En la entrega de premios del Festival de Locarno, el presidente del jurado se quedó sin palabras para describir la película mexicana Navajazo, Leopardo de Oro de la sección Cineasti del presente, dedicada a primeras y segundas películas. Nosotros lo intentamos, pero faltan herramientas críticas con las que valorar en toda su extensión una propuesta tan radicalmente diferente al resto. Por ello, nada mejor que tener la suerte de conversar con su jovencísimo y reducido equipo -capitaneado por Ricardo Silva, su director-, que han dado forma a una película casi imposible de calificar (cine punk, ovni o bomba de relojería son algunas de las definiciones posibles), que cruza límites entre documental y ficción para presentar a ritmo de Albert Pla los diversos personajes que habitan una Tijuana apocalíptica.
¿Cómo surge el proyecto y tu contacto con este sub-mundo de Tijuana?
Bueno, yo soy del sur del país, de una zona alejada de la frontera, pero en los 80 con tres años llegué con mi familia a Tijuana. Tijuana no es México ni Estados Unidos, es un lugar paralelo. Y dentro de este contexto, Navajazo es la historia de la identidad de muchos personajes que buscan ser algo dentro de un mapa. Es un homenaje a su supervivencia, pueden soportar todo, van a sobrevivir.
Navajazo nace a partir de una serie de proyectos escolares. Yo estudié Sociología en Tijuana, que no he terminado realmente, y era mi pretexto para poder no escribir ensayos porque soy muy malo en la redacción. Hablé con mi coordinador y decidimos hacerlo en vídeo. Es cuando entré en contacto con Adrián [operador de cámara y director de fotografía de Navajazo] y empezamos a trabajar una serie de ensayos para acabar la escuela. Esos ejercicios los enfocamos más a lo que estábamos buscando, cuestionábamos cual era la función del realizador o del antropólogo dentro de la película.
Había una responsabilidad de lo que grabábamos, ¿cómo contar la historia de un grupo tan vulnerable y frágil? Navajazo nace con la idea de hacer una película desde un método, pero no nace como una película, nace con la idea de buscar algo, algo que no está en la película y que no creo que encontremos, una duda sobre la veracidad, sobre lo que es real o no. Tú vas a un personaje y le dices de hacer una película, aceptan porque quieren el dinero, enciendes la cámara y actúan. Pero yo no quería eso, Adrián tuvo la idea de comenzar a hacer planos largos hasta que ellos se cansaran. Crear este juego entre ficción y real, buscando una espontaneidad total de la cámara. En especial en la pelea, que fue la primera secuencia que grabamos, la cámara sigue grabando y a veces hasta olvidas que hay una cámara. Esta secuencia si te pones a pensarla es como la película, termina y ocurre el acto más mágico, llega la niña y abraza al papá. Eso es lo que queríamos en la película, esa normalización que hay de la violencia.
Presentas una impactante galería de personajes: Prostitutas, homeless, yonkis, una estrella del cine de Serie B, un director de cine porno, etc… Pero en ningún momento creo que la visión sobre ellos sea gratuita. Pese a ser una película abiertamente explícita, Navajazo cuenta con un discurso detrás muy elaborado, en especial en el montaje.
Un editor nos ayudó a montar la película, él arma un 40% de película, la edición es un trabajo magistral. Podríamos haber retratado la miseria, pero el trabajo de la película era de buscar otros perfiles de los que nosotros éramos parte en otro momento. Por ejemplo el director porno no existe, lo creamos para otro proyecto escolar. Había que realizar una serie de encuestas sobre tratas de personas y decidimos crear un casting falso de pornografía para así poder llegar a las chicas y buscar qué pasaba, cómo eran tratadas. Pero decidimos agarrar a un actor, que además hacía una serie para niños, que nos llegó con un discurso de que quería hacer pornografía basándose en el amor, algo que ya parecía como un chiste.
