La vida de Adèle

Flechazo(s)

¿Cómo escenificar el amor? ¿El flechazo? ¿El vacío en el estómago? Abdellatif Kechiche logra en una secuencia impredecible, un encuentro fortuito cruzando la calle, que este se produzca. Su planificación queda marcada por el sonido diegético de un artista callejero que toca un Hang, instrumento de metal cuyo sonido proviene del tacto con la palma de la mano y la yema de los dedos, logrando una sonoridad profunda, vacía, hueca, como surge en Adèle ese vacío en el estómago imposible de saciar. Hasta entonces. Sus miradas se cruzan, ella tenía el pelo azul, la mira, le busca, se marcha, pero la música sigue sonando aunque haya pasado de largo.

La vida de Adèle (Abdellatif Kechiche, 2013) no pretende erigirse como un film reivindicativo sobre las relaciones homosexuales, tampoco necesita serlo. Lejos de tratar al espectador y a sus propios personajes con condescendencia, evita acertadamente atacar el conflicto que supondrá en el seno familiar la revelación de la sexualidad de Adèle, pero en cambio sí observamos que ella sufre los comentarios de sus compañeras en el instituto o asiste a una manifestación a favor de los derechos de gays y lesbianas, de plena actualidad en Francia. La realidad está presente, se construye desde sus inmediaciones. Precisamente por ello, Kechiche busca y encuentra el naturalismo, otorgándole sentido narrativo. Acompaña los cuerpos y se aleja con poderosos primeros planos de los predecibles arquetipos de guión, retrata pedazos de vida, filma rostros y labios, continúa filmando incluso sin avisar a sus intérpretes de que está rodando, ansía ese momento único que sin duda, cueste lo que cueste, acaba logrando. Un prisma de momentos de tres horas de duración, dividido en dos episodios sin separación alguna, en cuyas variaciones y matices se dispone desde el abrupto tránsito de la carnalidad y descubrimiento sexual a su inevitable desmoronamiento.

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En sus vibrantes secuencias amorosas el cineasta tunecino filma la belleza y el sexo como si de auténticas piezas de arte se tratara. Sus cuerpos desnudos son Venus iluminadas por la gracia de su pasión, exacta y perfecta. La revelación no se encuentra tanto en el descubrimiento de la sexualidad femenina, sino en su libertad, su armonía, en transmitir su absoluta justicia. Pero el film es mucho más que su historia de amor, es el retrato de dos mujeres de diferentes estratos sociales y contrapuestas aspiraciones, distanciadas cada vez más de lo que las une. La capacidad del film para transitar tal amplitud de emociones es desbordante, su elipsis produce un cambio que el espectador conforme descubre irá reconstruyendo y modulando hasta comprobar se derrumba entre sus brazos, aquellos mismos brazos.

Al igual que lograba atrapar su encuentro, Kechiche estampa el desengaño, el instante en el que todo parece estar en el lugar correcto pero nada donde debería estarlo. Una fiesta pueden ser dos formas diferentes de amar, tan sólo una de no hacerlo. Si la primera vez que Adèle y Emma se encuentran la música parecía palpitar sus pulsaciones abriendo un nudo en el estómago, al final, en la última escena, vuelve a sonar el hang, en esta ocasión ya de forma extradiegética. Porque Adèle inevitablemente seguirá escuchando aquel sonido, por seguro no ya presente en su vida, que asume ausente y rota, pero sí en su interior, en el futuro que le espera. Algunos flechazos se olvidan, otros se producen sin que podamos evitarlo, pero de algunos la flecha seguirá estando siempre ahí clavada. Porque en eso también todas las relaciones se igualan, aunque no tantas películas lo habían alcanzado a plasmar a semejante altura.

