De hermanos y convergencias
Converger para avanzar. No se trata de un eslogan electoral surgido a golpe de micrófono tras los resultados de las últimas encuestas que rompen el bipartidismo, sino de una perspectiva también saludable que permita acompañar el trabajo crítico de la difusión cinematográfica, la exhibición del material mismo con el que trabajamos. Ilusionante prueba de ello es la sección Convergencias del Festival de Gijón, que nace esta edición con el propósito de aglutinar propuestas de diversos críticos de todos los espectros e incluirlas dentro de la programación del festival. Un ejercicio de democratización pero también de impulso a la labor de la crítica, que fomenta los lazos de unión y el encuentro entre críticos y espectadores, cuestiones ante las que no podemos más que celebrar su existencia.
Prolongando la idea de convergencia, en el presente número de noviembre y diciembre nos alejamos de dogmas y cánones al situar a la misma altura dos filmografías tan relevantes y reconocibles dentro del cine contemporáneo como las de los hermanos Dardenne y los hermanos Farrelly. La mezcla puede resultar chocante, son cines difícilmente comparables que sin embargo nos atrevemos a tratar de forma paralela. La coincidencia en cartelera de Dos días, una noche y Dos tontos todavía más tontos nos ofrece la oportunidad de centrar nuestra atención en la manera de entender el cine de sus autores, dos parejas de hermanos con orígenes, intereses y trayectorias distintas que, más allá de sus diferencias, no les ha impedido alcanzar una identidad repleta de logros que creemos se deben atender con idéntico interés.
Inevitablemente, el último número del año siempre tiene algo de resumen y aunque intentaremos evitarlo no podemos obviar que el cambio a publicación bimestral ha provocado que abandonemos la inmediatez de los estrenos, el ritmo de publicaciones descienda y nuestro interés se desplace a los festivales: de Málaga a Locarno, continuando por el IBAFF, San Sebastián o Sitges, pero también Curtocircuíto o Alcances, espacios que nos devuelven un cine y estímulos con los que diseñar nuestra propia hoja de ruta. El abandono de la inmediatez de la cartelera en favor de la atención a los festivales consideramos que es un punto a favor para seguir gestando la perspectiva que número tras número nos permita construir un espacio más sólido y comprometido, pero sobre todo coherente y sostenible.
En esa dirección, el Festival de Cine Europeo de Sevilla y el Festival Internacional de Cine de Gijón son los dos grandes focos de la temporada. No faltaremos a su cita dedicando amplias crónicas de su secciones oficiales, pero también estaremos atentos a otros certámenes, entre ellos uno de los que recordamos con más cariño, el Festival de Cine Fantástico de la Universidad de Málaga, un FANCINE en el que crecimos como estudiantes y espectadores. No había mejor refugio para las clases (e incluso mejor lección) que una sala de cine, opinión que esperamos sigan compartiendo, haya fiesta o no.
Antonio M. Arenas y Gonzalo Ballesteros