videojuegos alguna(s) de las partes de la saga Resident Evil? El hijo primogénito utilizó elementos de Alone in the dark, defenestrado cinematográficamente por obra y (des)gracia de Uwe Boll, como esa cámara fija y un punto de vista en tercera persona para desenterrar los horrores que el sello y subgénero ‘survival horror’ dejaron marcados para siempre con sus virales y letales dentadas. Era una obviedad que la adaptación para la gran pantalla era inevitable, y fue precisamente por obra de un francotirador (francotirado), que anteriormente había conseguido el fatality de la crítica y gran parte de la humanidad por su conformación del universo de Mortal Kombat (1995). El mismo año en el que Resident Evil Zero contaminaba las GameCubes de medio mundo, Paul W.S. Anderson y Milla Jovovich sentarían las bases fílmicas de una de las sagas más longevas y todavía con sufrible subsistencia gracias a un cóctel de ciencia ficción, terror, acción y, por supuesto, zombis…
Resident Evil (2002), conocida por algunos bastardos fans como ‘Resident Yonki’, se saltaba la normativa corporativa del mainstream al conformar un híbrido de precuela e historia argumental alternativa para revelar un nuevo universo. Aparte de no ser superada por ninguna de sus predecesoras, la película de Anderson catapultó a Jovovich como nueva diva del género de acción entre anuncios de cosméticos. Pese a sus mediocres críticas generales, su mérito fue no decepcionar a los fans del videojuego y sobrepasar con creces la media que proponían Super Mario Bros (Annabel Jankel y Rocky Morton, 1993), Street Fighter, la última batalla (Steven E. de Souza, 1994) e incluso Lara Croft: Tomb Raider (Simon West, 2001), únicamente recordada por la secuencia en la que Angelina Jolie y sus hermanas delanteras corren hacía los conmocionados espectadores, evocando a la mejor Pamela Anderson en Los vigilantes de la playa. Realmente las adaptaciones de videojuegos no habían inventado ningún lenguaje audiovisual nuevo, sino que mutaban en secuencias cinemáticas aquello que habían asimilando bajo el reclamo de sus sufridores fans. La diferencia de Resident Evil es que tanto Jovovich como su director declararon ser fieles de ese conjunto pixelizado y el amor puede confundir hasta al más violento de los muertos vivientes. Capcom tenía incluso en mente a George A. Romero, pero sus intenciones de asomarse al humor negro y explosionar cientos de referencias a la serie B no convencieron a los productores. La moda impuesta en aquel momento por Matrix (Andy Wachowski y Lana Wachowski, 1999) implicó esa mutación entre Reinas Rojas autoritarias (y para nada ‘rojas’) y una visión del corporativismo armado y peligroso con control total sobre la vida (y muerte) de los ciudadanos. Los infectados adictos a la carne humana conformaron un spin off de una parte cero como novedad, propuesta que la llevó a ser valorada como el mejor largometraje de actores de carne y hueso basado en un videojuego.
Resident Evil 2: Apocalipsis (2004), dirigida por Alexander Witt y con un libreto de Paul W.S. Anderson, ocupado ese mismo año en dar forma a Alien vs. Predator, se simplificaba en una nueva carta de presentación. Una introducción de un personaje generando por la adaptación cinematográfica (Alice, Milla Jovovich) frente a un clásico del videojuego original (Jill Valentine, Sienna Guillory) a golpe de moto, 859 disparos y una frase meta-‘friccional’ contundente como «¿Quién coño eres tú?». Millones de espectadores también gritaron al unísono frente a la gran pantalla: «¿Quién coño eres tú?». Adiós Resident Evil y bienvenidos a Resident Yonki, con un Raccon City repleto de concursantes de un reality de Telecirco con un look choni total en un inimaginable remake castizo de Corre, Lola, corre. Y luego, por supuesto, los muertos vivientes como nueva inteligencia superior. La dirección a ritmo de hit de Atari “Teenage Riot” frente a contrapuntos salvables, como la muerte de una periodista ¿sensacionalista? por unos zombificados niños en el aula de un colegio, dejaban claro que la saga Resident Evil iba a desdibujar las líneas del cliffhanger y el ‘WTF’ en sus desenlaces finales… para que aquellos que no habían gritado anteriormente vociferarán «¿Quién coño eres tú?». Efectivamente había comenzado el Apocalipsis pero Milla Jovovich nunca deja desvanecerse a su peinado y pose, que conste.
Resident Evil 3: Extinción (2007) de Russell Mulcahy, extinguía en cierta medida cualquier posibilidad de acomodarse a su universo pixelizado originario. El mainstream había mutado a la saga e incluso a los muertos vivientes en ese híbrido entre un pasajes desérticos y post-apocalípticos a lo Mad Max, combinado por la ingeniería gore heredada de las adaptaciones de videojuegos. Desde trampas mortales a lo Cube, reciclados y flasbacks de enganche, la tercera parte de Resident Evil demostró que valía todo aquello que pudiera ser metamorfoseado y transformado. Clones aparte, el esquema elemental romeriano —donde los personajes buscaban un oasis en un desierto de extinción y muerte— seguía siendo una firme guía. No faltaba helicóptero, zombis oxigenados y mutados para la ocasión e incluso homenajes sangrientos a Los pájaros. Alice ya había quedado solidificada como una entidad propia aunque los creadores hubieran germinado a todo un monstruo del que resultaba imposible deshacerse. Una lectura viral, clónica, atractiva y metacinematográfica junto al relevante dato que mostró el Festival de Cine de Terror de San Sebastián: las votaciones del público ‘daban el triunfo’ a la cinta protagonizada por Milla Jovovich frente a la menospreciada e infravalorada El diario de los muertos de George A. Romero. Para echarse… a temblar o volver a la tumba.