Lo magistral que tiene Navajazo es que todos realizamos la película con libertad. Adrián podía moverse con la cámara como quisiese. Paulina podía producir como quisiera. Dentro de este casting ocurre lo que yo buscaba, generar un conflicto para ver cómo lo resolvían en vivo, sin tener que responder a la cuarta pared. En ese casting hay un tipo que empieza a sentirse ofendido y comienza a dejar de ser el actor. El personaje comenzó a ser la persona, hubo un momento en el que se paró y quería dejar de grabar, no aguantó. Ahí es cuando habla a la cámara, me gustaba que ya no fuera el actor. La secuencia empieza con un personaje que poco a poco se va destruyendo, hasta terminar en un punto arruinado, cediendo ante algo que no existe, que es la cámara.
Forzáis todas las secuencias y las lleváis a un punto extremo. Entre todas destaca la del yonki, en la que entra una de vuestras manos para apartar la cabeza de la chica, que estaba tapando el plano, lo cual es tremendo.
Como te decía, era ser responsable de lo que estábamos grabando. Por la posición de la cámara ocurre eso y nosotros queríamos que ocurriera, acomodar el encuadre. Esa escena creo que es una de las que más molestan en la ética de cada uno, en esa escena es cuando la gente sale. Se van porque piensan que estás ya burlándote de ellos, con los créditos falsos de vídeo doméstico que parecen un chiste. Lo que empiezan a ver como realidad termina como una película, esa era la idea de esta secuencia. Todas las secuencias el editor y yo las pensábamos como cortos independientes, el editor escribió un texto, estas viñetas que separan la película y le dan un contexto.
Además de su aspecto agresivo, la película tiene una construcción peculiar, trazáis todos los temas y personajes en torno al Apocalipsis en Tijuana ¿Cómo llegáis a esa visión sobre una realidad tan concreta?
El Apocalipsis nace al ver el material y preguntarnos qué hacer. Yo no llego con una concepción total de la película, llevo pedazos por hacer. Fue un trabajo de tres o cuatro meses con el editor, que tenía un contrato con otra película, así que llegamos a un acuerdo por el que yo trabajaba de ayudante de edición suyo durante la semana, y los fines de semana hacíamos mi película. Hablábamos sobre lo que veíamos en la película, empezamos a pensar en un momento histórico, pero el ejercicio no nos daba… hasta que vimos Mad Max (risas). Su contexto apocalíptico creo que nos dio el pretexto, la pusimos en el timeline de la edición y dijimos: Vamos a trabajar a base de Mad Max. Porque teníamos todo, al músico que podría ser un chaman extraño, la catástrofe del hombre de los juguetes que construía algo para lo que nunca fue ni está… Nos parecían los personajes del mundo de Mad Max.
¿Cómo te afecta personalmente el film?
La película tiene una dedicatoria muy especial para mi hermano. Llegamos a Tijuana siendo una familia de clase baja, media tampoco. Mi hermano trabajaba en esta zona, era dealer, y yo de niño siempre veía lo que se vivía ahí, era muy consciente de lo que existe en esos lugares porque lo he visto en mi familia. Mi hermano vivía lo que vivían estos personajes. Empecé a estudiar cine en la capital, pero no tenía beca y regresé a trabajar en prensa por las necesidades del contexto, Tijuana sufría un incremento de la violencia con los cartel y los narcos muy duro, el único requisito para trabajar era saber usar una cámara, pero como yo estaba desconectado de los códigos de la policía, llamaba a mi hermano para que me avisara si había algún muerto o algo sucedía. Yo y mi hermano tuvimos una relación muy extraña, no fue como de hermanos, pasamos nuestras vidas muy separadas. La enfermedad o adicción que él tenía lo separaba de la familia. Es alguien a quien conoces muy bien pero no lo conoces. Comencé a tener una relación muy estrecha con él desde entonces, empezaba a descubrir a una persona que no conocía. Y él me empieza a conectar con todo esta gente, no puedo negar cuál es mi acercamiento.
¿Cuál de las historias de Navajazo te generaba mayor empatía?
