III Festival Márgenes

Con la incorporación del crítico y programador Gonzalo de Pedro como director artístico, la tercera edición del Festival Márgenes abría sus horizontes al cine latinoamericano y portugués con proyecciones en cuatro sedes físicas (situadas en Madrid, Córdoba, Montevideo y México DF), acompañadas del streaming online gratuito de la sección oficial durante el pasado 18 y 31 de diciembre.

Un festival que continúa creciendo sin alejarse lo más mínimo de sus propósitos marcados, apostando por el cine que halla pero no encuentra pantallas, que no se pliega al adentrarse en las grietas del sistema, ya no sólo del cinematográfico, sino esencialmente del nuestro como sociedad. Por ello, la entrega del Premio Especial Márgenes al Cine Español Independiente a Basilio Martín Patino simboliza una ética de resistencia que espacios como la Cineteca de Matadero y Márgenes afortunada y necesariamente representan.

Gracias a una inestimable cantidad de aguerridas y valiosas colaboraciones, realizamos un completo seguimiento crítico a la notable sección oficial a concurso. Doce películas de entre las que resultó ganadora Fango (José Celestino Compusano, 2012). Por su parte, Corta (Felipe Guerrero, 2012) recibió la mención especial del jurado y Vidaextra (Ramiro Ledo Cordeiro, 2013) obtuvo la mención honorífica. Sin olvidarnos del acto de clausura con la película española que está en todas partes, Gente en sitios (Juan Cavestany, 2013). De la inauguración, en la que se pudo ver la premiada en Sevilla y Locarno Costa da Morte (Lois Patiño, 2013), nos quedamos sin entradas, todas se agotaron con antelación. Sin duda buena señal.

Cabeza de ratón (Ivo Aichenbaum, 2013)

Cabeza de ratón

Escrito por Eva Santos (Las gafas de Mastroianni)

El desencanto y la desubicación son sentimientos tatuados en la piel de toda una generación. Directores como Elías León Siminiani o Jonás Trueba le ponen voz desde España y desde la Patagonia argentina, Ivo Aichenbaum les da la réplica con su segundo largometraje, Cabeza de ratón.

Cabeza de ratón es otro testimonio más sobre una generación formada, una generación con expectativas, una generación a la que la sociedad crió acunada por promesas que, quienes la gobiernan cruel y despiadadamente decidieron romper. Es la historia de Pablo -alias “ChorI”- , el amigo de Aichenbaum, quien, al regresar a Río Gallegos tras terminar sus estudios y no encontrarle a la vuelta sentido ni salida, decide quitarse la vida en un descampado de la ciudad. Pero también es la historia del propio Ivo, quien en formato documental y a modo de video diario, nos muestra su propia vuelta a casa tras haber terminado su licenciatura en Buenos Aires. Los ojos del desencanto se traducen en planos gélidos, anodinos que acompañados por la voz fría y sin sentimiento del propio director se mezclan con dibujos, fotografías e, incluso videoclips, para darnos pequeñas pistas sobre lo que Ivo siente y, probablemente, Chori sintió. De hecho, los únicos énfasis que se permite la cinta son las promesas de un viejo vídeo documental sobre Río Gallegos que, tal y como nos muestra y demuestra el propio Ivo con sus imágenes, nunca se llegaron a cumplir.

Sin embargo, también nos deja ver como esas promesas que se hicieron en su  momento, y en las que muchos – como Chori y él- creyeron, siguen haciéndose: los políticos continúan mintiendo y gran parte de la sociedad, aún ciega, participa en ello. Y como en Fuenteovejuna, podemos oír un murmullo que pregunta “¿quien mató a mi amigo Chori?”. “Río Gallegos”, responden todos a una. “Río Gallegos”.

Corta (Felipe Guerrero, 2012) – MENCIÓN ESPECIAL DEL JURADO

Corta

Escrito por Guillem Sánchez

Uno puede sentirse mal viendo Corta (2012), especialmente si uno es europeo occidental y además lo hace desde la comodidad que le reporta su hogar. Y es curioso porque de una actividad tan ardua y costosa como es la recogida de las cañas de azúcar, el director Felipe Guerrero nos entrega una obra en la que la característica que prima es el valor estético. Paradójico que mientras para los trabajadores sea una actividad natural y obligada, para el occidental sea una recreación puramente formal. Sin duda, detrás de lo que aparentemente es un discurso hueco de contenidos, encontramos una raíz ideológica muy interesante, en la que se trata de dignificar el trabajo de este colectivo.

