Blind Dates [Atlántida Film Fest 2015]

Sandro y los demás

Incluso habiendo sido testigo en tiempos de la URSS del nacimiento de maestros del calibre de Mikhail Kalatozov o Otar Iosseliani, es en los últimos años cuando el cine hecho en Georgia parece estar viviendo un llamativo crecimiento en su presencia en el concierto internacional, similar al que años atrás vivieron cinematografías como la rumana. Casi a la par que la seca crónica generacional de In Bloom (Nana Ekvtimishvili y Simon Groß, 2013) o el brillante minimalismo metafísico de Corn Island (George Ovashvili, 2014) fue concebida Blind Dates, segundo largometraje de Levan Koguashvili tras haber competido en Rotterdam con su debut Street Days (2010).

Blind Dates

Si algo testifican los primeros compases de Blind Dates parece ser un cambio, el que poco a poco experimenta una sociedad mustia pero orgullosamente abierta a novedades como el fútbol femenino. Para Sandro, un hierático cuarentón que vive con sus despiadados padres, el panorama sigue igual que siempre: sin pareja ni intención aparente de encontrarla se esfuman sus opciones de vivir en plenitud en un entorno marchito, que apenas ofrece la posibilidad de una desganada cita o la excursión a algún desértico paraje postsoviético. La notable labor visual se encarga de transmitir esta ausencia de escape, a través de planos generales en los que impera una distante grisura.

La cruel y lúcidamente cómica sucesión de acontecimientos adversos para el protagonista ha llevado a subrayar su carácter de perdedor guiado sin remisión hacia el desastre, pero la memorable construcción de Koguashvili va mucho más allá de unos vitriólicos gags en los que demuestra desenvolverse con soltura. Al enamorarse de una peluquera atada a su antítesis –un delincuente a punto de salir de la cárcel y tener un hijo fuera de su relación con una mujer a la que desprecia–, y abocado a lidiar con los daños causados por él en el pasado, Sandro destapa la incapacidad que sufre para vivir con propiedad unas experiencias que ya no le pertenecen.

En un revés final amargo pero con un extraño halo de esperanza, en el que se aprecia la huella de los desastrados antihéroes del finlandés Kaurismäki, un abrazo y unas palabras de cálida insensibilidad amplían los logros de Blind Dates. Todo un hallazgo que obra a fuego lento el milagro de saber mirar de frente y con dignidad el patetismo del ser humano, engrandeciéndolo sin renunciar a destilar su última esencia.

Puedes ver Blind Dates hasta el 9 de julio en el siguiente enlace.

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