Un alto en el camino
El cine sobre conflictos adolescentes, siempre presentado con pretensiones de cercanía y personajes conmovedores, suele acabar transitando por el camino que precisamente quiere evitar: el de la incredulidad. Las ovejas descarriadas terminan siendo acogidas por un personaje de mandato inquebrantable, generalmente bastante lacónico, y que suele arrastrar conflictos con los que convive mientras lleva a cabo su misión.
Por eso se agradece que Las vidas de Grace (Short Term 12, Destin Cretton, 2013) opte por una visión mucho más realista y comprometida con la importancia y gravedad de los conflictos que plantea. El título en versión original es el nombre de la institución que acoge a menores de edad que por diversas circunstancias se encuentran aparentemente solos frente a un mundo al que aún no han comenzado a enfrentarse. Pero solo es aparentemente, porque cuentan con la ayuda de jóvenes que dedican su vida a intentar encauzar las de otros. No son ex-marines ni señores autoritarios y callados, solo personas que han pasado por las mismas penurias y que afortunadamente han podido contarlo.
Sin tomar en ningún momento el camino fácil, Denis Cretton escoge en su segundo largometraje el tono perfecto para que las malas experiencias de los protagonistas no eclipsen en todo momento el espíritu y la enseñanza vital que intentan inculcarle sus cuidadores, convirtiendo este periplo en un cuento agridulce que aprovecha con mucha destreza todos los espacios de un centro de acogida que pocas veces abandona.
Sobre un acertado reparto de intérpretes jóvenes destaca Brie Larson, una actriz que se estaba abriendo paso en producciones de éxito con papeles secundarios y que ofrece aquí una interpretación con tantos matices como los de su personaje, ayudando a los demás con sus problemas cuando es incapaz de afrontar los propios. El posicionamiento de Cretton es en todo momento honesto y sencillo, centrado en las motivaciones de sus personajes, comprendiéndolos pero a la vez distanciándose cuando la historia se lo pide. Una actitud muy parecida a la que deben tener estos voluntarios, sosteniendo la bici del niño durante un tiempo hasta que no cabe otra opción que dejarles marchar