Estos días: Crisis en segundo término

La normalidad de la crisis

Tras su paso por el Festival de Cannes, Hermosa juventud (Jaime Rosales, 2014) llegaba a los cines españoles acaparando la etiqueta de “película sobre la crisis” al narrar la historia de una pareja de jóvenes que tienen que soportar el trabajo precario o directamente la ausencia de él. Hace apenas unas semanas conocíamos Ärtico (2014), tercer largometraje de Gabriel Velázquez, que obtuvo una Mención Especial en la sección Generation de la pasada Berlinale, cuya propuesta formal envuelve una premisa similar aunque la acción sea desplazada al entorno rural. Además, pocos meses atrás se estrenaba en el Atlántida Film Fest Estos días (2013), primera película de Diego Llorente que pasaba injustamente desapercibida, quizá porque, dentro de esa pluralidad de miradas que abordan el tándem crisis y jóvenes, Llorente apostaba por un punto de vista más moderado en términos dramáticos y tomaba el riesgo de desteñir cualquier síntoma de romanticismo que pudiera brotar tanto de la narración como de la estética (una baza con la que, fuera de nuestras fronteras, jugaban conscientemente Frances Ha y Oh Boy).

Estos días

Estos días – Hermosa juventud

Si este artículo entra de lleno en el terreno de las comparaciones no es con el afán de situar una película por encima de otra, ni de determinar cuál de ellas vino primero. El objetivo es comprobar de qué manera el cine español está respondiendo al contexto socio-político actual y qué líneas de actuación son las más transitadas y, especialmente, cuáles las menos. Los jóvenes de estas tres películas, que se sitúan geográfica y socialmente en espacios diferentes, pueden darnos alguna pista sobre ello.

Partiendo de este último punto -los caminos menos explorados-, podríamos argumentar que la peculiaridad de Estos días es que se basa en un tipo de normalidad que repele el material dramático. Su protagonista, Manu, es un joven en paro que vive con sus padres y cuya rutina se reparte en gestos cotidianos: comer, hacer ejercicio, ver una película, volver a cocinar, etc… El argumento se desliza por estas acciones mínimas sin buscar ningún germen de conflicto. No estamos, por tanto, ante un protagonista que ocupa (o pierde) el tiempo en pensar futuros proyectos y cuya vocación artística de algún modo puede justificar la dispersión a ojos del espectador (como ocurría con León en Los ilusos o Daniel Castro en Ilusión). Los personajes de Estos días no viven en una burbuja burguesa ni en una barriada de la gran ciudad. Son el reflejo de esa clase media que la crisis empuja hacia abajo pero que de momento todavía puede mantener una calidad de vida aparentemente serena.

Esta condición de clase es importante para entender el planteamiento narrativo de la película y la distingue de las otras dos cintas mencionadas anteriormente, que se acercan a hogares más desfavorecidos. En cualquier ficción el comportamiento de los personajes depende de cómo y cuánto el guion (¿la vida?) le apriete las tuercas. Tanto en Hermosa juventud como en Ärtico un embarazo no deseado obliga a los protagonistas a buscar soluciones más extremas a su situación y a la inestabilidad de sus familias: se producen robos y peleas, se recurre a la pornografía, a las drogas, etc…

ärtico

ärtico

En Estos días no hay presiones de este tipo, ni la paternidad llega antes de tiempo -algo que a veces se torna ya un lugar común para acorralar a los personajes-. La familia comparece en la película de pasada y no emite ningún juicio negativo ni ejerce un rol sobreprotector como lo hacía en Todos queremos lo mejor para ella (Mar Coll, 2013). En esta ausencia de acontecimientos extraordinarios, la estrategia que sigue Llorente consiste en sustituir la desesperación explícita por un desasosiego mucho más sutil que se desprende de la repetición de las acciones, de ese bucle que paraliza aun más al protagonista y desemboca en la sensación de que el tiempo y la vida transcurren con naturalidad mientras Manu permanece estancado, sin que nadie se percate de su quietud vital.

Podría ocurrir que con este desarrollo tan mínimo la película pecara de una excesiva frialdad. Si bien la identificación emocional -que por ejemplo sí alcanza Hermosa juventud– no es una de sus prioridades, Llorente tampoco adopta una posición tan aséptica como la de Velázquez. Los encuadres perfectos con los que Ärtico nos presenta la decadencia no tienen cabida en Estos días y como resultado se pierde esa belleza pictórica pero la distancia entre espectador y personaje se reduce. Cuando la belleza surge en Estos días lo hace de forma inesperada y efímera, ya sea en el vaivén de las hojas de los árboles o en el juego de un niño en el vagón de tren.

Otro aspecto diferenciador es que en esta película los dispositivos tecnológicos reclaman la atención de los personajes pero no se adueñan del relato. Si Rosales utiliza la mensajería instantánea como elemento narrativo, aquí los móviles, las consolas y las pantallas se quedan en un off tan corriente como verosímil, aunque jueguen un papel importante para informarnos desde el fuera de campo sonoro sobre el desempleo y la corrupción. Esta presencia de la crisis en segundo término, siempre desenfocado pero insistente, no se traduce en una asfixia económica ni anímica, pero va lastrando los ánimos y la confianza de Manu, casi sin que él se dé cuenta. Es así cómo la película nos hace conscientes de que hemos integrado la crisis en nuestra cotidianidad, que nos hemos acostumbrado tanto a convivir con ella que la postración y languidez del personaje -como la retórica del decrecimiento, los recortes sociales y el runrún de las estadísticas- forman parte de la rutina. Ya no llama la atención, ya todo esto parece normal.

Estos días

Estos días

Al poner sobre la mesa el perfil de este otro joven, uno al que la crisis no maltrata a puñetazos pero cuyo futuro también consume, Estos días viene a completar un hueco en el mapa cinematográfico que nos tiene acostumbrados a retratar estas cuestiones sociales con un comportamiento más pendular, de extremo a extremo, sin prestar demasiada atención a la falsa estabilidad que se vive en el medio. Una última conclusión: ninguna de las tres películas tiene un final esperanzador. Nadie se atreve todavía a apostar por un desenlace feliz. O siquiera un desenlace.

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