Con el cambio del año llega uno de los momentos más esperados para la crítica y los lectores, las listas. Es uno de los ejercicios más divertidos pero también de los más importantes, el debate que se genera alrededor sirve para discutir, compartir, descubrir y volver a discutir las películas que nos han marcado durante estos doce meses. Además estas clasificaciones son una herramienta muy útil para mostrar el criterio propio y compartido, en este caso en Revista Magnolia conformamos una lista de veinte películas entre todas las estrenadas en cines u online durante 2014 en España.
En 2014 se esperaba el regreso de un puñado de grandes autores, las expectativas eran altas y a tenor de lo visto se han cumplido en su mayoría. De esta forma encontramos en nuestro particular Top 20, directores como Jim Jarmusch, Martin Scorsese, Roman Polanski, Hayao Miyazaki, los hermanos Dardenne o los Coen; y por si esto fuera poco no faltan a su cita anual habituales en nuestras listas como Wes Anderson o Richard Linklater. Un año de grandes películas firmadas por grandes autores y completadas con unas cuantas joyas que terminan por poner la guinda a un pastel irresistible.
Crítica
por Pedro Villena
Trufada de referencias a cineastas tan representativos en la historia del celuloide francés como Jaques Tati, el debut en la dirección de Antonin Peretjatko nos sitúa precisamente el día de la fiesta nacional del país galo, con imágenes a cámara rápida de François Hollande y otras personalidades en el desfile de las fuerzas armadas: un recurso tan sencillo como efectivo que convierte una situación protocolaria en satírica, anticipando el tono que iba a tomar la película. Aunque ese era solo el preámbulo de una anárquica road movie, atípica historia de amor irracional en una distopía francesa donde la crisis económica ha obligado a suspender un mes de vacaciones y la chica que vendía el New York Herald Tribune en Al final de la escapada (Jean Luc Godard, 1959) ahora comercializa guillotinas en miniatura.
por Gonzalo Ballesteros
Todo single tiene su reverso, y si el cine comercial ha explotado la fórmula de los vampiros, sólo era cuestión de tiempo disfrutar de su cara b. El encargado ha sido Jim Jarmusch, que siguiendo con la metáfora musical ha puesto hasta la banda sonora con su banda SQÜRL. Regreso por la puerta grande de uno de los autores independientes, Jarmusch crea con sus amantes Adam y Eve un universo complejo y sofisticado, donde los vampiros llevan ray-ban y van a conciertos underground sin perder un ápice de sabiduría y reflexión.
por Gonzalo Ballesteros
Larga vida la de esta película que lleva circulando por las sombras de la red casi tres años, se produjo en 2011, se estrenó en Cannes y hemos tenido que esperar hasta 2014 para verla exhibida en España. Sin embargo, la atemporalidad de la historia, hace que esta película nunca llegue tarde, al contrario, siempre llegará en el momento justo para introducirse en la cabeza del espectador que la vea. La historia de un joven y su relación con las drogas, y por extensión, con la sociedad y su generación. Pieza indispensable en nuestro dossier de Desencanto Generacional.
Crítica
por Antonio M. Arenas
Inspirándose en su propia experiencia trabajando con adolescentes como parte de su proyecto final de Máster, el film de Destin Daniel Cretton destila una honestidad y un tacto hacia sus personajes que provienen de esa relación auténtica con la realidad y que tan difícil es de trasladar a la gran pantalla con la sensibilidad y distancia adecuadas. No hay espacio para el tremendismo ni el didactismo en su propuesta, cuya deliciosa estructura cíclica y la delicadeza de la banda sonora de Joel P West la alejan de una fórmula indie marca Sundance y la aproximan a un cine más íntimo, de pequeñas historias no resueltas, como estremecedores cuentos dibujados en una libreta. Ese cine por el que no podemos dejar de emocionarnos y apostar.
