Doctor Who en 10 episodios

El especial por el 50 Aniversario de Doctor Who nos lleva a detenernos en algunos de los episodios más importantes de la serie de Russell T. Davies y Steven Moffat, dividida en dos etapas claramente diferenciadas. Con una factura cada vez más cinematográfica y guionistas de excepción como Richard Curtis, Mark Gatiss o Neil Gaiman, sería todo un error obviar que en la libertad de géneros fantásticos que dan forma a Doctor Who se encuentran algunas de las historias mejor elaboradas de la ciencia ficción actual, y como tal merecen ser descubiertas. No siendo nuestra intención establecer un canon, al igual que esta tampoco es una lista definitiva, ordenados por fecha de emisión, destacamos una selección crítica de los títulos predilectos de nuestros colaboradores, además de la reseña de uno de los episodios fundamentales de la serie clásica, protagonizado por el Cuarto Doctor, Tom Baker.

THE EMPTY CHILD + THE DOCTOR DANCES

Are you my mummy?

Escrito por Antonio M. Arenas

Tras un largo tiempo alejada de la televisión británica, que el regreso de Doctor Who empezara con unos maniquíes asesinos para muchos no pareció la mejor de las ideas. Nada más lejos de la realidad, mientras tanto la serie de Russell T. Davies se esforzaba valiosamente en la difícil tarea de asentar el Universo de Doctor Who tras demasiados años de espera, ya fuera presentando a su nueva companion en un contexto contemporáneo, viajando al pasado para conocer a figuras como Charles Dickens, actualizando villanos y tramas míticas como los Daleks o ahondando en la personalidad de un Noveno Doctor marcado por ser el último de su especie tras la guerra contra los Daleks que acabó con todos los Señores del Tiempo. Irónicamente, no fue hasta la emisión del primer guión escrito por Steven Moffat cuando la serie confirmó sus posibilidades dando un golpe sobre la mesa.

El episodio doble The Empty Child/The Doctor Dances supone una clara muestra de la brillante mezcolanza de géneros que componen Doctor Who. Enmarcado durante los bombardeos alemanes en Londres durante la Segunda Guerra Mundial, el habitual tono de aventuras -y es que la serie no deja de ser una buddy movie a gran escala- con un sonriente Noveno Doctor convertido por despiste en el primer stand-up comedian de la historia, cambia al terror tras la presentación de un misterioso niño con una máscara de gas que busca a su madre. Ese Are you my mummy? que no dejará de pronunciar durante todo el episodio esconde una tierna historia sobre la esperanza y los miedos de toda guerra, sobre la posibilidad de empezar de nuevo. Resuelta su incógnita a la perfección, con el añadido del trío formado por “Union Jack” Rose, el Doctor de Eccleston en su esplendor y el carisma del Capitán Jack en su primera aparición en Doctor Who, así como aquel niño logró encontrar a su madre y todo el mundo fue salvado, el Doctor puede vuelve a bailar de nuevo tras redimirse en parte de la guerra de la que proviene.

THE GIRL IN THE FIREPLACE

A través del espejo

Escrito por Pablo Vigar

“Monsieur, ¿qué está haciendo en mi chimenea?”

Apenas llevábamos unos pocos capítulos con el Décimo Doctor, interpretado por el genial David Tennant, cuando llegó The Girl in the Fireplace (La chica de la chimenea). Para quien esto firma, el serial no sólo se convirtió al instante en uno de sus predilectos, sino que confirió a la serie un prisma distinto desde el que observarla a partir de ese momento. Dirigido por Euros Lyn, habitual de la misma, y con guión –uno de los primeros de muchos– de Steven Moffat, la historia lleva al Doctor y a sus companions, Rose y Mickey, al siglo 51, al interior de una nave espacial aparentemente abandonada, con una peculiaridad: aloja una habitación con una chimenea que da a la Francia del siglo XVIII. Esta puerta mágica, una ventana a otro tiempo, oculta malvadas intenciones parte de un plan pensado por androides mecánicos, unos de los villanos más recordados y mejor considerados. Pero, sobre todo, y al margen del argumento, permite establecer una narración precisa que se mueve a ritmo normal en un extremo del espejo y que va dando saltos temporales en el otro, haciendo un uso ejemplar de los viajes temporales. La nota desgarradora con que baja el telón simboliza el carácter amargo del personaje, uno que no se había mostrado hasta el momento con tal profusión. La chica de la chimenea fue, para un servidor, el momento en que la serie se mostró capaz de entregar muestras increíblemente sólidas de imaginación e ingenio, pero, sobre todo, repletas de alma. Aunque fuese de una en mil pedazos rota.

