40 años no es nada. Reflejos y derivas del cine militante español contemporáneo

Sobre el desconcierto 

La Asociación de Cine Documental DOCMA ha desarrollado durante las primeras dos semanas de septiembre, en colaboración con la Fundación SGAE, una muestra documental que con el título “40 años no es nada, Reflejos y derivas del cine militante español contemporáneo” ha permitido proyectar en la madrileña sala Berlanga una buena muestra de las obras del cine más político y militante que se ha estado produciendo en España en las últimas décadas. Específicamente, el ciclo, diseñado por los cineastas y críticos Samuel Alarcón y David Varela, se ha centrado en dos épocas muy concretas de nuestra historia reciente. Por un lado, se han podido ver cintas realizadas durante los últimos estertores del Franquismo y la Transición y por otro el cine más aguerrido producido al calor del movimiento 15M y la crisis económica actual.

Precisamente, el dialogo entre esas dos épocas, aparentemente tan distintas y sin embargo obviamente conectadas, ha sido la columna vertebral del ciclo que se estructuró en base a programas dobles que en la mayoría de los casos confrontaban la visión de entonces y la actual de diversos temas de carácter político y social. Lo más curioso es que en muchos casos, sobre todo en las películas directamente relacionadas con temas sociales, es difícil apreciar la evolución de nuestra sociedad, a pesar de los cuarenta años que separaban algunas cintas.

40 años no es nada

El formato se completó con la organización de diversos coloquios que servían de nexo de unión entre las cintas de cada programa doble. En dichas charlas, moderadas por Alarcón y Varela, se pudo ver y escuchar a la inmensa mayoría de los directores de la muestra (Pere Portabella fue quizás la única gran ausencia) como Alfonso Amador, Tino Calabuig, Mercedes Álvarez, Adolfo Garijo, Mariano Lisa y Carlos Serrano. Dichas charlas, si bien tuvieron un tono muy desigual, se centraron sobre todo en analizar el contexto social y político de ambas épocas, sus similitudes y diferencias y se centraron en muchos casos en el papel del cine en un contexto revolucionario y su utilización como herramienta propagandística. Se reflexionó sobre su auténtica utilidad, sobre cierta complacencia ideológica y sobre todo, se intentaron buscar causas a porque tras la Transición y hasta la convulsión producida por la crisis económica que desemboco en el movimiento “desencantado” del 15M, ha existido una especie de silencio militante en el cine español de casi tres décadas. Quizás eso sí, se echó de menos en los debates reflexionar un poco más sobre los artefactos fílmicos en sí y en el porqué de una evolución obvia desde el punto de vista formal.

Hablando ya específicamente de la selección de cintas, de nuevo se puede hablar de un grupo muy heterogéneo de películas y con un valor muy variable. En la muestra se pudieron ver desde cintas cuyo máximo valor radicaba en la dimensión “arqueológica” y social como las componentes de la sesión de “Colectivos” (El Campo para el hombre, Largo Viaje hacia la ira, Can Serra) a cintas mucho más ambiciosas y relevantes por su intento de abrir nuevos espacios de diálogo formal, como la imponente Del Poder (Zaván, 2011) de la que hablaremos más adelante.

Así mismo, la organización en forma de sesiones dobles abría de nuevo una puerta a un dialogo mucho más directo y claro entre las películas proyectadas. Y si bien en algunos casos el nexo de unión entre cintas quedaba más difuso, en otros el dialogo era tan potente que la sesión llegaba a cotas clarividentes, como es ese dupla de la acción de la palabra que conforman VidaExtra (Ramiro Ledo Cordeiro) y El Sopar (Pere Portabella). La forma tan poderosa en que ambas cintas dialogan, se responden y potencian mutuamente ofrece un muy interesante díptico en el que vemos la evolución del revolucionario español desde la clandestinidad hacia la acomodación burguesa, desde los que sufren con estoicismo de las contrapartidas de sus acciones, hasta los que simplemente se lamentan de no actuar. Solo por esta sesión ya puede quedar validado un formato que en otros momentos deparó relaciones mucho más confusas si bien siempre con fugas interesantes.

