The Walking Dead

Más zombis, menos personas

El prólogo de los cómics de Robert Kirkman con los que empezó todo esto era un texto cargado de intenciones y, también, pretensiones. No son lo mismo: el guionista quería contar una interesante historia sobre personajes en una situación límite y sin esperanzas, pero también pretendía hacer un relato sobre zombis muy original y superior a los demás, para él demasiado simples. Diez años después de aquella introducción, con 112 números publicados y la cuarta temporada de la serie de televisión en pleno rodaje, no sabemos si The Walking Dead es tan novedosa e inteligente o sólo ha llegado en el momento conveniente en esta rueda de modas que es la industria cultural.

Kirkman carece del talento de los grandes del cómic, gente como Alan Moore o Frank Miller que hacen del medio algo diferente y único, y cuentan historias a través de imágenes, personajes y conceptos, y también le falta una visión realmente profunda del ser humano maldito y podrido que intenta retratar. Pero sabe usarlo para entretener, y cuenta con un buen hacer narrativo a la altura de escritores como el padre del otro juguete de moda de la televisión, George R.R. Martin, y Stephen King: los tres están fascinados por el comportamiento humano en sus momentos más bajos y enganchan al lector a base de cliffhangers y giros de guión, y la razón de por qué precisamente estos tres locos psicópatas son los creadores que están en el ojo del huracán de los relatos actuales daría para un buen estudio.

Precisamente a King está bastante ligado uno de los responsables de la serie, Frank Darabont, encargado de la primera temporada, lo que le daba al proyecto mucho interés: si la serie de AMC conseguía algo parecido al retrato de los habitantes de Bridgton en La niebla (2007), iba a conseguir en la pequeña pantalla lo que Kirkman perseguía (y, en algunas ocasiones, conseguía) en su novela gráfica. Darabont fue reemplazado en la 2ª temporada por cuestiones de presupuesto (problemas de solvencia sacudían a una AMC que no podía comer del prestigio que le otorgaban Mad Men y Breaking Bad), aunque ya había fijado un estilo y un ritmo, nada excepcional pero no carente de interés y respeto al espectador. Este, sin embargo, quería más acción y más zombis, según los comentarios que surgieron en la red.

El gran público no se caracteriza por su paciencia, pero tras dos temporadas algo revueltas, The Walking Dead encontró su sitio y su esencia, y se estableció para una tercera temporada que ha dado muchas alegrías a la cadena. Una mezcla de acción y conflictos entre personajes (algo más planos de lo que cabía esperar), hace parecer que sea “la nueva Lost”, también por alcance y fandom, que llevan buscando otras cadenas desesperadamente desde hace unos años.

Como suele ocurrir, los zombis son un divertido espectáculo añadido, imprescindible pero solo superficialmente, para los objetivos de los guionistas. Ya lo decía Kirkman hace una década. Esto se cumple en la serie en menor medida que en los cómics: en estos, la etapa en la que el protagonista Rick y su grupo de supervivientes se resguardan en una cárcel abandonada, se convirtió en una larga y precisa introspección de unos personajes desesperados y perdidos, aterrorizados hasta el límite de la locura. Pocos zombis hicieron falta durante un buen puñado de números: Kirkman estaba dando lo mejor de sí, lo que había prometido. Había un Woodbury y un Gobernador, pero su cometido era finalmente explotar la situación cuando ya se había agotado. La serie fue por otros derroteros, menos introspectivos. Al fin y al cabo, es televisión.

Pero no hay que menospreciar el fenómeno detrás de una serie de género (y qué género), nacida de un culto minoritario y en una cadena de cable en ciernes, que ha resultado un éxito de audiencia. El secreto son los personajes de Kirkman: todos piden más zombis, pero a la gente, lo que le interesa realmente, es ese Rick Grimes, el héroe llevado a los infiernos, deshumanizado, enloquecido, desesperado y moralmente desarticulado. La cuestión es que no queda del hombre nada que los zombis puedan devorar.

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