THE SATAN PIT

El trabajo del Diablo

Escrito por Charles A. R. Byrne  (WormHolePro)

El díptico formado por los capítulos The Impossible Planet/The Satan Pit toma un planteamiento inicial que recuerda a la película El abismo negro (The Black Hole, Gary Nelson, 1979). Episodios como este muestran un aspecto que se tiende a olvidar al hablar de la serie Doctor Who, el terror. Y en concreto, nos presenta algo tan antiguo que ni la TARDIS es capaz de traducir. No hay nada más terrorífico que los Daleks, pero aquí muestran ese terror primigenio de todas las civilizaciones, el trabajo del Diablo. El Décimo Doctor, que ha viajado de un confín a otro del tiempo, donde lo ha visto todo, se enfrenta con algo tan extraño a su mitología como es el Diablo, una suerte de némesis de todo. Convirtiéndose en la metáfora sobre la presencia de algo superior.

El Doctor vuelve a anhelar la naturaleza humana, que pese al terror desconocido que acecha, es la curiosidad y la necesidad de conocimiento lo que les permite adentrarse en el abismo. Pese a sus intentos por hacerlos desistir, al final desencadena los principios básicos de la humanidad, sus temores, inseguridades, pasiones, sacrificios. Dejando claro que la bestia está sola, nosotros no. Es el máximo exponente de este capítulo, el anhelo y admiración por una humanidad que el Doctor nunca ha poseído.

El Doctor lo interpreta como un acto de fe, y de ahí la pregunta al humano que le acompaña, sobre si profesa alguna fe. Al dejarse caer al abismo, quizás lo que quiere es formar parte de la humanidad que tanto admira. Finalmente, cuando el Doctor se adentra en su propio abismo, se encuentra con algo anterior al tiempo y comienza a plantearse que no encaja en sus reglas. Al fin y al cabo, es esto lo que le obliga a estar de viaje continuo. Cuando se enfrenta a la bestia acepta su existencia física, pero sigue sin reconocer el concepto que la propia bestia asegura ser.

Tras el sacrifico supremo, el Doctor de Tennant vuelve a ser el individuo racional que desprecia la superstición y la superchería. El que conoce y ha visto a todos los que se han llamado dioses. Al final vuelve a encomendarse a la naturaleza humana y comprende que él no forma parte de ella.

HUMAN NATURE

La sangre del Doctor

Escrito por Marina Such

Episodios que ponen en peligro la existencia del Doctor hay muchos a lo largo de los 50 años de historia de Doctor Who. Y en la nueva era, a partir de 2005, también hay unos cuantos que obligan al Señor del Tiempo a enfrentarse consigo mismo, con su identidad y su pasado, a decidir si quiere seguir siendo así o no. Uno de los que mejor presentó ese conflicto interno, el de un Doctor acosado por los recuerdos de lo que hizo en la Guerra del Tiempo, fue el doble episodio de la tercera temporada Human nature/Family of Blood. El Doctor y su acompañante por aquel entonces, Martha Jones, son perseguidos por la Familia de la Sangre, unos entes extraterrestres realmente malvados que quieren alimentarse de la energía de todas las regeneraciones y vidas pasadas del Doctor. Así que, para esconderse de ellos, decide ocultarse tras la fachada de un mero humano, John Smith, guardando su lado de Señor del Tiempo en un reloj de bolsillo.

