En lo profundo del bosque
Arraianos (Eloy Enciso, 2012) es una obra fronteriza desde lo elemental de la propuesta, situada en un pueblo gallego junto a la frontera de España y Portugal, hasta los mecanismos de su puesta en escena, planteada a partir del choque entre el documental y la ficción, a la que poco han tardado en calificar deudora de la obra de Jean-Marie Straub y Danièle Huillet. Ya en la primera secuencia, el documentalista Eloy Enciso enfrenta ambos procedimientos, el teatro y la observación de la naturaleza, con la intención de extraer un sentido y universo propio, minimalista, anclado a ese lugar y fruto de dicho encuentro imposible de formas. Acertadamente, en lugar de continuar el debate sobre los límites de la ficción, nada más lejos, al cruzar un diálogo puramente teatral -interpretado por dos actrices no profesionales- en un paraje más propio del documental, filmado con sonido directo, logra un efecto auténtico que nace del choque de ambos, creando una atmósfera -esta es la palabra clave- que nos propone adentrarnos en una fascinante fantasía rural.
Libremente inspirada en la obra O bosque, del dramaturgo Jenaro Marinhas del Valle, la imposibilidad que genera el misterio de sus diálogos enmarcados junto a la cotidianidad del trabajo y las faenas de la ganadería o el campo, permiten una manera de entender su arraigo y el visionado no ya desde el retrato social, sino como elemento cultural proclive a lo fantástico, reflejado en las canciones populares que entonan en el bar, el idioma gallego o en definitiva, su casi ancestral modo de vida. Porque los arraianos, apelativo de los habitantes de aquel bosque fronterizo, construyen su ficción en la que son el reducto de una zona olvidada por el paso del tiempo, que asoma a los abismos de un bosque en el que lo real y lo irreal se cruzan, las leyendas y lo cotidiano se agarran de la mano. Como tales, sus personajes recitan soliloquios y mantienen diálogos profundos sobre su existencia, mientras observan al horizonte en el que están encerrados, donde los mitos y los recuerdos son uno, el bosque y sus misterios siguen sin resolverse, dando lugar a una inescrutable obra de poderosa belleza y hondura poética.
En Pic-nic (2007), su primer largometraje documental, Eloy Enciso observaba con cierto sentido del humor el día a día en una playa de Benidorm. Y lo hacía con la mirada de alguien completamente ajeno a ese mundo, pero que acababa encontrando (o deformando) una realidad propia entre los quehaceres de los bañistas, sus conversaciones y rutinas durante un mes de agosto. Era una obra realizada desde fuera que encontraba otro mundo interior. Por su contra, Arraianos está filmada desde dentro, por el respeto y conocimiento de las costumbres de la región gallega, para llevarnos fuera, a lo desconocido, a otro cine, cruzando más allá, en lo profundo del bosque.