Mi favorita es la de happy face. Cuando le conocí le pregunté por qué tenía un tatuaje en el pito y me empezó a contar su historia, que al principio parece de chiste, pero la profundidad que tiene su tatuaje en el pito me dio una idea de lo que estaba haciendo con la película. En el fondo la relación con todos partía de manera natural, yo usaba estas cosas para empezar a hacer mi película, happy face me contó que lo quería era ser diferente a todos los de la cárcel, no quería un tatuaje normal. Pero esta idea estética iba más allá del tatuaje, era de identidad, él buscaba ser alguien, buscaba ser reconocido. Su escena es inesperada pero también muy profunda.
¿Pero cómo voy a tener empatía si vengo aquí a Suiza? ¿Cómo voy a tener empatía si ese hombre sigue en el hoyo? En el Q&A me dijeron que mi falta de ética era gravísima. Me lo dijo el director de The Iron Ministry, de hecho, que le gustaba mi película pero no la falta de ética. Yo no tengo peros con su película, pero él si tiene con la mía (risas). Creo que es innegable que hay una mala ética dentro de Navajazo, no puedo decir que es mentira. Es una película de mucho análisis, cumple con el objetivo de ser algo muy debatible y que no permite una postura a favor ni en contra. Yo no tengo una postura buena ni mala sobre Navajazo, roza la explotación y la mala ética, pero también es una película que te puede enseñar que hay cosas que se pueden contar de otra forma, esa es su virtud.
Viendo Navajazo en el pase de prensa notaba que la gente se ofendía por momentos, otros se marchaban de la sala, pero muchos también se reían o incluso conectaban con los momentos musicales. Esa contradicción a veces es necesaria para generar debate, en tu película hay tanta realidad como tanta mentira que uno no sabe muy bien cómo atacarla. Es una bomba de relojería, repleta de instantes brillantes como de otros que generan dudas.
Yo a veces espero que me ataquen más, pero nunca lo hacen porque creo que ocurre algo especial con la película, viste algo pero no sabes muy bien qué. A la gente que le gusta, le gusta mucho, y al que no, se va de la sala y jamás termina de verla. A veces es necesario hacer pensar al espectador qué está haciendo en el cine. Sobre esa base nosotros empezamos a creer que desde un punto de vista independiente podíamos seguir desarrollando esta perspectiva. Con lo ganado en un par de festivales en México vamos a realizar un cortometraje en el que continuar esta visión. Creemos que es un momento importante en el cine en Tijuana, la gente está abierta a estas propuestas y piensa el cine para reflexionar sobre el mundo.
Parece moverse mucho cine de contrabando en Tijuana, con películas caseras, muy baratas y populares ¿Cuál es la situación del cine en Tijuana y Navajazo como encaja?
Navajazo entra en los circuitos ni siquiera culturales, en los circuitos de amigos (risas). Ahora si está entrando en el circuito cultural, por suerte México ya no es un circuito centralizado, está mirando más al norte. Hay muchos realizadores tijuanenses, cada uno hace su cine como puede hacerlo, con lana o sin lana, hay cine de todo tipo. Estos video-homes son parte de la frontera, son películas hechas para el ciudadano que vive en Estados Unidos y no puede regresar a México. Es increíble cómo puede haber una industria consciente de que hay tanto emigrante que quiere ver las noticias de Tijuana, pero no desde el punto de vista de las televisiones latinas, sino las de los propios mexicanos. Son películas muy baratas, en las que muchos de los personajes que salen son gente del narco, sicarios reales, las armas son reales porque es más fácil conseguirlas… y además estos tipos se convierten en estrellas, como el personaje que incluimos en Navajazo. Yo quería hacer un making-off de estas películas y lo estuve practicando, pero más adelante la idea era que hubiera un corto de videohome dentro de Navajazo, Y era tan malo que el editor me dijo que funcionaba.
¿Cuánto tiempo duró el rodaje de Navajazo?
Cuatro años.
¿Entre la pre-producción y el montaje final?
¿Pre-producción? Jamás (risas). No era una película, realmente era un proyecto. Cuando decidimos hacer la película es cuando llega Paulina [productora de Navajazo] a nuestras vidas. Teníamos dos productoras antes con las que no fue bien, también entiendo que es difícil producir algo así, no hubo entendimiento. Paulina era muy joven, tenía 18 o 19 años cuando entra a la película. Ella sabía cómo producir, pero no tenía una estructura cuadriculada en la cabeza como los otros productores, era la persona adecuada, tenía muchas ganas de trabajar y de sacar el proyecto adelante.
