Con propuestas como Life After Beth y Dead Snow 2 la primera jornada del Fancine nos ha demostrado que el genero zombi goza de buena salud, o quizás sería más adecuado afirmar que el virus no solo no se ha detenido, sino que continua mutando en historias que aún tienen la capacidad de sorprender.
Jeff Baena es consciente de la maleabilidad de los códigos de este genero, jugando con lo que el espectador sobreentiende para crear nuevas reglas a partir de las suposiciones sobre lo clásico. En el “despertar” de Beth están las referencias a los pioneros, muertos que emergen en un cementerio, o incluso la alusión al zombie vudú haitiano más primigenio, lo que permite al director experimentar con sus nuevas criaturas: personas aparentemente sanas que en un principio solo experimentan lagunas temporales. Para Zach, el regreso de Beth no es más que una segunda oportunidad para decir y hacer todo lo que impidió una fatídica picadura de serpiente. Segundas oportunidades que recuerdan a las de los personajes de In the Flesh, la serie de la BBC en la que los zombies reanimados intentaban reinsertarse en la sociedad, con las dificultades que aquello suponía. A diferencia de aquella, en Life After Beth predomina un tono cómico con momentos bastante agridulces y otros que recuerdan a películas de terror más inocuas y gratificantes como Agárrame esos fantasmas (Peter Jackson, 1996).
Cuando en 2009 el director de cine noruego Tommy Wirkola estrenó Dead Snow, conocida en nuestro país como Zombis Nazis, pocos habrían augurado el masivo éxito de su propuesta y sólo unos pocos fieles su ulterior ingreso en ese denominado cine de culto que tan bien se ajusta a las costuras de los títulos de género. Anoche, en el marco incomparable del Fancine y en su más que apropiada sesión golfa, pudimos ver su secuela.
Acaso reproduciendo el modelo de la saga Posesión Infernal (Evil Dead), la cabaña en el bosque donde se conjuraba la invocación al mal en la primera parte, tesoro nazi mediante, extiende ahora su rango de influencias a una heterogeneidad de frentes que enriquecen aquella y elevan con acierto la comicidad, en especial gracias a la clásica pareja de incompetentes policías locales y a la inclusión de una patrulla zombi que incorpora la bandera estrellada al relato. Wirkola no sólo engrandece su propuesta traspasando fronteras espaciales sino que además asienta y profundiza en las bases de la mitología de estos zombis malditos, ejército de los infiernos que habrá de vérselas con los reds del título. El gore, en altas dosis, y el coronel Herzog regresan también puntuales a su cita con la saga, este último certificando aquí su estatus de icono absoluto del género.
Pablo Vigar & Pedro Villena