Alcanzamos la recta final del festival con dos propuestas que se alejan por completo del concepto exótico que se tiende a exportar de sus respectivas culturas, camufladas en demasiadas ocasiones de paquete de vacaciones turísticas. No es precisamente el caso, su punto de vista va más allá también del retrato social, edifican todo un paisaje en declive y no dejan de ser dos películas que responden a una reacción, quien sabe si para no llegar a ningún sitio. La Myanmar de Ice Poison (Midi Z, 2014) y la India de Liar’s Dice (Geetu Mohandas, 2014) quizá tampoco puedan ofrecer respuesta a las dificultades de su sociedad, pero al menos sí conceden una escapatoria temporal a sus personajes, dos extrañas parejas de cuyo encuentro y huída somos cómplices.
Ice Poison (Midi Z, 2014)
De entre todas las películas de la Sección Oficial que hemos visto a lo largo de la semana, la que sin lugar a dudas posee una mirada más limpia no es otra que la olvidada en el palmarés Ice Poison (Midi Z, 2014), co-producción de Taiwan y Myanmar dirigida por Midi Z, alumno y apadrinado del relevante cineasta taiwanés Hou Hsiao-Hsien. La naturalidad de su puesta en escena, sustentada en gran medida mediante largos planos fijos casi a ras de suelo que otorgan la dignidad que en vano buscan sus personajes, en combinación con el uso de técnicas documentales en las calles del estado de Shan, al norte de Myanmar, propone la experiencia cinematográfica de mayor solidez y calado del certamen.
Su historia mínima, reflejando los problemas para preservar la vida rural de una zona empobrecida del país, se centra en dos jóvenes, un joven agricultor que tras una mala cosecha se convierte en moto-taxista para ganarse la vida, y una mujer desencantada de su matrimonio en China que vuelve a visitar a su abuelo enfermo. Entre canción y canción romántica en el karaoke, ambos establecen una inocente relación que les lleva al consumo de drogas como evasión de una realidad que finalmente les condena al contrabando como salida más fácil. Sin cargar las tintas, ni con exceso de dramatismo alguno, es desde esa puesta en escena tan limpia y sutil, cuya composición fotográfica crece exponencialmente al avance del metraje, a través de la que el film expresa con honestidad e inteligencia el sinsentido que trae consigo el fin de una época. Con toda seguridad, su explícita secuencia final no será plato de buen gusto para muchos, tampoco sé si es el lugar ni el momento apropiado de debatir su ética (nota: una vaca es sacrificada en un matadero), pero su razón de ser cierra el círculo de la narración y probablemente el de una forma de vida. Pese a todo, una película excepcional.
Liar’s Dice (Geetu Mohandas, 2014)
Realizada gracias a una ayuda del Festival de Rotterdam y proyectada en el pasado Festival de Sundance, Liar’s Dice (Geetu Mohandas, 2014) es todo un ejemplo de un cine fuera de la industria de Bollywood que se esmera por buscar las historias que no se cuentan, ni mucho menos se cantan y bailan. Desafortunadamente, el resultado final no es tan sólido como cabría esperar de esta road movie desoladora y atípica, que sigue a una mujer, su adorable hija pequeña y un pequeño cabrito, desde el nevado pueblo en la frontera de indo-tibetana en el que viven, en dirección a Nueva Delhi en busca del padre de familia, obrero en la construcción y del que desde hace meses no tienen noticias.
Por el camino, su encuentro con un hombre que esconde ciertos secretos y que se gana la vida como timador callejero, de ahí los dados trucados del título, se resiente demasiado en su intento por aproximarse a un estilo prototípico del cine independiente, aquel que confronta a dos personajes claramente opuestos para progresivamente ir acercándolos, y al que más allá de una mirada derrotada al paisaje que recorren viajando en tren y autobús, no insufla la suficiente personalidad tras las cámaras. De hecho, su guión siempre juega con ventaja, hace trampas, como en la previsible y torpemente realizada secuencia en el que el hombre se baja del autobús para acompañarlas, y que incluso sin quererlo nos manipula hasta llegar a un desenlace abierto, tan insatisfactorio que necesita subrayarnos, antes de los títulos de crédito, que esta es una historia que sucede a diario para así poder golpearnos.