Dos días, una noche

Working class hero (is something to be)

Un fantasma recorre Europa… el fantasma de Sandra. La trabajadora interpretada por Marion Cotillard encarna, en su triste figura, un dilema recurrente de la clase obrera: elegir entre el individuo o el colectivo. En su travesía de dos días y una noche, Sandra debe convencer a sus compañeros de trabajo para que cambien el sentido de una votación que ha acabado con ella en la calle. El patrón de la empresa, dadas las circunstancias económicas, propuso que votaran entre un recorte de personal -el despido de Sandra- o la renuncia de una prima de mil euros. En la primera votación, con Sandra de baja por depresión, la mayoría optó por quedarse con la prima, pero Sandra ha conseguido una nueva votación y tiene tres días para conseguir que sus compañeros cambien de opinión.

El conflicto laboral sucede en una pequeña empresa. Sin directivos ni sindicatos, la cuestión queda entre trabajadores y la propuesta de la empresa los sitúa en un punto límite, de enfrentamiento entre iguales, sometidos a un método que no por democrático es menos injusto. Deben elegir por mayoría quien pierde y en cualquier caso perderá la clase trabajadora. El resultado de la votación, que no desvelaré, les sirve a los hermanos Dardenne para mantener el pulso de la trama pero sobre todo para exponer múltiples matices y puntos de vista ante una decisión que es un dilema de clase.

Dos dias, una noche

Los Dardenne han conseguido con una decena de películas hacer un cine sin fisuras, concreto y compacto; de cámara al hombro y moralmente combatiente. Esta película es un nuevo ejemplo de ello. Si alguien tiene alguna duda, dos Palmas de Oro reconocen sus méritos y la continua excelencia de su cine no hace descartar una tercera en cualquier momento. La mirada de los hermanos belgas siempre ha estado cerca de las clases bajas, ya sean los trabajadores o los marginados, en cualquier caso haciendo un cine social al que no se le puede objetar nada. Al contrario de lo que pueda suceder con otros directores y obras que se enmarcan en este género -tan denostado por algunos-, los Dardenne no formulan planteamientos maniqueos, juzgan comportamientos o, lo que es más importante, son condescendientes. Ellos siempre consiguen colocarse en un equilibrio imposible entre la distancia y la implicación, de ahí que su estilo nervioso y documental combine tan bien con la potencia emocional de sus historias.

Lo que componen Jean-Pierre y Luc Dardenne en Dos días, una noche (Deux jours, une nuit 2014) es casi un thriller social, una película que encuentra la emoción por la vía de la introspección -los personajes- pero también de la narración al enfrentarnos a una carrera contrarreloj. Abordar una película sobre la clase trabajadora en un momento en el que Europa -mediante las políticas neoliberales y de austeridad- ha destruido la clase media no deja de ser arriesgado pero los belgas tienen una enorme capacidad para sintonizar el estado de la sociedad, pese a llevar casi tres décadas haciendo cine han sabido adaptar sus sensores al momento actual y el resultado es claro y meridiano. A diferencia de otros filmes, en esta ocasión los directores no están poniendo el foco sobre los márgenes del sistema, lo están haciendo sobre el epicentro. La historia de Sandra es dolorosamente nuestra, empatizamos con ella y su situación pero también con la de sus compañeros. Por eso es tan importante que acompañemos en su viaje a Sandra porque en su espalda está la esperanza de la clase trabajadora que puede estar machacada pero que sigue teniendo en su mano la capacidad de ser heroica.

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