Crítica
por Antonio M. Arenas
La proliferación en la filmografía de Roman Polanski de ciertas piezas de cámara nos permite dobles lecturas, tanto las ampulosas que incorpora al lenguaje en escena y la dirección de actores, como la inevitable reverberación de su propia vida y sus pulsiones en el libreto, aumentando todas ellas en su nueva película, una estimulante relectura a modo de cásting de la obra de Leopold von Sacher-Masoch, con la que el cineasta de origen polaco disfruta haciendo equilibrismos mientras ejerce una sana perversión por el constante intercambio de roles de sus protagonistas. Todo un deslumbrante ejercicio de poder y dominación interpretativos.
por Pedro Villena
La situación geográfica de Polonia le ha convertido demasiadas veces en un gigantesco campo de batalla y destrucción que alcanzó su nefasta cúspide durante la Segunda Guerra Mundial. Es por eso que la historia que relata Pawel Pawlikowski en Ida transita por una sociedad en la que el mutismo y la necesidad de olvidar el horror se hacen patentes en cada fotograma, mirada y silencio. Las rencillas ideológicas y religiosas se materializan en el periplo vital de su protagonista, una novicia que descubre sus orígenes judíos justo antes de convertirse en monja. Ese hallazgo le obligará a reabrir unas heridas casi mortales que solo llevaban cicatrizando unos pocos años. La poesía visual del atraso en la Polonia soviética de posguerra nos regala una buena cantidad de inspirados e inolvidables lienzos de la desesperanza.
por Antonio M. Arenas
Hay películas e historias que se construyen a partir de una idea, otras de un sueño. El último largometraje de James Gray se plasma desde su extraordinario plano final, capaz de encerrar el fracaso de ambos deseos y con el que bifurca para siempre las vidas de sus personajes, piezas, si acaso funestos recuerdos, de un trágico melodrama anclado en otro tiempo. Bienvenidos a la América de las oportunidades, bienvenidos al triste y fugaz esplendor del más moderno cine clásico.
Crítica
por Pablo Vigar
El binomio formado por Martin Scorsese y Leonardo DiCaprio cogió este año el testigo de la formidable Shutter Island (2010) y, enlazando casi con las raíces del cine del director de gánsteres y mafias, entregó en El lobo de Wall Street un retrato de rabiosa actualidad tan apasionado en su contenido como apasionante en sus formas. Probablemente la cinta más flamante de este año, firmada por uno de los directores más veteranos del panorama. Scorsese mira atrás en el tiempo para imbuir de su propio cine sin dejar nunca de lado el ahora. Si el Ray Liotta de Uno de los nuestros, con la que ésta comparte similitudes, tenía miedo a tener que vivir toda su vida como un gilipollas, el Jordan Belfort al que interpreta DiCaprio no está muy lejos de compartir esa misma filosofía de vida.
Crítica
por Antonio M. Arenas
Son pocos los cineastas contemporáneos tan precisos al afrontar las consecuencias de la imagen en nuestra era como David Fincher, que habituado a trabajar con guiones y materiales ajenos con Perdida da forma a un dispositivo narrativo que multiplica y subvierte sus significados, confundiendo las expectativas que como espectadores generamos sobre el punto de vista con las apariencias de sus personajes. Tal es así que podríamos considerar que basta el perverso juego de espejos que propone con su primer y último plano para diseccionar no sin fascinación el núcleo de un thriller sin asesino pero con alianza, una farsa directa a la unidad matrimonial como principio del fin del universo.
por Antonio M. Arenas
Volviendo la vista atrás, pensando en los cincuenta años de Hayao Miyazaki dedicado a la animación, cuesta creer en una despedida más emocionante y directa a lo más profundo de su impulso creativo. En la mirada de un niño apasionado por la aviación se cruzan los sueños de un maestro que en tantas ocasiones nos ha hecho surcar los aires y que afronta su adiós compartiendo el mundo de los sueños y la fantasía por el que siempre ha apostado, el que empuja a seguir redescubriendo su obra, con una fuerte conciencia en el recorrido historiográfico por el pasado de Japón previo a la Segunda Guerra Mundial, capaz de aunar todo el amor y la belleza posible que anticipan tanto al horror como al vacío.