El problema es que, además, lo hace en un internado de chicos en la Inglaterra rural de 1913, lo que para una mujer negra a punto de convertirse en médico como Martha es todavía una prueba más dura. Al fin y al cabo, ella es la única que sabe quién es en realidad, no es ese John Smith que está convencido de ser sólo un profesor enamorado de una de las enfermeras del colegio. El doble episodio figura entre los mejores de la época moderna de Doctor Who por lo que está en juego personalmente para el Doctor y para Martha. Él debe afrontar la realidad de su verdadera identidad, una identidad en la que, aunque les ofrezca una elección y siempre se arrepienta, ha contribuido a la eliminación de razas enteras en el Universo. Los últimos diez minutos del episodio, en los que John Smith debe decidir entre seguir siendo él y volver a su ser como Doctor, encapsulan casi todos los temas que estas ocho temporadas modernas de la serie han trazado alrededor de su figura, desde el riesgo de creerse un semidiós al peso que tienen sobre su conciencia todas las cosas que ha hecho.

Human Nature/Family of Blood también es uno de los mejores momentos interpretativos de David Tennant en su “reinado” como el Décimo Doctor, siendo probablemente el episodio en el que Martha adquiere su propia identidad como acompañante; su labor es la de mantener a raya los delirios de grandeza del Doctor y recordarle quién es, aunque no sea una labor agradable. Y, curiosamente, Steven Moffat no tuvo nada que ver en este doble episodio.

BLINK S03E10

The Haunting at Wester Drumlins

Escrito por Jorge Maseda (Papel Psíquico)

Las casas abandonadas, llenas de escaleras afónicas y paredes descosidas, han sido durante décadas un imán para las películas de terror, desde la morada de The Changeling hasta la mansión de House on Haunted Hill. No obstante, ninguna tan especial para los amantes de Doctor Who como la del número 18 de Fields Park, una residencia llamada Wester Drumlins. Hablamos, por supuesto, del episodio Blink, considerado por muchos fans como uno de los mejores episodios de Doctor Who hasta el momento. Embutidos entre sus húmedas paredes, conocimos a los primeros Ángeles Llorosos de la serie, unos seres semejantes a los Angels of Grief creados por William Wetmore Store en 1894.

En 2007, Steven Moffat diseñó dos de los personajes más sorprendentes (ambos enmascarados) de la nueva serie Doctor Who; el pequeño Jamie (The Empty Child & The Doctor Dances) y unos Androides de Reparación anclados en la Francia del siglo XVIII,  (The Girl in the Fireplace). No obstante, tendría que superarse a sí mismo. Para el décimo episodio de la tercera temporada, Steven Moffat mezcló hasta tres materias diferentes en una misma probeta argumental. Aprovechó una de sus historias publicadas para el Anuario de Doctor Who 2006, llamada “Lo que hice en mis vacaciones de Navidad, por Sally Sparrow” y la rellenó primero con uno de los juegos más famosos de nuestra infancia, el conocido como “Escondite Inglés”, con otro ingrediente fundamental, un ángel lloroso que decoraba el cementerio donde Moffat acudió rodeado de su familia. Así nació una historia llena de terror, tristeza e historias entrelazadas en perpetua ebullición. El episodio fue emitido por la BBC One el nueve de junio de 2007, con un mensaje previo que indicaba a los niños, tal y como sucedió con The Empty Child, que la trama superaba los límites del terror tradicionales en los episodios de Doctor Who.

La estructura narrativa, así como la estética y la importancia de los personajes, hacen de Blink un episodio que trenza su tela de araña argumental desde el primer instante. Sally Sparrow es una mujer enamorada del misterio y el romanticismo. Siempre que puede, enfoca su cámara a los cuadros rotos, las chimeneas secas y las paredes enmohecidas de las mansiones que ya son huérfanas. Según su personalidad; “las casas abandonadas son tristes, pero la tristeza es una versión de la felicidad para la gente profunda”. En Wester Drumlins, su amiga Kathy Nightingale es trasladada al año 1920 tras ser tocada por un Ángel Lloroso, e inmediatamente después, el nieto de ésta aparece por la puerta con las fotografías y la vida de su amiga recientemente desaparecida. Es sorprendente cómo Steven Moffat llena cada espacio de tiempo con tramas que siempre rodean el entorno de Sally.

