Festival Cines del Sur 2014: Día 4 (Bastardo, 40 Days of Silence)

Debido a las características de un festival como Cines del Sur, a lo largo de estos días creemos poder acercarnos a sociedades muy distintas y alejadas a a las nuestras, incluso comprenderlas a fondo, lo que como críticos y espectadores puede hacernos caer en un punto de vista superficial que simplifique sus problemas y la posición cinematográfica de sus realizadores al respecto. En la jornada de ayer se agradeció la presencia de dos películas a concurso que crean su propio microcosmos alejado del enfoque habitual sobre la realidad, en sentido figurado y también de forma explícita, desplazando su foco de las ciudades a reducidos núcleos marginales o rurales apartados de la sociedad. La tunecina Bastardo (Néjib Belkhadi, 2013) y la Uzbeka 40 Days of Silence (Saodat Ismailova, 2013), ambas co-producciones internacionales avaladas tras su paso por los Festivales de Toronto y Berlín, respectivamente, mantienen el nivel de la Sección Oficial gracias a su rigor formal, configurando un universo estético y moral en busca de una fuerte identidad cinematográfica.

Bastardo (Néjib Belkadhi, 2013)

Bastardo

Con una planificación y puesta en escena de gran altura, repleta de movimientos de cámara elegantes y un gusto por el plano secuencia en movimiento que añade intensidad al metraje, la dirección quizá sirva en el futuro de carta de presentación del cineasta tunecino Néjib Belkaadhi para proyectos o co-producciones de mayor relevancia, pero lo cierto es que con el presente e insatisfactorio largometraje, no termina de disparar con puntería en el centro del engranaje temático que plantea.

Desarrollada en un barrio marginal de Túnez que se encuentra dominado por el férreo control de una familia, madre e hijo, que imponen un miedo frente al que surge la libertad de las nuevas tecnologías como cambio de paradigma. Un cambio que se produce con la instalación de un repetidor telefónico para dar cobertura a los móviles de la zona, a través del que se lleva a cabo una poco sutil metáfora sobre los peligros de las nuevas tecnologías y su influencia en la sociedad, pero más especialmente en el individuo que los controla. Y aunque de fondo plantea cuestiones acertadas, como el empobrecimiento moral y ético que arrastran el poder y el dinero consigo, durante su paulatino desarrollo no acierta a decidirse por construir con mayor sensibilidad el triángulo sentimental que se establece entre sus protagonistas, ni por adentrarse en el conflicto interior del Bastardo al que alude el título del film, un bebé encontrado en la basura que ya adulto logra casi sin pretenderlo el respeto y el poder que nunca había tenido.

Pero ese camino a la perdición sorprende, acaba produciendo una involuntaria versión tunecina de La red social (David Fincher, 2011). La relación platónica que el personaje principal siente por la famosa dueña de una zapatería, junto a su peso como revolucionario tecnológico en el barrio, unido por último además a un plano final que sustituye la obsesión moderna hacia el perfil de facebook por una más tradicional pero igualmente simbólica valla publicitaria, así nos lo transmiten. Y ciertamente, tampoco lo consideraremos un gran bagaje a recordar.

40 Days of Silence (Saodat Ismailova, 2013)

40 Days of Silence

Si hubo una película que apareció a menudo en mi cabeza contemplando 40 Days of Silence (Saodat Ismailova, 2013), no fue otra que La jungla interior (Juan Barrero, 2013). Desde su plano inicial, inmerso en otro mundo distinto al nuestro, o en otra mente, el film de Ismailova embriaga de sonidos y sensaciones todo aquello que el silencio no puede llenar. Un silencio que pesa, que se cuenta en voz baja día tras día, y del que la película cobra forma por medio de la relación entre mujeres de distintas generaciones de Uzbekistán, que se enfrentan a la tradición desde el dolor que brota desde lo más profundo de su interior. Curiosamente, ni un sólo hombre aparece a lo largo del metraje, pero su ausencia, como el voto de silencio de la de pequeña joven protagonista, dan razones a un dolor presentado de forma sutil, que se deja empapar por la naturaleza, tanto por amplias y largamente sostenidas panorámicas de los animales y la vegetación nevada, como en el movimiento de cámara más brusco y nocturno, pegado al cuerpo, transmitiendo la carga que conlleva su silencio. La forma de Ismailova de capturar el vientre femenino, por medio de unos acercamientos prácticamente táctiles de la cámara, pero en especial su capacidad para comprender y compartir su miedo por dar a luz, hacen tener fuertemente presente La jungla interior, ya que además, ambos largometrajes buscan su propia poética desde el cuerpo femenino. Y la buscan precisamente desde donde este nace, desde donde todos lo hacemos, hallando la pureza de lo aparentemente impuro.

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