En su 52 edición el Festival Internacional de Cine de Gijón presentaba nuevas secciones con las que ampliar su ojo al cine contemporáneo, apostando fuertemente por el documental, el vídeo-arte e incluyendo las propuestas de los críticos con la sección Convergencias. Pero por encima de todo, y más allá del homenaje a su trayectoria para Terry Gilliam, las coherentes retrospectivas al filipino Brillante Mendoza y al genio de la animación independiente norteamericana Bill Plympton no podían definir mejor las coordenadas del festival, que aspira a ser referencia en animación en España y se niega a dejar de serlo en cuanto a cine de autor. Siempre sin perder el contacto con el público asturiano, que durante toda la semana llena el Jovellanos y los Cines Centro. Sin duda, un precioso reto.
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