Tras robar la llave que empuñaba uno de los ángeles, esta se da cuenta de que algo sucede, las estatuas están vivas y persiguen cada uno de sus pasos. ¿Pero qué son los Ángeles Llorosos? Los Weeping Angels forman parte de una raza de humanoides alados, muy alejados en el tiempo, cuya resistencia ha servido para alejarse de su universo primitivo. Su mecanismo es sencillo pero muy efectivo, todos aquellos que no les observen, pueden ser tocados por un ángel y llevados hacia el pasado, como un salto entre frecuencias de una radio temporal que cae en una u otra emisora. Son auténticos asesinos, criminales envasados cuánticamente y condenados a sobrevivir ocultándose del resto y de ellos mismos. Pueden ser por ello los seres más solitarios del cosmos.

A medida que la acción se desentierra, el espacio entre los hechos comienza a sepultarse. Huevos de pascua, mensajes escondidos, personas que envejecen de la noche a la mañana, la trama en Blink es perfecta. Uno de los sucesos más conmovedores ocurre tras conocer a Billy Shipton, un detective con el que hace migas en el departamento de policía. Para su infortunio, Billy también es atrapado por un ángel y retrocede a los años 60, donde conoce al Doctor y Martha Jones. Los años pasan para el joven policía londinense, que vuelve a encontrarse con Sally el mismo día que la conoció, pero con una edad avanzada. Cuando Sally y Billy se encuentran de nuevo en el hospital, éste le comenta “Llovía cuando nos conocimos” a lo que ella responde “es la misma lluvia”. Esta es una prueba de la sutileza y mimo que Steven Moffat depositó sobre el guión, siendo sorprendente que un episodio donde apenas aparece el Doctor pueda ser a la vez uno de los más aclamados. Así son Doctor WhoBlink, una de las aventuras más fascinantes de toda la historia de la serie.

MIDNIGHT

El expreso a medianoche

Escrito por Taimar Alves

Un amigo mío definía la ciencia-ficción como el género que se sirve de un cambio de marco espacio-temporal para crear un contexto en el cual desarrollar problemas filosóficos que quedarían mucho más difícilmente definidos en una historia de corte más realista. Una buena obra de ciencia-ficción sería, por tanto, aquella que consigue reflexionar sobre problemas (o virtudes) latentes en la humanidad que quedan al descubierto de manera evidente con el cambio de marco. Si bien esta definición deja de lado la parte más centrada en el puro entretenimiento que suele caracterizar a muchas obras del género, sí señala algo importante: la ciencia-ficción no tiene por qué estar destinada a mostrarnos únicamente mundos ficticios, sino a servirse de estos para mostrar nuestra propia naturaleza. Doctor Who, en este sentido, si bien juega hábilmente con los componentes más reflexivos normalmente quedan más supeditados al puro entretenimiento. Midnight es una excepción.

Midnight es un representante ideal de este tipo de ciencia-ficción. Usando como contexto un viaje en un tren futurista completamente cerrado, casi como una obra de teatro, Russell T. Davies aprovecha el ataque de un enemigo desconocido para señalar aspectos inherentes en la naturaleza humana. Primero, nos muestra la reticencia leve a la socialización con los compañeros de viaje, que sin embargo se ve rápidamente rota al no existir una excusa para aislarse. El deseo de socializar es fuerte, pero también lo es la barrera social del no conocer previamente a alguien. Segundo, ante la llegada de imprevistos nos muestra toda la gama de reacciones, desde el pánico más absoluto a la búsqueda de calma a través de la racionalización. Lo interesante llega cuando el enemigo entra en la nave y aparentemente toma el cuerpo de uno de los pasajeros, que comienza a comportarse de manera extraña, inmóvil en una esquina. Aquí, de pronto se homogeniza el carácter y se comienzan a dar palos de ciego ante lo desconocido, tan sólo pervive el deseo de que desaparezca, de que simplemente se comporte de una forma normal, se crea una necesidad de estandarización. La criatura desconocida comienza a copiar el habla de todos los presentes, y aquí queda latente la necesidad de identidad del ser humano, haciendo que el que alguien simplemente repita tus palabras sea insoportable. Curiosamente, este sentimiento contrasta con la necesidad de pertenencia, de equidad. Cuando el Doctor se muestra claramente como diferente a ellos, reticente a revelar su identidad y no tiene miedo a mostrar su mayor inteligencia la respuesta es la de dejarle completamente de lado. Identidad, sí, pero nunca la suficiente como para no formar parte del grupo. El grupo da seguridad. Y como grupo, se es capaz de lo mejor y de lo peor.

