“Prefiero ser un cerdo a un fascista”
Porco Rosso (Hayao Miyazaki, 1992)
Desde la primera exhibición de El viento se levanta (Kaze Tachinu, 2013) hace casi un año, la película ha ido recorriendo el mundo acompañada una gran expectación. Si bien en occidente, y concretamente en Europa, la espera respondía a su buena acogida en Venecia y a que era el último trabajo en la dirección de Hayao Miyazaki; en Japón, la curiosidad se concentraba en descubrir cómo enfoca el director la historia de Jiro Horikoshi, el ingeniero aeronáutico que diseñó el caza Zero, estandarte aéreo de Japón en la Segunda Guerra Mundial. Tras su estreno, la película recibió las críticas de distintos colectivos sociales: grupos de izquierda cuestionaron la conveniencia de destacar la figura de un diseñador de máquinas de guerra; los conservadores por su parte acusaron a Miyazaki de antijaponés y traidor a la patria; mientras que en Corea del Sur fue acusado de enaltecer el imperialismo japonés. Hasta activistas en contra del tabaco criticaron el consumo de cigarrillos en la película.
Excepto la anécdota del tabaco, que responde a la histeria de lo políticamente correcto, esta oleada de críticas son la consecuencia del ejercicio de memoria histórica que realiza Hayao Miyazaki. Él, al igual que otros creadores que deciden revisar algún periodo histórico de su país, son sometidos sistemáticamente al ataque de los grupos ideológicos más reaccionarios. La inteligente propuesta de Miyazaki pone a su protagonista Jiro Horikoshi en una doble balanza, en un aspecto emocional contrapone su vocación y su deber frente a las demandas de su amor y por otro, en un aspecto puramente político, su ambición de crear máquinas voladoras y su deber patriótico frente al uso que harán de estas y la posición de Japón como una de las Potencias del Eje. Son estos dilemas que propone Miyazaki, el imposible equilibrio de las balanzas, la idea que da entidad a la obra y que tanto molesta a los atrincherados. Desde el punto de vista puramente político, y siguiendo al filósofo Slavoj Zizek, es ese choque ideológico el que construye la interpretación de nuestras experiencias y, por consiguiente, hace de El viento se levanta una excepcional película de memoria histórica. Puede sorprender que Miyazaki haya decidido despedirse con una película que abandona la fantasía para abordar la realidad con todos sus matices y aristas ideológicas, pero este final no es sino coherente con una vida dedicada al activismo y a la resistencia mediante la imagen.
Ecologismo, feminismo y pacifismo
Desde Nausicaä, en el valle del viento (1984) Hayao Miyazaki crea historias donde contrapone la fantasía al mundo real para reivindicar la protección del medioambiente, el papel de la mujer en la sociedad como impulsora del cambio y la defensa del pacifismo. Hay obras como Mi vecino Totoro (1988) que giran en torno al ecologismo, otras con fuertes personajes femeninos como la citada Nausicaä o La princesa Mononoke (1997) y filmes antitotalitarios y pacifistas como El castillo ambulante (2004); basta con leer los análisis de los distintos filmes en el artículo dedicado a su filmografía para comprender que la defensa de estos valores son una constante que se entremezcla.
La posición política de Hayao Miyazaki siempre ha sido pública, cercano al marxismo en su juventud, ha defendido la praxis socialista incluso en el método de organización y trabajo de Studio Ghibli. En su madurez rechazó el marxismo, en concreto lo que compete a la distinción de clases, al apostar por una visión más “global” de las personas. Sin embargo, mantuvo sus principios de izquierda como puede verse a lo largo de su filmografía, en especial lo relativo al rechazo al capitalismo y a la globalización. Su visión se ha centrado más en combatir el impacto de la vida moderna en la naturaleza y las desigualdades inherentes al sistema capitalista.
En este sentido es valioso recuperar de nuevo a Zizek, el filósofo esloveno es uno de los principales intelectuales de la izquierda europea y su concepción del marxismo se aproxima mucho al funcionamiento de la obra de Miyazaki a nivel ideológico. Zizek apuesta, no por aplicar el comunismo de Marx a la sociedad de hoy, sino por analizar la sociedad de hoy en términos marxistas adaptando constantemente el comunismo. Es decir, ser fieles a las ideas de emancipación y justicia social, y perseguirlas según los parámetros de la sociedad de hoy. Esto se consigue, según Zizek, desde un activismo global, en lugar de combatir los problemas uno a uno y por separado: el capitalismo por un lado, el racismo por otro, el sexismo por otro, etc; proponer una lucha transversal contra todos los elementos que nos alejan de nuestro horizonte. Y esto es exactamente lo que hace el cine de Hayao Miyazaki.
En sus más de treinta años de carrera el director japonés no ha cesado de combatir el mundo actual de una manera global, desde todos los ángulos y, lo que es más importante, promoviendo una alternativa ecologista, feminista y pacifista; bajo la óptica de Zizek, profundamente marxista. Miyazaki además de como maestro de la animación, debe ser reconocido como un cineasta político, por su constante de activismo a través de la imagen y por la defensa de la justicia social. Con su retirada perdemos un cine político radical, renovador e imaginativo, pero deja un legado de compromiso y valores que es fundamental en la educación audiovisual y personal de las generaciones futuras.
las ideas de izquierdas se ven interesantes desde afuera pero nosotros quienes lo hemos vivido la odiamos con toda el alma, la desigualdad no es el problema sino la pobreza, la desigualdad no es objetivamente mala es la pobreza la que es imnerentemente diabolica amo las peliculas de Miyasaki