2 Comments

  • Pues sinceramente, para que se hagan películas lésbicas como ésta prefiero que no se haga ninguna… Mucho decir que visibilizan y normalizan pero parece que nadie ve que en realidad estamos en lo de siempre: las relaciones entre mujeres se convierten en objetos de morbo masculino y en escenitas degradantes de tetas y coños antes que en cualquier otra cosa, y eso es más un retroceso que un avance. Las propias lesbianas somos tan críticas con esta película precisamente porque nos vemos reducidas a una fantasía absurda de un hombre heterosexual, posturas ridículas y una actitud como de “vosotras tocaos hasta la extenuación que yo filmo”. Teniendo una historia tan maravillosa como la que tenía, con un temazo a desarrollar, un punto de partida estupendo en la obra original para trabajarlo y unas actrices entregadas y convincentes para darle vida, Kechiche ha malgastado sus 180 minutos de película en tijeras cunnilingus. A “La Vida de Adèle” le falta verdad y le sobran erecciones. En su cómic, Julie Maroh quiere dar visibilidad a las dificultades con las que se encuentra un adolescente durante el proceso de aceptación de su diversidad sexual, además de presentar una historia de amor excelente, bien cuidada, respetuosa, estética. Pero la prioridad de Abdellatif Kechiche ha sido ejercer de dictador. Él quería sostener la lupa como un voyeur dándose el lujo de exigir todas sus fantasías desde el lugar más privilegiado. No nos extrañe pues que Maroh haya denominado a esta película “pornografía para mentes masculinas”.
    Y conste que en ningún momento se discute sobre no mostrar sexo en la película, de hecho es necesario y está justificado que se muestre, pero no ASÍ. El problema no es con el sexo explícito siempre que esté justificado y bien presentado, como por ejemplo sucede en el cómic. El problema es cuando se ha decidido mostrar una escena sexual larguísima con el único propósito de crear morbo gratuito y polémica. Podía haber sido una escena de sexo rodada con respeto, buen gusto, erotismo y sensibilidad y no quedarse en el puro morbo de un director tiránico que parece regodearse en las tijeras y el cunnilingus mientras filma para después querer tomar al espectador por tonto, hacerse el ingenuo y pretender venderlo como otra cosa. Eso es lo indignante. Más que una relación sincera y realista entre dos mujeres parece una fantasía pornográfica bastante tópica (e incluso ridícula por determinadas posturas) de un hombre heterosexual y obsesivo.
    Por ejemplo, una película como Nymphomaniac es bastante más honesta que ésta en cuanto a propósitos y objetivos, ya que no miente al presentarse a sí misma: “FORGET LOVE” es su frase de presentación y en ningún momento reniega de sus escenas pornográficas o de sexo explícito. Pero Kechiche hace todo lo contrario, muy hipócritamente: rueda escenas claramente pornográficas y de bastante mal gusto y nos las quiere hacer tragar no sólo como necesarias sino como demostración de la pasión más auténtica. Pues por eso yo no paso, lo siento mucho, no quiero que se me tome por idiota. Lo que ha rodado este hombre es porno, se ha recreado en él y en las actrices y ha querido hacerlo así para llenar más salas, crear más audiencia y alimentar más morbo (sobre todo el masculino).
    Si habéis leído el cómic (que os recomiendo para que veais por vosotras mismas la diferencia), comprobaréis que las escenas de sexo no tienen nada que ver. Son explícitas, sí, pero no se recrean injustificadamente ni ofrecen morbo gratuito no resultan tópicas o insultantes. Son naturales, sugerentes y estéticas. En la película no veo más que tetas bamboleantes y posturas ridículas propias de un vídeo de Youporn.

  • A mí me parece descarada y ofensiva la intención comercial de esta película. Precisamente creo que el director se vio obligado a incluir esos 10 minutos de sexo lésbico explícito porque si no nadie iría a ver una película de 3 horas, tan lenta, tan densa y tan poco comercial en todos los demás sentidos. De ahí tanta indignación justificada con ella, porque el director se ha aprovechado de algo que sabe que crea morbo como el sexo lésbico y lo ha pervertido hasta niveles pornográficos para luego venderlo como “arte” y hacerse el tonto diciendo que no, que lo importante no es que la relación sea entre dos mujeres cuando precisamente si no estuviera protagonizada por dos chicas la historia habría pasado completamente desapercibida para el público y la crítica…
    Haced la prueba y sustituid a una de ellas por un chico o a las dos por dos chicos. Tened por seguro que si Kechiche hubiera dirigido “Brokeback Mountain” o una historia de amor con dos hombres como protagonistas, ni de coña se habría recreado tanto. Es por este cúmulo de circunstancias por el que las lesbianas nos sentimos tan ofendidas: se nos reduce siempre a lo mismo, al mismo papel de objetos destinados a dar placer o morbo a la audiencia… Es curioso que las mayores alabanzas procedan, justamente, de hombres heterosexuales; las mujeres, heteros o lesbianas, la ponen bastante peor y son mucho más críticas. Será quizá porque la cosificación sexual de la mujer es algo tan enquistado en nuestra sociedad, en todos los ámbitos, lo tenemos tan admitido, que ni se permite darle la vuelta cuando alguien lo cuestiona (y entonces, de hacerlo, se nos tacha de histéricas, mojigatas o estrechas de mente, como si confundiéramos “abiertos de mente” con “necesidad de mostrar sexo explícito”) y, como siempre, se visibiliza a las lesbianas sólo para la consecución del placer masculino; se las muestra como objetos sexuales en la pantalla con la hipócrita excusa de que es necesario ver esas escenas pornográficas para entender la vida de la protagonista. Y así, la vida de Adèle se queda reducida a “La vida sexual de Adèle”. Una película fácil, vulgar, pornográfica, con todo lo que podía haber dado de sí (no se dedica apenas atención a la lucha interior de la protagonista, a los conflictos con sus padres y amigas ni la solución a los mismos, no se incide en la necesidad de una mayor visibilización y normalización, etc.)… Es verdaderamente una lástima.
    En relación con esto, mi principal motivo de queja y frustración con esta película (que por muchos motivos me resulta un compendio de tópicos facilones sobre la homosexualidad con un guión naïf e inocentón en exceso que camufla sus carencias bajo toneladas de sexo explícito absolutamente injustificado y que denota una visión masculina obvia) es la escena suprimida en el montaje final de los padres de Adèle echándola de casa cuando la pillan en la cama con Emma, que en el cómic marca un punto de inflexión importantísimo en la vida de la protagonista y así debería haber sido igualmente en la película para entender mejor su desamparo y su soledad. Esta escena sí que es vital para la trama y no la de las tijeras, por ejemplo, a la que se dedica una atención que roza el ridículo. ¿Por qué se suprimió entonces? ¿Para darle más minutos al sexo? ¿Es que no eran suficientes? Resulta incomprensible. Si alguien sabe darme una explicación a esto se lo agradecería, porque yo no la encuentro y me da mucha rabia que se haya eliminado una escena tan importante.

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