El lector de cine está familiarizado con los volúmenes en los que historiadores o críticos analizan la relación entre el cine y la política, partiendo del objeto fílmico para estudiar movimientos históricos concretos, tendencias en la producción audiovisual o ideologías de directores. No es necesario descubrir a estas alturas la potencialidad del cine como constructor de imaginarios y discursos, pero parece que desde las ciencias sociales sigue tratándose como una herramienta secundaria o un elemento de apoyo. Esta idea es la que intenta desmontar el libro Maquiavelo frente a la gran pantalla (Ediciones Akal), presentando las cuestiones políticas como objeto de estudio y las películas como herramientas para comprender el pensamiento de grandes maestros de la ciencia política.
De esta forma, sitúa a Slavoj Zizek en Katyn (Andrzej Wajda, 2007) para hablar de la memoria histórica, a Frantz Fanon en Apocalypse Now (Francis Ford Coppola, 1979) para tratar el colonialismo o a Judith Butler en Lolita (Stanley Kubrick, 1962) para comprender el feminismo. Dando por válida la capacidad del cine para crear discursos hegemónicos, lo que trata el libro de demostrar es el carácter epistémico de los filmes, su nivel de veracidad empírica por encima de otras formas de percepción. Y todo ello, mojándose y buscando relaciones que creen significados polémicos. El libro pretende ser, según su autor, “un homenaje a las amistades políticas peligrosas”. Además de Maquiavelo, se estudian las influencias de otros “malditos” como el Marqués de Sade, Hobbes o Schmitt; a colación de películas como Dogville (Lars von Trier, 2003), La batalla de Argel (Gillo Pontecorvo, 1965) o Amores perros (Alejandro González Iñárritu, 2000).
El autor de este original trabajo, que no lo hemos mencionado, es un profesor de ciencias políticas del que hace unos meses, cuando presentó el libro, habría que haber dado múltiples referencias. Hoy, levanta la simpatía de muchos y el rechazo de otros a raíz de su irrupción en el tablero político español. Como ya habrán adivinado hablamos de Pablo Iglesias Turrión, europarlamentario y cabeza visible de Podemos.
Más allá de las filias y las fobias que pueda despertar como actor político, su multiexposición en los medios no debe influir en nuestra valoración de su trabajo académico. Maquiavelo frente a la gran pantalla está escrito con originalidad y provocación -muchas de las ideas que relaciona pueden ser muy discutidas- pero, sobre todo, está escrito con el rigor propio de un politólogo. Las referencias bibliográficas son constantes, haciendo del total, un libro ameno pero complejo, cargado de significados y de lectura lenta si no se está familiarizado con los conceptos de la ciencia política.