Numax presenta...

Numax presenta… (Joaquim Jordà, 1980)

Quizás una de las grandes conclusiones que se pudo extraer del maremágnum de cintas de muy diversa procedencia que se pudieron ver es que las películas de los setenta estaban prisioneras en la mayoría de los casos de la necesidad de inmediatez y de un férreo control ideológico, como en el caso de Numax presenta… (Joaquim Jordà, 1980), en la que Jordà desperdicia en parte las posibilidad del dispositivo formal elegido (y que la sitúan, como acertadamente se anotó en uno de los coloquios, como el contrapunto documental del Todo va bien de Godard) en pos de un didactismo ideológico que la acaban haciendo chirriar y saturando de política sus imágenes. Algo que quizás solo la cinta de Portabella sabe gestionar.

El Sopar fue una de las obras imprescindibles de la muestra y probablemente la obra menos críptica de todas las que componen la filmografía del cineasta catalán. Si bien se trata de una obra marcadamente política en la que el discurso en boca de sus protagonistas ocupa el lugar central, el director sabe crear un artefacto (la película nos nuestra a sus protagonistas preparando la comida y posteriormente cenando mientras discuten sobre la experiencia de estar en prisión siendo un militante revolucionario, precisamente la noche en que se ejecutó a Salvador Puig Antich) que sabe ir mucho más allá y que a través de un montaje de contraposiciones, primeros planos y momentos de dislocación entre imagen y sonido (punto donde resuena VidaExtra) es capaz de mostrarnos las contradicciones y las dudas de los propios contertulios sobre sus afirmaciones.

VidaExtra (Ramiro Ledo Cordeiro, 2013) - El sopar (Pere Portabella, 1974)

VidaExtra (Ramiro Ledo Cordeiro, 2013) – El sopar (Pere Portabella, 1974)

La película, de esa manera, avanza desgranando diversos puntos de vista, desde los autocomplacientes hasta los más críticos en un crescendo emocional que culmina con un silencio de varios minutos sobre los rostros de sus protagonistas terminando de cenar, que hace que resuene en nuestras cabezas todo lo dicho anteriormente y que acaba dotando al tramo final de la película, de apenas cincuenta minutos, de una intensidad abrumadora.

La otra gran conclusión del ciclo es que, si algo distingue a la cosecha de los últimos años de la generación anterior es que, en esta nueva hornada la forma sí importa, y mucho. Frente a la inmediatez y la imperfección de muchas de sus antecesoras, las películas contemporáneas de la muestra son, en su inmensa mayoría mecanismos muy pensados y trabajados y con muy poco dejado al azar. En algunas, como en Mercados de futuros (Mercedes Álvarez, 2011), por desgracia, el artefacto se come a la película, que acaba pecando de un exceso de formalismo que solo es capaz de romper en su tramo final protagonizado por un chatarrero que es capaz de dotar de vida por fin a sus fotogramas. En otras, sin embargo, ese mecanismo se fusiona de manera indistinguible con su contenido obteniendo cintas de una gran fuerza. Este es el caso de las otras dos grandes obras de la muestra, 50 días de mayo (Alfonso Amador, 2011) y Del poder (Zaván, 2011).

La primera, centrada en la subida, auge y caída final del campamento 15M de la Plaza del Ayuntamiento de Valencia. La aparente espontaneidad de sus imágenes esconde una enorme inteligencia a la hora de seleccionar sus escenas y un especial cuidado por mostrarnos los pequeños detalles más que los grandes gestos. Es mucho más importante mostrarnos el temblor en la mano de un manifestante poco antes de coger el micrófono de la asamblea que escuchar las grandes soflamas anti-capitalistas. Y además, estamos, probablemente ante la más auto-consciente y auto-crítica de todas las cintas realizadas alrededor de aquellos días de mayo del 2011. Aquí no se van a esquivar ni las inconsistencias, ni las contradicciones ni los defectos del movimiento, si no que los veremos formando parte de un magnifico fresco que nos da una visión de 360 grados de aquellos días que nos conmovieron a todos.