Crítica
por Pedro Villena
Muchos de los que fueron a ver Frances Ha fruncirían el ceño ante su categorización dentro del género mumblecore. La película de Noah Baumbach bien podría ser el primer gran éxito de crítica y público de esta derivación de la etiqueta de cine indie americano: películas de bajo presupuesto, con intérpretes predominantemente amateurs, circunstancias derivadas de tener de 20 a 30 años y una perspectiva naturalista del escenario y el diálogo. Preceptos que se cumplen en la historia de Frances, una peculiar veinteañera acechada por crisis tanto profesionales como existencialistas, que además pretende subsistir en un entorno tan adecuado para el comportamiento de los personajes que la rodean como es el barrio de Brooklyn.
La sencillez argumental, una estilizada fotografía en blanco y negro, diálogos sinceros y sobre todo la interpretación de Greta Gerwig (figura destacada del movimiento mumblecore y pareja de Baumbach), convierten a Frances Ha en una pequeña joya desligada de altas pretensiones sobre la representación de la problemática juvenil. Aunque quizás involuntariamente lo consiga mejor que muchas otras.
por Antonio M. Arenas
Ya desde su propio título, unido al texto que precede a sus imágenes, Jauja remite a un lugar mitológico, hechizado y misterioso en el que todo el que se adentre parece estar condenado a desaparecer. Calificativos que podrían aplicarse al último y más ambicioso largometraje del argentino Lisandro Alonso, que encuentra en Viggo Mortensen un formidable cómplice cabalgando juntos por este hermoso -quizá soñado- western lírico en la Patagonia, lugar que habitamos como espectadores pero al que ni nosotros ni sus personajes pertenecen, enclaustrados por los materiales y las preguntas e incógnitas cíclicas que hacen del cine algo tan frágil e imponente como dejarse perder en búsqueda de su esencia.
Crítica
por Gonzalo Ballesteros
Entre quienes la ensalzan por ser “nuestra” y quienes la desprecian por el mismo motivo, es necesario encontrar el hueco adecuado para observar esta película con el sosiego de una mirada que no esté contaminada. Si lo conseguimos, encontraremos razones para entender la grandeza de Magical Girl. Una dimensión que explica porque arrasó en San Sebastián y porque “se cuela” en nuestro top internacional. La película posee multitud de piezas temáticas, estilísticas y argumentales que es necesario encajar. Carlos Vermut, su director, construye este puzzle con la precisión de quien se sabe seguro de sí mismo.
Crítica
por Pablo Vigar
Cercana en espíritu a los compases que toca la serie británica Black Mirror, la película de Spike Jonze cuenta el idilio entre un escritor interpretado por Joaquin Phoenix y un sistema operativo al que da voz Scarlett Johansson. El director, al igual que ocurre al otro lado del espejo roto, presagia un futuro tan avanzado como inmovilista. Tiñendo la pantalla de un rojo intenso, la gran baza de la cinta es su extraordinario guión y unas magníficas interpretaciones: de Phoenix ya se esperaba; en cuanto a Scarlett, que sale airosa del reto de no aparecer en pantalla, pocas veces una voz dijo tanto.
por Pedro Villena
Con un cambio de escenario tan radical como el que se puede llevar a cabo en un gigantesco país como los Estados Unidos, Alexander Payne dejaba de lado las camisas de flores hawaianas para viajar a su Nebraska natal, circunstancia que le permitía adaptarse con más comodidad al retrato veraz de sus habitantes. Más de 50 años después de que Luis García Berlanga se aventurase a criticar con humor negro la condición de dejadez y abandono que sufrían las personas de la tercera edad en “El Cochecito” (1960), Payne resitúa la historia adaptada a las circunstancias del medio oeste americano con Bruce Dern como homólogo actual de José Isbert.
El objetivo de ambos, más que el coche en sí, es la capacidad de conducirlo, el acto simbólico de volver a estar al mando y demostrarles a esas personas que han criado y que ahora están al mando que siguen siendo seres humanos completamente capaces.
