La teoría del todo

Breve historia de mi vida

Surgen en la película de James Marsh demasiadas intenciones confundidas como para lograr satisfactoriamente que alguna adquiera la presencia necesaria que realce este biopic del extraordinario y popular físico británico Stephen Hawking. Pese a ser inicialmente el agravamiento de su enfermedad el hilo conductor de la propuesta, La teoría del todo (The Theory of Everything, James Marsh, 2014) confunde con torpeza las posibilidades del drama romántico y la estructura narrativa de todo biopic bienintencionado, tratando de gestar en vano cierta mirada personal en base a recursos de aspecto documental que pese a su efectividad resultan, además de transitados, insuficientes para dotar al relato de entidad propia.

La teoría del todo

Tras los celebrados documentales Man on Wire (2008) y Project Nim (2011), cuyo potencial residía en su destreza al apropiarse y reconstruir material de archivo para dotarlo de las mejores herramientas de la ficción, James Marsh trata de añadir una visión más íntima y genuina al proyecto narrando los felices recuerdos familiares de la vida de los Hawking por medio de una serie de secuencias aisladas, de estética y formas de video-casero, que no logran desprenderse del filtro idílico que impregna el resultado final. Pero atendiendo a sus conclusiones, resueltas a la velocidad de la luz con una cita de azucarillo, una vaga reflexión sobre su matrimonio y un atractivo montaje final en retroceso, en lugar de atravesar el poder emocional, romántico y existencial que de sentido a la propuesta, destapa sus incoherencias narrativas y la superficial finalidad de este cuento novelizado.

En esa dirección, no sorprendería afirmar que en lugar de frente a un biopic capaz de adentrarse con hondura en las limitaciones de la enfermedad y el discurso científico de Stephen Hawking, cuya obra queda relegada a varias notas al margen y su enfermedad enclaustrada en la obligada transformación física de Eddie Redmayne, nos encontramos ante una película sobre la resistencia de su sacrificada esposa Jane Hawking a su lado. No en vano, el guión se basa en su autobiografía, antojándose excesivamente controlado y supervisado con tal de no cambiar la imagen plácida de su retrato, pese a las sombras del maltrato psicológico y las infidelidades que insisten en manifestarse, y que de haberse resuelto con mayor franqueza y complejidad, habrían hecho de este edulcorado y olvidable conjunto de apariencias un trabajo de mayor calado.

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