El dolor tras la pantalla

Violet (Bas Devos, 2014) comienza como una suerte de experiencia multipantalla. A través de los monitores del sistema de seguridad de un centro comercial asistimos a un asesinato, mientras el policía que lo observa queda encuadrado en una de las pantallas que permanece apagada. No hay montaje más allá del que realiza la mirada del espectador al pasar de una pantalla a otra, ni se acude a los rostros en busca de la emoción. Esta decisión formal condensa las claves temáticas y estéticas de la primera incursión de Bas Devos en el largometraje.

El director belga construye parte de su discurso apoyándose en las nuevas tecnologías, integrándolas en la narrativa pero sin ocultar su naturaleza extraña. Los recuerdos dolorosos se presentan en forma de imágenes pixeladas y la vista de un paisaje es sustituida por su recorrido desde Google Maps. Estos recursos sirven para ilustrar la desconexión emocional de una generación acostumbrada a vivir tras una pantalla, hasta el punto de mostrarse incapaces de encajar el dolor real.

Ese camino de aceptación del dolor que sigue el protagonista está reforzado por una propuesta formal basada en la ocultación. La cámara sigue a unos personajes que le dan la espalda, y cuando llega a sus rostros los encuentra llenos de sombras. El encuadre se construye a partir de espacios vacíos en los que poco a poco aparecen los personajes, dotándolos así de otro significado y vitalidad. Las imágenes se despliegan lentamente, siguiendo el ritmo con el que el dolor se abre paso por la mente del protagonista. Cuando éste finalmente se revela, la cámara se aleja en un gesto compasivo, pues ya no queda nada que mostrar.

Puedes ver Violet hasta el 9 de julio en el siguiente enlace.