Resident Evil 4: Ultratumba (2010) únicamente resultaba de ‘ultratumba’ en su título. Paul W.S. Anderson nos da una lección a golpe de acción y recital: da lo mismo lo impactante que sea un cliffhanger para cerrar una película, su continuación puede y debe utilizar el mismo como explosiva introducción y mutar de nuevo hacia una nueva condición. Los delirios y clones de las pasadas entregas se entregaron a un re-reboot interno y sus designios de prerrogativa perpetua. Como si fuera a ser un vídeo-diario en 3D junto a una simbiosis de Naufrago (Robert Zemeckis, 2000) con el Virus T, Anderson pasaba página y se adentraba en nuevos destinos en la carta de rumbo y aterrizajes forzosos para epatar gracias al 3D. Desde un acoso por la vía de Amanecer de los muertos y una cámara lenta ‘trinitytiosa’ para deglutir la acción, en Resident Evil 4: Ultratumba se reinterpreta desde La cosa de Carpenter a Matrix de los Wachowski como satélites cenitales cada vez más alejados del planeta cinematográfico actual. Como un slasher sincronizado, la cuarta entrega demostraba que todo está abocado a que los protagonistas lleguen a un previsible final de fase que se antojaba eterno. «Insert coins o muere» parecía el nuevo lema de una película que superaba a sus dos antecesoras, pero que quedaba demasiado lejos de ese primer zarpazo de 2002 impuesto por el propio Anderson.
Con Resident Evil 5: Venganza (2012) Anderson y Jovovich habían cimentado su romance y matrimonio tanto dentro como fuera de la pantalla, y el nombre de su hija parece una declaración de intenciones autorales para su otro retoño: Ever Anderson. ¿Para siempre Paul W.S. Anderson? El virus cinematográfico de la saga marcó su penúltimo descenso con auto-declaración: la adaptación fílmica debía ser más videojuego que el propio videojuego que sirviera de base. En pocas sagas todo puede ser posible y aquí se llevó a cabo un reencuentro de todos los personajes que fueron desfilando desde 2002 en un gran parque temático virtual para que los espectadores danzaran por escenarios imaginarios: de Tokio a Nueva York, de Moscú… a Kamchatka… para llegar a ¿Mordor? ¿¡A Mordor!? Los muertos vivientes demostraron ser un simple mcguffin para que Matrix se encuentre por fin con Lord of the Rings en un popurrí gothic-pop. A nadie le extrañaría que en la sexta y última parte llegarán alienígenas conducidos por un resucitado Ed Wood para recordarnos que estamos ante el fallo de raccord más largo de la historia del cine.
¿Y qué contar de las mutaciones del propio videojuego dentro del universo animado? Desde esa curiosidad llamada Resident Evil 4D: Executer (2000) para disfrute de parques temáticos, allá por el año 2000 y dejarnos en un callejón cerrado como una mutada Dra. Cameron, hasta Resident Evil: Degeneración (2008) y Resident Evil: La maldición (2012). Makoto Kamiya plasmó el universo del popular videojuego como capítulos independientes en extendidas secuencias cinemáticas. Campcon, no obstante, no ha conseguido ofrecer la película de animación definitiva por culpa de diálogos flojos, personajes secundarios indolentes y una sensación constante de que todo funcionaria mejor como un videojuego online. En Resident Evil: Degeneración Claire Redfield y Leon S. Kennedy debían atravesar una ajustada trama multinacional y política con conspiraciones globales en tiempos de virus no digitalizados mayores, mientras que en Resident Evil: La maldición fue Leon aquel elegido para enfrentarse a terribles criaturas entre revoluciones, sabios, oligarcas y presidentas sacadas del Tekken. La secuela de ese universo paralelo y más afín a su virus originario establecía un interesante fondo sobre una desaprovechada forma. ¿Dónde se fue esa atmósfera malsana que convertía la obra en un survival horror y no un videojuego de acción? ¿Por qué aquello que nos debe causar terror se llama ABO y rima con NABO? ¿Por qué los Ingenieros en Prometheus no fueron tan malas-bestias como los villanos de final de juego y película? Las respuestas se quedaran obviamente por detrás de esa música que nos indica que estamos ante un Game Over, aunque como todo zombi sabemos que la supuesta muerte es un ritual de su renacimiento.
Me encanta la saga de Resident Evil, es extraordinaria, ya van 5 diferentes partes de la saga, mi favorita es Resident Evil 2: Apocalipsis, lo que me gusta más de la película es la actuación de Milla Jovovich, me parece una extraordinaria actriz, muy completa, logra interpretar sus papeles muy bien como vimos en El Quinto Elemento.