Las formas de rodar el documental son sencillas, casi tanto como lo es la recogida de las cañas de azúcar. Una cámara estable, que no se mueve durante todo el metraje (si es cierto que hay fundidos a negro mediante los que Guerrero separa los diversos trabajadores), encuadrando la figura de un trabajador mientras realiza su trabajo o disfruta de los pocos momentos de calma que depara el día. Lo importante en Corta es que el espectador contemple la belleza de lo cotidiano, que se embelese con actos aparentemente sencillos como los que nos enseña el documental y que desgraciadamente nuestro acelerado ritmo de vida contemporáneo no nos permite disfrutar, pero sobre todo y especialmente que reflexione mediante el sonido de las caña siendo cortadas por la mano del hombre que trabaja pavorosamente por la necesidad de sobrevivir.

El espacio entre las cosas (Raúl del Busto, 2012)

El espacio entre las cosas

Escrito por Andrea Morán Ferres (Filmin 365)

Intentando acercarse al desconcierto onírico, El espacio entre las cosas es capaz tanto de lo figurativo como de lo abstracto. No en vano, el director tailandés Apichatpong Weerasethakul la describió como “Un bello poema de un director joven. Por momentos sentí que mis sueños saltaban a la pantalla”.

Concebida como una experiencia más que como un relato, este largometraje de Raúl del Busto adopta la forma del diario filmado, tan en boga últimamente, para transgredir sus habituales límites documentales desde una ficción en ocasiones ensayística. Por momentos sensorial y alucinatoria, por momentos literaria y novelesca, la película -con voz en off del propio Busto- podría interpretarse como un cuaderno de notas en el que confluyen el pensamiento del director y el de Glaubert, el protagonista potencial de otra posible película.

En esta polifonía la aparente ausencia de relación entre un fragmento y otro es un espacio de libertad que el director confía a la subjetividad del espectador. Entre las estrategias para provocar en nosotros esa desorientación destaca el rechazo a la estética naturalista tan ligada al diario filmado, la ambientación sonora que descontextualiza las imágenes de su sonido diegético y la ruptura de la coherencia temporal.

El anárquico fluir del tiempo se ve reforzado por esas imágenes que parecen adelantarse a su llegada, sembrando intuiciones o recuerdos, encontrando una perfecta interpretación visual a la frase de Nietzche con la que arranca la película: “Las cosas vienen a nosotros deseosas de transformarse en símbolos”. Quizá se le pueda reprochar que ese comportamiento experimental e incierto no protagonice ningún giro brusco de timón y que paradójicamente, por su condición de imprevisible, acabe resultando previsible.

El modelo (Germán Scelso, 2013)

El modelo

Escrito por José Manuel Robado (Cine Crítico)

Frente al autorretrato y exploración de lo subjetivo que la facilidad de los medios digitales han traído al cine, Germán Scelso tiene la inteligencia de girar 180º su cámara para mirar con valentía lo que le rodea. Y lo primero que ha encontrado es la presencia de un pedigüeño que visita diariamente el locutorio donde trabaja.

Jordi es un impedido físico que establece una relación con el realizador desde el interés inicial por su euro de auxilio diario hasta cierto nivel de confidencias. Esta intimidad, expuesta sin pudor por ambos, compone sendos retratos que terminan por proyectar una instantánea social. Poco complaciente, por cierto. Frente al esfuerzo diario de Germán por sobrevivir y defender sus precarios derechos laborales en un entorno económico desfavorable, Jordi pide limosna sólo para placeres (puros, cerveza y putas ocasionales) ya que su minusvalía le merece una ayuda que cubre sus necesidades básicas.

El modelo traslada al espectador la desazón que Germán siente al comprobar que la protección social que defiende ideológicamente ha convertido a Jordi en un disminuido profesional, a quién la exhibición y exageración de su discapacidad le resulta infinitamente más rentable que el esfuerzo por hacerse valer. La imagen final de Jordi sobre el canon de Vitrubio es un bofetón a un sistema que ha fracasado aplicando ingenuamente el ideal rusoniano. La ayuda desinteresada basada únicamente en la idea de nuestra naturaleza bondadosa no garantiza la igualdad de oportunidades ni el acceso pleno a la sociedad, sino que pervierte y aleja al individuo del ideal humano.

