Infiltrados en la universidad

Todos contentos

En una escena de Resacón 2, ¡ahora en Tailandia! (The Hangover. Part II, Todd Phillips, 2011) el personaje de Ed Helms interpelaba con furia a los cielos sobre la absurda probabilidad de que la monumental resaca y sus impredecibles consecuencias de la cinta anterior se estuvieran repitiendo en la presente. El grito desesperado de socorro era uno dirigido también al espectador, y la única vía de intentar hacerle entrar en el idéntico juego por segunda vez. La estrategia funcionó con algunos –entre los que se incluye quien firma esta pieza– pero empañó el grato recuerdo de la anterior para otros. Ahora, Infiltrados en la universidad (22 Jump Street, 2014), hace de esa jugada su partido completo, explotando todas las posibilidades del concepto de secuela y manteniendo así paradójicamente la gracia y frescura que hizo de la primera tan bienvenida sorpresa.

Infiltrados en la universidad

El gran acierto de Infiltrados en clase (21 Jump Street, Philip Lord & Chris Miller, 2012) era la revisión que hacía de los viejos códigos del cine y seriales de institutos, tanto en el contexto cinematográfico como a nivel de esa jungla de taquillas y colectivos sociales perfectamente definidos que es la escuela. La transición a la universidad, entre hermandades y quarterbacks, no ofrece un análisis tan certero, si bien se mantienen la diversión, continuas sorpresas y giros de guión, uno en el que Jonah Hill vuelve a colaborar. La química precisamente entre éste y Channing Tatum, más que confirmados ambos como autoridades en esto de la comedia, sólo se resiente en esta entrega como parte del arco argumental de sus personajes: en la ficción una pantalla dividida hace las veces de pared infranqueable entre los dos, dando además la vuelta a la tortilla en cuanto al desarrollo de cada uno respecto a la anterior.

El Ron Swanson de Parks and Recreation, el actor Nick Offerman, alude al comienzo de la cinta a la impensable condición de reanudación de la historia, abogando así, para evitar líos y quebraderos de cabeza, por la repetición exacta de los parámetros de la anterior: ‘Do the same thing as last time. Everyone’s happy’. Como en la secuela de Resacón en Las Vegas (The Hangover, 2009) el guiño está lanzado a la platea, que asiste, como coda a la aventura, a unos espectaculares títulos de crédito finales que pulsan el botón de avanzado rápido hacia el futuro y que se encargan de reventar cualquier expectativa de un 23 Jump Street, dejando con una reflexión formidable e hilarante sobre la idea misma de secuela, cambios de actor –momento impagable– incluidos.

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