El detonante del que se sirve Russell T. Davies es una criatura desconocida que toma el cuerpo de los presentes. Un enemigo difícil de avistar y difícil de combatir. No se le puede disparar, no se le puede pegar. Es imprevisible. Lo invisible, desconocido e incontrolable, es aquello que da más miedo y, por tanto, aquello que desencadena lo más instintivo y crudo del ser humano. Curiosamente, al pensar en la gran mayoría de los grandes capítulos que definen a esta serie casi todos comparten un denominador común: El Doctor debe combatir contra algo que no puede ser combatido, al menos no frontalmente, como los ángeles llorones, el silencio o las pirañas de la oscuridad.

VINCENT AND THE DOCTOR

La esperanza del loco del pelo rojo

Escrito por Cecilia “Lya” Hernández (Vete a tu colina)

Raras veces la vida concede segundas oportunidades. Y muchas veces, lo que pensamos que es otra oportunidad, no es más que un mero consuelo fabricado por nuestro cerebro, tan humano y mortal. Pero las segundas vueltas vitales, literalmente hablando, no existen. Para que lo hicieran sería necesario viajar en el tiempo, poder retroceder. O poder avanzar.

El Doctor, ya lo sabrás, lector de este artículo, es un alienígena que viaja a través del tiempo y del espacio. Tiene en sus manos el poder que hace soñar a los terrícolas desde que un buen día nos decidimos a bajar de los árboles. Pero no es muy dado, aunque parezca lo contrario, a interferir en nuestros asunto, al menos en los de aquellos que no tenemos ni tendremos la suerte de ser uno de sus ‘companions’. Pero hubo una excepción en la quinta temporada de la serie moderna: Vincent van Gogh. El capítulo sobre el pintor del pelo rojo es, probablemente, uno de los más intimistas, tristes y extrañamente esperanzadores de toda la serie. Nos encontramos al Doctor Matt Smith, en su primera temporada “en el cargo”, muy joven y aniñado si se le compara con su imagen actual, aunque apenas hayan pasado tres años y medio desde entonces. Y junto a él, Amy Pond, chispeante y despreocupada, sin recordar el drama que ha vivido poco antes.

Ese drama, parte del arco narrativo de la temporada, está presente de manera sutil a lo largo del capítulo. Por ejemplo, es Vincent Van Gogh quien en un momento determinado lo (pre)siente. Y es que la sensibilidad de Vincent, su manera de ver el mundo, sus visiones, su forma de pintar y la incomprensión que lo rodea componen uno de las historias más hermosas que ha dado Doctor Who. Es el encuentro de dos locos solitarios, que ven el universo como nadie más lo ve, luchando contra un enemigo que no es tal, que no es más que un pobre ser asustado y abandonado. Todo es tan triste, pero a la vez, tan bonito. Como dice el Doctor al final, la vida es así, una mezcla de cosas buenas y malas, y en la mala vida que vivió Van Gogh al menos nos queda la esperanza de creer que hubo un tipo algo loco, como él, acompañado de una chica de pelo rojo, también como él, que consiguió aportarle luz e ilusión al menos durante unos segundos. Porque es una de las grandezas de Doctor Who: otorgarnos esperanza hasta en el más descreído de los tiempos.

THE PANDORICA OPENS

Something Blue

Escrito por Juanma Ruiz

Puede que sea la dupla formada por The Pandorica Opens y The Big Bang la historia que mejor sintetiza la etapa de Steven Moffat al frente de Doctor Who: quizá porque se trataba de su primer “season finale”, en él quedan al descubierto los rasgos que iban a caracterizar las siguientes temporadas. Algunas de estas señas de identidad se podían apreciar ya en sus entregas ‘autoconclusivas’ durante la era Davies. Es el caso de lo que los aficionados han dado en llamar el ‘timey-wimey’ (usando las palabras del Décimo Doctor en Blink) para describir las piruetas temporales que desconciertan al espectador, y el ‘efecto puzzle’ que estas provocan cuando las piezas van cayendo en su sitio dejando al descubierto una imagen de conjunto que previamente quedaba oculta. Aquí ocurre, principalmente, en el segundo capítulo, con los repetidos saltos del Doctor, fez y fregona en ristre, y los elementos diseminados por el metraje, como las notas o el refresco. En realidad, la brillantez de Moffat se esconde tras la simplicidad misma, puesto que el truco está en mostrar antes las consecuencias que las causas: primero las ondas en la superficie del agua, y mucho más tarde, la caída de la piedra que provoca dichas ondas. Y, ¿acaso sorprende que el showrunner utilice una técnica que depuró Arthur Conan Doyle para sus aventuras de Sherlock Holmes?