Falsos horizontes (Carlos Serrano Azcona, 2012)

Falsos horizontes

Escrito por Aguamarina Llamas

Falsos horizontes aporta más bien poco al margen de su intención. Se trata de la segunda parte de otro documental, Banderas falsas (2012), esencialmente visual, que sí consiguió reflexiones más interesantes y profundas. Durante los diez primeros minutos de metraje, los cortísimos planos y tics nerviosos de los entrevistados se introducen de manera insoportable en la comodidad que un festival como Márgenes te permite disfrutar desde el sofá de tu casa.

Poco a poco, el contenido discursivo de Falsos horizontes comienza también a exasperar; sin importar en qué lugar te coloques en relación al Movimiento 15 M, los “protagonistas” de este documental se presentan casi ridículos. Es curiosa la forma que tiene el cineasta de “no posicionarse”; no conozco el modus operandi de Carlos Serrano Azcona a la hora de seleccionar las entrevistas que incluir en su obra, pero resulta que la mayoría tiene en común un discurso desordenado, casi incoherente y simple, salvo alguna excepción. De pronto, el entrevistador suelta perlitas del estilo “¿Has estudiado?” como si esta fuera la información más relevante que pudiera darle un acampado en Sol a alguien que tiene interés en documentar aquello.

El director ha querido trabajar con los subdiscursos de un movimiento que se plantea como la voz del pueblo, de todas las personas que lo forman, frente a la delegación que supone el partidismo. La idea de indagar entre estas voces es muy potente, pero la sensación final resulta que no hace más que alimentar el desprecio de aquellos que consideraron a los acampados un simple atajo de piojosos. A aquellos que creen (o creyeron) en ello, les provoca un sutil sentimiento de vergüenza ajena.

Fango (José Celestino Campusano, 2012) – MEJOR PELÍCULA

Fango

Escrito por Manuel Barrero Iglesias (Tierra Filme)

Los márgenes de la sociedad. Eso es lo que le interesa retratar a Campusano dentro de su cine. Un propósito que muchos persiguen, pero que muy pocos abordan con la honestidad y el rigor del director argentino. Fango (2012) evita a toda costa el artificio y el falso realismo, arrojándonos a la cara la vida de un suburbio de Buenos Aires. Calles polvorientas y viviendas desvencijadas. Músicos veteranos que nunca conocieron la gloria y pequeños gánsteres con la cara desfigurada. Pero sin nada de glamour. Sin un ápice del romanticismo que el cine mainstream muestra por eso que llama “perdedores”. En el cine de Campusano no tienen cabida las etiquetas y sí las personas. Los actores no lo son, en la mayoría de los casos se “interpretan” a sí mismos. Tampoco hay guión cerrado al empezar el rodaje. A partir de la experiencia de los propios protagonistas se va construyendo la ficción, ésta nos devuelve un trozo vivo de la realidad. En última instancia, Fango se convierte en documento de un lugar y una época.

Dentro de su modestia económica, el film se muestra ambicioso en sus intenciones. Un variopinto grupo de personas interralacionadas que sobreviven en un mundo lleno de códigos férreos, en el que la autoridad oficial nunca aparece. Esa marginalidad está presente en las formas de una película que no se ajusta a las normas estándares. Empezando por unas interpretaciones que buscan la verdad a través de los cuerpos más que de las palabras; y continuando con una puesta en escena tosca y árida, tal cual es la vida suburbial. Pero dentro de esta estética que muchos pueden considerar “feísta”, el director busca todo lo contrario: la belleza que se encuentra dentro de lo auténtico. Ese intento, casi desesperado, por atrapar la misma vida en imágenes.

Fogo (Yulene Olaizola, 2012)

Fogo

Escrito por Andrea Dorantes (found footage)

En Fogo (2012) desde el primer momento vemos en sus imágenes cargadas de fuerza toda una declaración de intenciones: un hombre caminando en la inmensidad de lo desolado. En la isla de Fogo, en Canadá, no queda apenas nadie, la soledad es el tono del lugar. El silencio se impone continuamente, siendo solo interrumpido por alguna frase suelta, y siempre acompañado por el murmullo de lo atmosférico. Yulena Olaizola retrata los vestigios de una sociedad olvidada. Utilizando actores no profesionales procedentes del mismo lugar, nos narra de forma minimalista la historia de una zona arrasada por no sabemos qué, pero en la cual los supervivientes son la imagen de la decadencia, pasan hambre, lloran por la situación en que se encuentran. Y aquí es donde se introduce la gran cuestión sobre marcharse o quedarse. El joven contempla el paisaje, como queriendo introducirlo dentro de sí para siempre. El viejo no tiene a dónde ir. Los habitantes se aferran al pasado como a un clavo ardiendo, recuerdan el pretérito en el que el lugar estaba habitado y “se comía de todo”.