Crítica
por Pablo Vigar
Cuando uno ve aparecer a Marion Cotillard en Dos días, una noche haciendo gala de una desgastada camiseta rosa de tirantes poco se imagina que dicha silueta va a convertirse, si es que no lo ha hecho ya, en un icono del cine social. Los hermanos Dardenne retratan con certeza la sociedad del desempleo y del fin de mes, y lo hacen sin sucumbir a maniqueísmos de ningún tipo ni a sentimentalismos de poco calado. La feroz interpretación de su protagonista se enmarca en un trepidante tour–de–force que sobresale como una de las mejores experiencias cinematográficas con que nos han agraciado este año.
Crítica
por Antonio M. Arenas
En la paradoja de que su película de mayores ecos literarios vuele como un film animado se encuentra la virtud de un cineasta que ha definido un estilo estético, por tanto también de profunda ética, que lejos de encorsetarle en su simetría, le permite desplegar nuevas piruetas visuales y asociaciones artísticas que lo agudicen.
Homenaje declarado a la literatura del austríaco Stefan Zweig y con el espíritu de la Europa de entreguerras como telón de fondo, Wes Anderson se recrea felizmente en este frenético juego de muñecas rusas, tanto en lo escenográfico como en el uso del formato, que cambia de ratio de imagen en un preciso mecanismo narrativo que se presenta con tanta ligereza como con la que parece narrar la historia del conserje Gustave H, impecable Ralph Fiennes, cuyas acrobacias sucumben en un segmento en blanco y negro tras el que se nos desvela la profunda melancolía y romanticismo que desprenden el paso del tiempo.
Crítica
por Gonzalo Ballesteros
A la lista de entrañables personajes/perdedores de los hermanos Coen se le ha sumado este año uno con voz propia, Llewyn Davis. Vendría a ser un secundario, o casi un extra, en la historia oficial del folk americano, un proyecto de algo que pudo ser y que nunca pudo salir del Greenwich Village si no fue por la puerta de atrás. A propósito de Llewyn Davis, es la historia de un desheredado, de un hombre que duerme de sofá en sofá, con una guitarra a cuestas y un gato a su vera a veces. Un personaje que toca el alma a ritmo de folk. Si no es la cima del cine de los Coen, al menos es un pico de considerable altitud.
Crítica
por Pablo Vigar
El experimento sin precedente que ha supuesto Boyhood podría parecer suficiente para justificar todo el favor crítico que ha generado. La premisa de un rodaje a lo largo de doce años en que, cual Antonie Doinel, el niño Mason va creciendo ante los ojos del espectador es sin duda terriblemente atractiva. Combinada con una forma de rodar y entender una historia sabiendo ir más allá de hitos o momentos decisivos, Boyhood emerge como una brillante coda a la trilogía Before, en tanto que su director se gradúa de la historia de una relación a la de toda una vida, o, si se quiere, como su génesis. Con Mason fuera de la universidad, sólo queda un tren, Europa y una chica para que el amanecer entre en el relato.
Crítica
por Gonzalo Ballesteros
El cine de Xavier Dolan precisa de una reflexión y un análisis que es imposible realizar al ritmo en que se sucede. Su prolífica -y casi prematura- producción, hace que sus películas hayan bailado entre la genialidad y el exceso con un equilibrio a veces imposible de cumplir. El filme le valió a Dolan el Gran Premio del Jurado en Cannes, premio que tuvo que compartir con Godard y su Adieu au langage; una convergencia curiosa que puede tener más de premonitoria que de anecdóditica, ¿será Xavier Dolan el gran cineasta de su generación? Hasta que el tiempo despeje la incógnita, tenemos argumentos en forma de películas que apuntan en esa dirección. Mommy es la confirmación de un cineasta que no la necesita, alberga todos los elementos temáticos y estéticos que lo definen y se guarda bajo la manga un par de ases para demostrar que en lo que hace no sólo hay talento sino también lucidez. La película es pura emoción constreñida en un puño, es el aire que cabe en unos pulmones a punto de estallar pero a su vez es un festival barroco de música e imágenes y una exhalación tan grande como engañosa.