Ningún productor convencional ni ninguna institución habría sacado adelante vuestra película.
Hemos recibido reconocimientos y eso nos ayuda a seguir adelante, pero por ello en esta pequeña empresa hemos diseñado películas muy baratas, para poder seguir con independencia y no depender de nadie. Adrián pidió un préstamo para comprar una cámara Red One, pero lo increíble es que somos cuatro y somos personas que queremos hacer cine. Todos tenemos nuestros trabajos en otras cosas y queremos seguir haciendo películas, sabemos que en algún momento hará falta más dinero, pero lo que le está sucediendo a Navajazo nos inspira. Que esté aquí en Locarno es algo que hace seis o siete meses era algo que no sabíamos si iba a pasar, ¡la película fue rechazada del Festival de mi Universidad! Por aquel entonces la mandamos a un Festival de México y la encontró Max Cruz, que es nuestro distribuidor y cambió la ruta de la película. Desde entonces Navajazo ha ido subiendo y subiendo, no pensábamos jamás en estar aquí o ganar premios.
¿Los próximos proyectos seguirán retratando esta Tijuana?
Sí, por cuestiones económicas y porque es donde residimos. Navajazo es una película única que no sé si vamos a poder repetir ni lograr algo que se parezca. Por el contexto y la idea, es irrepetible, había una inocencia en nosotros muy grande, por lo que tenemos que avanzar. La siguiente película seguirá madurando esto, ya no te perdonan el mal audio ni tantas cosas técnicas de la película, pero sí, queremos seguir con los métodos que hemos llevado a cabo.
Por último, quizá uno de los detalles más sorprendentes de la película sea el uso de canciones en catalán, en especial la mayoría de ellas de Albert Pla ¿Cómo se produce esta asociación de ideas?
A Albert Pla lo conocí en Tijuana después de un concierto hace muchos años. Traía un show llamado Matacerdos, me colé al backstage y recuerdo encontrármelo, decirle que me gustaba mucho su música y que le quería hacer un video. A los años lo volví a ver y me dijo que sin problema, aunque no puedo decir que soy su amigo. Pero con quien hice una buena relación es con Pedro Páramo, su manager. Así que cuando ya empiezo a construir la película se me ocurre pedirle si puede hacer la música, le enseñé un footage y me respondió que a Albert Pla le gustó mucho, algo que podría haber dicho por decirlo, pero creo que le gustó de verdad y que se emocionó un poco. Además, usé su disco de canciones de cuna porque trataba muy bien a los personajes, les arrullaba, era una manera de quererlos.
El hecho de montar las secuencias pornográficas con su música, además de concluir la película con una canción popular catalana, aporta un contraste poético que nos transporta de la realidad. ¿Hasta qué punto buscabas distanciarte?
Sí, es un cover de una canción de cuna en catalán muy famosa. Eso es lo que queríamos hacer con la música, el cambio de lenguaje y el idioma crea una atmósfera de cine, crea una atmósfera de algo que quieres mostrar. La gente se ofende mucho en Tijuana con la película, pero yo no creo que eso sea Tijuana, Navajazo es una atmósfera diferente a lo que es Tijuana. Es evidente que es Tijuana, pero no hablas de una espacio, hablas de un momento, de otras cosas. Además, creo que una película que no tiene problemas es una película con muchos problemas. Esta película tiene tantos problemas que no vamos a parar de hablar de ella. Se trataba de eso, hacer ir a la gente a la sala para sentir algo, para sentir el cine. Y la esencia más pura del cine es esto, que te vayas con algo, que algo te pase. Navajazo tiene eso.
¿Hay opciones de verla en España o todavía es pronto?
Es pronto, aún no han contactado con nosotros. Pero ahora mismo decimos sí a todo, por lo que nos gustaría mucho ir a España y que en algún momento Albert estuviera en la sesiones, aunque sabemos que eso es difícil.
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