La directora aborda directamente el tema del apego a la tierra, que ilustra en la triste canción que interpreta uno de sus personajes, en la que se dice que a un hombre “no se le puede arrancar de sus raíces porque el desarraigado no crecerá en otro lugar”. Pero, ¿tiene sentido aferrarse a los orígenes cuando en ellos no crece nada? ¿De qué sirven entonces las raíces, marchitas y secas? Yulena Olaziola narra esta historia tras su extensa investigación sobre la zona, Fogo, donde recibió una beca en una residencia de artistas, realizando como ella misma dice, “una mezcla de ficción y documental” que despierta una mirada triste y melancólica, que acompaña a todos esos paisajes sin nombre que nos abruman por su belleza y a la vez por su devastación.

P3ND3JO5 (Raúl Perrone, 2013)

P3ND3JO5

Escrito por Miguel González

Raúl Perrone vuelve en P3ND3JO5 al cine primigenio en una apuesta mucho más radical que otras películas recientes que también han utilizado los códigos del cine mudo, como pueden ser The Artist (Michel Hazanavicius, 2011) o Blancanieves (Pablo Berger, 2012). Una película con reminiscencias expresionistas y surrealistas, con numerosas influencias desde el Dreyer de La pasíon de Juana de Arco, al que se cita de manera directa, hasta el primer Gus Van Sant, pero donde aparecen otros nombres como Pasolini, Coppola o David Lynch. Un extraño viaje en cuatro actos al interior de unos adolescentes argentinos ubicado en la actualidad, con un skatepark como nexo de unión y como leitmotiv. Una historia de amor y tragedia donde la música es un personaje más, y actúa simultaneamente como guía y como propulsor de estados de ánimo.

Una apuesta tan radical como P3ND3JO5 corre varios peligros, entre otros el de devorarse a si misma. A eso le añadimos que Perrone ejerce de autor total firmando varias de las labores cinematográficas que son necesarias para realizar una película, entre ellas el montaje. Eso tiende a provocar dos cosas. Por un lado te aseguras de imprimir tu personalidad en todas las fases de la producción. Por otro, existe el pelígro de enamorarte de tus propias imágenes y ser incapaz de meter la tijera donde alguien, con una perspectiva limpia de los pormenores del rodaje, podría ser capaz de ver tiempos y momentos innecesarios. Perrone decide tirarse el órdago, lo cual es tan respetable como valiente. Sin embargo, el formalismo acaba ganándole la partida a la propia película provocándole una cierta esquizofrenia. A ratos sugerente, a ratos excesiva. Por momentos hipnótica, en otros una losa, víctima de sí misma y de un injustificadamente excesivo metraje.

Patrimonio nacional (Jean Castejón Gilabert, 2013)

Patrimonio Nacional

Escrito por Tamara Gorines de Pablos

A caballo entre el cine documental y experimental, en Patrimonio Nacional se observa una intención por parte del realizador de encontrar nuevas formas de contar algo. Si bien alcanza una magnífica expresión sólo con las imágenes, atenta ciertamente sobre su mensaje, quedando oprimido por tanta forma renovadora y de una abrumadora estructura poética. Su mayor virtuosismo titula también así su decadencia.

La película supone un viaje por la memoria y una auténtica recreación visual –en ocasiones  hasta fatigosa-, una aventura que inician tres adolescentes  al desplazarse al Valle de los Caídos para recuperar el pasado retratándose en este polémico panteón. La cinta en su forma más abstracta llama la atención sobre el empleo de colores, que van del B&N al rojo y el azul, y por los movimientos que consigue con las imágenes. Cuando la cámara se introduce en el interior de la Santa Cruz, el movimiento que capta recuerda a las imágenes grabadas por Richard Serra en Railroad Turnbridge (1976) filmando los movimientos de un puente levadizo. Jean Castejón nos guía, a lo largo de todo el curso fílmico, no sólo aquí, a contemplar, y acaso disfrutar, de las formas representativas en que se apoya el grueso del filme.