La clave está en que, lo que en Blink ocurría dentro de los límites del episodio, sucede ahora a lo largo de toda la temporada. Al fin y al cabo, el refresco de la pequeña Amy en The Big Bang es el mismo recurso, si bien a una escala mucho más pequeña, que el enigma acerca de la identidad de River Song (que se extendería durante varios años) o el misterioso diálogo entre el Doctor y Amy en Flesh and Stone, algunos episodios antes de los dos que nos ocupan, y que solo cobra sentido en los últimos minutos de The Big Bang.

Pero aún quedan resquicios para el sentido de la maravilla y la emoción pura. Los últimos compases del episodio ofrecen una reformulación de lugares comunes (la boda, el tópico de “algo viejo, algo nuevo, algo prestado…”) que poco tienen que envidiar a los momentos más emotivos de Russell T. Davies, probando una vez más que Moffat no es ese frío individuo, empeñado en demostrar que es el alumno más listo de la clase pero vacío de sentimientos, que muchos han querido ver en él. Porque la clave de Doctor Who no se halla solo en su potencial para dejar al espectador con la boca abierta; también está, y quizá por encima de todo, en su capacidad para acelerarle el corazón.

the doctors wife s06e04

Neil Gaiman llega para darle vida a la TARDIS

Escrito por Dylan Vega (Descubriendo Doctor Who clásico)

The Doctor’s Wife es el cuarto episodio de la sexta temporada de la etapa actual de Doctor Who , y sin duda alguna uno de los mejores episodios no solo de esa temporada, sino de la serie desde su regreso en 2005. Su guionista es ni más ni menos que Neil Gaiman, reputado autor de fantasía tanto por su trabajo en el ámbito novelístico (American Gods o Coraline entre muchos otros trabajos) como en el del cómic (su obra más conocida es sin duda la serie The Sandman para la rama Vertigo de DC). Por esta razón, este episodio fue seguido con mucho interés desde bastante tiempo antes de su emisión. Y es que la génesis de The Doctor’s Wife fue particularmente complicada, pero los resultados no decepcionaron.

El episodio nos lleva a un universo burbuja al que se ven atraídos El Doctor, Amy y Rory por lo que parece ser una llamada de emergencia de un Señor del Tiempo, que habría conseguido sobrevivir de alguna forma a la Guerra del Tiempo. Sin embargo, no todo es lo que parece, y lo que se encontrará allí el Doctor es algo que nunca se había esperado: la oportunidad de poder conocer a su amada TARDIS en forma humana.

No desvelaremos aquí como es posible ni la explicación detrás de la llamada de emergencia, ya que vale la pena descubrirlo por uno mismo. Cabe decir que la gran fuerza de este episodio, lo que lo coloca entre los mejores de la serie y de la era de Matt Smith, es la fantástica idea de hacer que el Doctor pueda interactuar con su TARDIS (cuyo avatar humano es interpretado fantásticamente por Suranne Jones). Es un concepto que Gaiman consigue manejar perfectamente, escapando del fan-service barato para profundizar en aspectos tan interesantes como la aparente falta de control de la TARDIS por parte del Doctor en algunas ocasiones o los verdaderas circunstancias de la huída inicial del Doctor de Gallifrey con su nieta Susan. Este episodio nos recuerda, como Amy resume en un frase al final, que la relación del Doctor con la TARDIS es uno de los elementos centrales de la serie. Y es que si hay algo que se mantenga constante en una serie como esta, en la que el cambio contante es marca de fábrica, es la TARDIS.