40añosNOESNADA

Del poder (Zaván, 2011) – 50 días de mayo (Alfonso Amador, 2011)

Del poder se centra en otro momento distinto de la lucha anti-globalización (los disturbios de Genova en 2001) y se convierte, sin lugar a dudas en la película más compleja y ambiciosa de toda la muestra. Zaván (el seudónimo de su director que prefiere mantenerse en el anonimato) se nos muestra como un godariano radical y con sus Histoire(s) du Cinema como gran referente monta ante nuestros ojos un artefacto de found footage en el que la multiplicidad de puntos de vista, de texturas, de estéticas y de colores forman una película apabullante, medida al milímetro y en la que el tratamiento, también radical, de su banda sonora nos permite marcar con enorme dramatismo e intensidad los terribles sucesos que acabaron con cientos de heridos y la muerte de uno de los manifestantes.

En definitiva, una excelente iniciativa respaldada por un notable ejercicio de programación y que permitió por unos días, reflexionar sobre el estado del cine militante en nuestro país y para darnos cuenta de que, a pesar de todo, hay muchas cosas que, aún con los años transcurridos, siguen siendo igual en nuestra sociedad. Quizás, si algo hay que poner como pero a la iniciativa es la escasa afluencia de público durante las proyecciones. Es una lástima que ante el esfuerzo de DOCMA de poner en pantalla grande cintas prácticamente invisibles y difícilmente accesibles no haya habido una respuesta más numerosa por parte del público. Esperemos que en el futuro se pueda hacer un esfuerzo mayor de difusión, ya que este tipo de iniciativas son totalmente necesarias y deberían suscitar el interés de un público que se preocupa por el estado actual de las cosas.

2 Comments

  • Ufs! Quizá es un poco fuertecillo afirmar que “el máximo valor” de las películas del Colectivo de Cine de Clase, la Cooperativa de Cinema Alternatiu o Llorenç Soler es su “dimensión arqueológica”, ¿no? (me da la impresión, al menos, de que este juicio se deja algunos detallitos en el camino, no sé: la clandestinidad absoluta, primera representación de sujetos sociales invisibilizados, reinvención radical de los modos de producción/distribución/exhibición cinematográfica, etc. Por otra parte, ¿en serio Portabella (precisamente Portabella, que hizo y deshizo al dictado dogmático del PCE/PSUC) pasa por ser un ejemplo de superación de “férreo control ideológico”? ¿Y precisamente por contraste al Jordà de Numax?

    Que un cacao, vaya.

  • Hola Medvedkin,

    Muchas gracias por tus comentarios. Esta claro que todas las películas de la sesión de Colectivos eran muy valiosas por todas las razones que comentas, pero todas ellas son notas sociológicas e históricas del contexto de la época. Yo he intentado focalizar la crónica desde el punto de vista puramente cinematográfico, y en ese aspecto me temo que son mucho menos relevantes (si exceptuamos quizas la de Llorenç Soler, que es la más interesante de todas). En todo caso, creo que es importante conocerlas para ser conscientes de los movimientos subterráneos de esa época.

    Respecto a Portabella, de nuevo me he intentando focalizar en leer la película que se proyectó al margen del obvio bagaje político de Portabella. En El Sopar yo detecte que se arrojaba duda y reflexión desde la puesta en escena, algo que desgraciadamente está más ausente en la película de Jordá que me parece que cae mucho más en el simplismo y el didactismo.

    En todo caso, yo solo he intentado poner mi granito de arena desde mi modesta visión. Lo importante es que estas películas se vean, salgan del ostracismo y podamos discutir sobre ellas como estamos haciendo ahora. Algo que sin duda le debemos al valioso esfuerzo de DOCMA.

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