Sin embargo, hay un soporte excesivo en los planos fijos, se intuye un goce casi arrogante por impresionar exclusivamente a través de la estética, un juego continuo que se le plantea a la psique del espectador sobre el significado que adquiere la yuxtaposición de imágenes y sonidos, por cierto nada azarosa. Un buen ejercicio de complacencia al servicio de la belleza, pero le falta profundidad dialéctica y sobra deslumbramiento meramente visual.

Slimane (José Ángel Alayón, 2013)

Slimane

Escrito por Jonay Armas (La Butaca Azul)

En Slimane se esculpen los cuerpos y se tallan los rostros. La historia se desdibuja en favor de un conmovedor y silencioso retrato de las heridas del tiempo, como si todo aquello que no se cuenta estuviera ya escrito en las magulladuras de unos jóvenes a los que les ha tocado convertirse en hombres demasiado pronto. La película transforma la imagen de los inmigrantes anónimos en unos rostros concretos, atrapados en tierra de nadie y, como si se tratase de un film de los hermanos Dardenne, lo que comenzaba como un retrato social del desamparo termina por revelar las fisuras, sutiles pero también dolorosas, que la falta de afecto y la ausencia de futuro van tallando en el alma.

José Ángel Alayón, en su primer largometraje como director, dilata el tiempo y se lanza al encuentro con lo físico, se arroja al vacío esperando que una valiente actitud de lo observacional le ayude a encontrarse con la verdad de lo profundo, atreverse al encuentro de una historia no buscada. La épica de los silencios termina por revelar una cierta dimensión mítica de las formas, como si el cine revelase de pronto la belleza de aquello que a nuestros ojos parece mundano. ¡Cuántas cosas no se cuentan en esos silencios! Y sin embargo, cuánto parecen querer decir sus imágenes.

Los ecos de La mujer sin cabeza (Lucrecia Martel, 2008) revelan a Slimane como lejana heredera, no tanto por los episodios argumentales como por la capacidad de ambas para dibujar, a partir de la relación entre la cámara y el actor, un retrato psicológico de extraordinaria hondura. Una película tan impenetrable como aquella, tan árida como el paisaje que filma. Pero también una película filmada con infinita valentía.

Torres y cometas (Gonçalo Tocha, 2013)

Torres y cometas

Escrito por Antonio M. Arenas

Torres y Cometas puede verse como irónico e involuntario contrapunto a Centro Histórico (2012). Y no solo por compartir razón de ser, ambas nacen como invitaciones producto de la capitalidad cultural europea de Guimarães, sino porque su espíritu iconoclasta despierta unas sensibilidades generacionales distintas e igualmente estimables en su apreciación cultural, histórica y fílmica de la ciudad fundadora de Portugal. Así como en el propio acto de acercarse a ella.

Mientras Aki Kaurismäki, Pedro Costa, Víctor Erice y Manoel de Oliveira empleaban la propuesta para desplegar al máximo (o esconder al mínimo) algunas de sus más reconocibles señas de identidad como cineastas, conservando las de la ciudad, Gonçalo Tocha comienza su película de dos maneras a cada cual más significativa. La inicial, presentando con imágenes de archivo los progresivos cambios y renovaciones que la rectangular plaza Toural de Guimarães ha sufrido a lo largo de los años, para a continuación (re)presentar sus propias imágenes, desvelando el artificio de toda realización documental, jugueteando y haciendo absurdas pruebas de sonido e imagen junto a Dídio Pestana, su fiel sonidista.

Dejando marcada ya su personalidad y libertad de territorios (dentro de uno solo), el film prosigue su tono paródico y meta-cinematográfico mientras recorre algunos de los más importantes monumentos y paisajes de la ciudad, capturando las conversaciones de la gente de a pie, de los trabajadores y de las personas que su cámara encuentra. He aquí donde reside su valor genuino, en la espontánea captura de la transmisión oral de la(s) historia(s), las pequeñas alrededor de la oficial, girando todas ellas sobre un frase inscrita en una de las torres de la antigua muralla de Guimarães: “Aqui nasceu Portugal”

En su conclusión, todo queda en la importancia del gesto. Un gesto que conquista el propio Tocha sentado en el suelo, empuñando una espada en paralelo a la estatua erigida a Alfonso I, Rey de Portugal, de nombre el Conquistador. Detrás suya, el paso ajeno hacia su gesto de los turistas, con el recuerdo de la divertida pieza de Oliveira en Centro Histórico, sobrevuela por su memorable plano fijo final. Después de más de dos minutos de esfuerzo tratando de conservar el equilibrio, el cineasta baja los brazos y la película finaliza con la sensación de asistir a un trabajo no por modesto, menos heroico. Ya que para conservar las torres y continuar el legado de la historia, seguirá haciendo falta imaginación para volar las cometas.

