Festival Cines del Sur 2014: Día 1 (Nobody’s Home, Heritages, Pelo Malo)

Festival de Granada Cines del Sur: Día 1

Iniciamos la primera crónica del Festival de Granada Cines del Sur con tres películas cuyo núcleo dramático reside en el seno de tres familias desestructuradas inmersas en una sociedad que les condena al caos, la marginación o la emigración de su país de origen. Acercamientos dispares a las realidades de la sociedad turca, venezolana y del Líbano que arrojan una mirada férrea sobre los conflictos del hogar, pero también especialmente atenta al describir los problemas de su entorno, si es que pudiéramos separar los uno de los otros a la hora de configurar nuestra visión sobre sociedades marcadas por la tradición, las injusticias sociales o la guerra.

Nobody’s Home (Deniz Azçay, 2013)

Nobody's Home (Koksuz)

Nobody’s Home, el estimable debut de la directora turca Deniz Azçay, se presenta como una suerte de exorcismo personal para el que ni ella misma puede encontrar respuesta. Inspirado en los recuerdos de Azçay (su padre murió cuando todavía era una adolescente), el relato se inicia con una divertida y costumbrista secuencia de evasión, una gamberrada infantil como alivio al drama que progresivamente irá revelándose. En un movimiento inteligente, el guión sabe ocultar la información esencial que dividirá a la familia protagonista. No en vano, la ausencia del padre es también la ausencia de su mención, de todo lo que recuerde a él. Es la curva de las tijeras en el recorte de una fotografía o el silencio de una habitación vacía. Su muerte ya está presente (o ausente) una vez que comienza el film. Una decisión sugerente a la hora de presentar a los miembros de la familia, que salvo la madre no dejan de establecerse alrededor de funcionales estereotipos, pero que en su contra, dificulta el desarrollo de la narración, obligada a repetir sus traumas una y otra vez, elevando a golpe de fundido a negro la intensidad, consciente de que quizá el dolor es cíclico y no encuentra olvido ni arreglo.

El tiempo está condenado a repetir los errores de una sociedad como la turca fuertemente anclada a la tradición y el patriarcado. Como reflejo de este, sobresale la figura de la madre, abnegada durante su matrimonio e incapaz de encontrarse a sí misma tras enviudar, como tampoco lo hace su hijo adolescente, que obligado a ocupar el hueco del padre se adentra en una relación de connotaciones edípicas con la madre de uno de sus amigos. El destino de ambos personajes se antoja incierto, como lo es en consecuencia su cruda secuencia final. Si la directora supo ocultar la ausencia de padre, también lo hará con sus fatídicas consecuencias, con honestidad y sin nada a lo que agarrarse.

Heritages (Philippe Aractingi, 2013)

Heritages

Narrado en primera persona y protagonizado por el propio director, Philippe Aractingi, Heritages es un proyecto de acabado visual camaleónico, no siempre tan acertado ni preciso como sus intenciones pretenderían, pero que se atreve a transgredir los mecanismos documentales para insuflar vida a su historia y la de su familia. A través del uso de cromas, material de archivo o incluso mediante muñecas, en un recurso que nos obliga a recordar La imagen perdida (Rithy Panh, 2013) y del que no sale precisamente bien parado, Aractingi integra a su familia en sus recuerdos y en los de sus antepasados tras marcharse del Líbano al iniciarse la guerra entre el ejército de Israel y Hezbollah en 2006. Este hecho, que les obliga a vivir varios años en Francia, perturba profundamente a Aractingi, que obsesionado con la violencia en su país se propone realizar un documental que a lo largo de varios años le sirve como vía de escape a la realidad.

Aunque el resultado ofrece destellos originales, resulta un ejercicio en exceso autocomplaciente que fracasa al establecer lazos entre la historia de su familia y la de su país, otorgando demasiada relevancia a su punto de vista, olvidando que el contexto es más amplio que el de su círculo más cercano. A su conclusión, adolece de una visión muy estrecha de miras sobre la realidad del Líbano, quedando finalmente incompleta, o lo que es peor, forzada a un (auto)engañoso final feliz para él y su familia que no parece posible más que en los cuentos de hadas.

Pelo Malo (Mariana Rondón, 2013)

Pelo Malo

Se podría decir que Mariana Rondón juega a las metáforas desde el propio título del film, construye simbolismos e insinúa en lugar de enumerar las injusticias de su país, Venezuela, pero nos deja la certeza de que la realidad no es más que una gigantesca metáfora de sí misma, su cámara tan sólo puede captarla, mire a donde mire. Y lo cierto es que Rondón apunta bien, al seno de una familia monoparental que vive en uno de los barrios más desfavorecidos de Caracas, una mole de viviendas que no ofrece intimidad alguna y en la que el niño protagonista aprende a fomentar una mirada sobre el mundo que le rodea. Una mirada marcada por su propia condición social, pero en especial por su pelo rizado. En su deseo de alisarlo es donde encontrará el rechazo de su propia madre, asustada por la ausencia de una figura paterna en su educación. La mayor virtud de Pelo Malo probablemente se encuentra en su rigor narrativo, al no configurarse como un film político, alejándose de la denuncia social, es su grito callado, como el ruido de una maquinilla, el que mejor expresa una realidad que por supuesto continuará, aquí y allá, mientras un inglés dirá “oh yeah yeah” y un francés “oh la la”.

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