También cabría mencionar que este episodio es una verdadera delicia para los fans, ya que contiene numerosas referencias y regresos tanto para los seguidores de la serie Clásica como para los que solo hayan disfrutado de la serie desde 2005. Un buen ejemplo es el rescate de un concepto que no se veía desde el último serial de Patrick Troughton en la serie, The War Games, como son los cubos telepáticos que usan los Señores del Tiempo para pedir ayuda a sus congéneres. También vimos aquí el regreso del interior de la TARDIS del Noveno y Décimo Doctor, como de los Ood, aunque en los dos casos esto fue un reflejo de la falta de presupuesto de la que sufrió el episodio. Originalmente Gaiman quería usar el interior de una TARDIS Clásica y crear una nueva raza alienígena, pero el presupuesto no daba para tanto. De hecho, los problemas de presupuesto siguieron a este episodio desde sus inicios, ya que inicialmente debería haber pertenecido a la quinta temporada.

En definitiva, ya sea por disfrutar de las escenas entre el Doctor y la TARDIS, por el estilo fantástico característico de Gaiman que desprende el episodio, o por los guiños al pasado lejano y cercano de la serie, The Doctor’s Wife ofrece 45 minutos inolvidables. Finalmente, es importante mencionar que Gaiman no pudo resistirse a aportar su granito de arena a la mitología de la serie, especificando que un Señor del Tiempo puede regenerarse en una mujer, algo que daría para muchos debates posteriores.

GENESIS OF THE DALESK S12 4ºSERIAL

Escrito por Jesús Torralba Garrido (Universo Whovian)

Genesis of the Daleks es la 4ª historia del Cuarto Doctor, valga la redundancia. El Doctor estaba siendo teletransportado de vuelta a la Estación Nerva junto a sus acompañantes Sarah Jane Smith y Harry Sullivan, pero los Señores del Tiempo los desvían de su rumbo hacia un Skaro en plena guerra entre Kaleds y Thals para volver a encomendarle una misión. A pesar de que nuestro viajero del tiempo ya no se considera el chico de los recados de su pueblo, la idea que le proponen es cuanto menos atractiva: evitar, o al menos redirigir, la creación de los Daleks. La misión, que por si misma ya era difícil, se complica aún más cuando Sarah es dada por muerta y el Doctor y Harry son hechos prisioneros por los Kaleds, la raza que está destinada a convertirse una de las mayores amenazas del universo de la mano de su científico líder, Davros.

Este serial tiene muchos puntos atractivos, aparte del hecho de que ha envejecido bastante bien, la calidad de la historia y sus personajes no tienen nada que envidiar a los episodios de la nueva etapa de la serie, además de que algunos de los dilemas que se presentan en él siguen muy vigentes hoy en día. Sirva de muestra el eterno debate de la ética y los límites en las investigaciones y avances científicos. Davros, como líder científico de los Kaleds, quiere eliminar cualquier rastro de moral y conciencia en los embriones Daleks para garantizar su supervivencia (y supremacía) frente a las demás razas.

En el otro lado tenemos a Ronson, un miembro de la élite científica que gracias al Doctor comienza a hacerse las preguntas adecuadas sobre la dirección de las investigaciones, consiguiendo poner en jaque a Davros cuando la inmensa mayoría de los investigadores secundan su postura y se niegan a manipular hasta esos extremos su evolución. También podemos ver, de la mano de Sevrin y Sarah, a los Mutos (Thals y Kaleds con mutaciones físicas debidas a la radiación). O cómo a causa de los avatares de la guerra se puede llegar a perderlo todo, hasta el punto de ser cazado y usado como un esclavo desechable por quienes en su día fueron tus compañeros.

Justo cuando el Doctor ya está decidido a que la única opción que le queda es eliminar personalmente a los embriones Daleks, surgen sus dudas. ¿Qué le da derecho a borrar a toda una raza del tiempo y el espacio? De hacerlo, ¿en qué se posición le dejaría eso frente a sus enemigos? Muchas razas se han unido y formado prósperos imperios precisamente por temor a los Daleks, ¿merecen estas alianzas y vínculos desaparecer sin más? Como cierre, y para servir de nexo con la etapa moderna de la serie y su reciente 50º Aniversario, solo decir que Russell T. Davies considera los eventos de este serial como las primeras acciones de la Guerra del Tiempo, donde la raza del Doctor golpeó primero.

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