Vidaextra (Ramiro Ledo Cordeiro, 2013) – MENCIÓN HONORÍFICA

vidaextra

Escrito por Antonio Moreno (Retratos de ahí afuera)

Está claro que las revoluciones de nuestra época son muy distintas a las de antaño, ahora tenemos  revoluciones televisadas. En ese sentido, el movimiento “indignado” ha sido modélico. Frente al misterio y la aventura que rodeaban a las revoluciones del siglo pasado, ahora nos enfrentamos a la sobre-exposición de imágenes de todo tipo, tomadas desde cualquier dispositivo y que nos llegan sin ningún tipo de filtro. Es por ello más necesario que nunca que, con la apropiada distancia temporal, se haga el adecuado proceso de análisis (fílmico) de lo que ocurrió aquellos días, semanas y meses.

Las películas inspiradas en aquellos sucesos han ido apareciendo en nuestras pantallas en los últimos tiempos, pero es cierto que casi en su totalidad han sido más retratos emocionales contados desde las tripas que cintas reflexivas (con es el caso de Vers Madrid de Sylvain George o el Libre te quiero de Martín Patino). Probablemente, VidaExtra es el primer film que intenta arrojar una mirada más intelectual sobre aquel movimiento. Y lo consigue de una manera formalmente tan simple en apariencia como la contraposición de palabras, porque son las palabras el elemento central de la película. Frente al discurso ilusionado, inocente y casi “naif” de la asamblea revolucionaria del primer tercio de la película, Ramiro Ledo contrapone la charla descreída alrededor de unas cervezas de cinco jóvenes que participaron en aquella “revolución” y que nos hablan de su sensación de fracaso y de oportunidad perdida. De igual manera que los hechos acaecidos no pudieron seguir a las grandes palabras de las proclamas del día anterior, en el film las imágenes siguen su propio camino y son inversas a su verbo. Este ejercicio tan simple (y tan complejo) acaba construyendo un retrato demoledor de lo difícil que es, a veces, que acciones y discurso caminen por el mismo sendero.

Gente en sitios (Juan Cavestany, 2013) – CLAUSURA

Gente en sitios

Escrito por Román Puerta

Cuando en la primera escena esa pareja que está eligiendo el menú se sorprende ante el camarero que escribe y escribe sin parar, Cavestany nos está anunciando ya el desconcierto de todos los personajes que van a ir apareciendo en cada uno de los pequeños sketchs de que se compone esta película que no es sino un puzzle de situaciones, un caleidoscopio de seres deambulando delante nuestro sin saber muy bien dónde ir.

Personajes dentro de un mundo loco, un mundo sin orden, un mundo sin control. Personajes que destilan ese halo de patetismo de los derrotados, de los desnortados… Que componen escenas inconexas entre ellas pero que, a su vez, parecen unidas por un destartalamiento formal (planos directos sobre los personajes, troceamiento de escenas, encuadres incompletos…) y que nos ubican, inexorablemente, en un mundo imposible de analizar por la deriva social en la que estamos inmersos. Porque Gente en sitios es una película de la realidad que no vemos, de una realidad que apreciaríamos si nos detuviéramos en muchas de las situaciones que desarrolla un guión preciso con la intención de situarnos delante del absurdo de la existencia presente. Dice Cavestany: “…miro el mundo con desconcierto, pero no es una observación que me lleve al juicio”. Y razón tiene porque sólo observando la propia cotidianidad nos muestra lo duro que es vivir y subsistir.

Pero en cualquier situación siempre hay alguien que ayuda, que intenta salvar al otro. Y ahí, Cavestany, como el personaje que ayuda a andar o a beber de nuevo, es indulgente con su “fauna actoral”, que necesita, en la mayoría de los casos, muy poco tiempo para transmitir las ideas de las pequeñas cápsulas narrativas. Ideas que, en muchos de los casos, parecen que se despeñan hace vacíos incontrolados pero que se encuadran en un cambio social en el que estamos inmersos todos y que no sabemos realmente cuál es su dirección.

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