#63SSIFF (IV): High-Rise (Ben Wheatley), Amama (Asier Altuna), Hitchcock/Truffaut (Kent Jones)

DIA4

Llegamos al ecuador del Festival de San Sebastián sin que la sección oficial logre despegar. Dos de los títulos más esperados de esta edición, High-Rise y Amama, nos decepcionan y dividen a la prensa asistente en una jornada redondeada con la presentación tras su paso por Cannes del documental Hitchcock/Truffaut. Mientras Ben Wheatley Asier Altuna no calibran sus excesos y se dejan llevar por el barroquismo y el lirismo poético respectivamente, en cambio Kent Jones se queda corto con un documental que funciona de forma más convencional de lo esperado, pero que devuelve el interés por la lectura de un libro fundamental para todo cinéfilo como “El cine según Hitchcock”.

High Rise

Sección oficial – High Rise (Ben Wheatley)

En los primeros compases de High-Rise, prometedora adaptación de la novela de J. G. Ballard por parte de Ben Wheatley, se nos adelantan escenas de la supervivencia post-apocalíptica del personaje interpretado por Tom Hiddlestone, al que vemos asando una pata de perro entre otras vicisitudes, para a golpe de efecto volver a situarnos tres meses atrás en el tiempo (letrero en pantalla mediante), exactamente al momento en el que su protagonista trasladó su residencia al rascacielos símbolo y a su vez significante del film. Un lujoso edificio repleto del confort y las necesidades para el hombre moderno de esta distopía retrofuturista que, por diversos motivos, resulta tan desmesurada como fallida.

Para calibrar las carencias y debilidades de esta alegoría brutal del ansia depredadora del capitalismo, en la que el afán por ascender de piso (como de escala social) está presente en cada diálogo que se mantiene entre la heterogénea pero en nada compleja sociedad del edificio, basta con observar el momento exacto en el que salta el tiburón y se produce la anarquía anteriormente introducida: una simple secuencia de montaje musical que expone las limitaciones formales de la propuesta, superada en cada pasaje por tratar de trasladar la carga simbólica del texto de forma explícita a sus imágenes.

A falta de leer la novela (titulada en España “Rascacielos”) pero conociendo la obra de Ballard, no cuesta creer en la ambición por seguir con absoluta fidelidad el texto original, pero hay una gran diferencia entre transcribirlo de forma literal y captar su ambiente, acertar entre líneas al trasladar el universo que plantea. En ese sentido viene a la cabeza de forma inmediata Puro vicio, en la que Paul Thomas Anderson no solo era fiel al fondo y el texto de una novela tildada de inadaptable, sino que trasladaba a la perfección el estado de ánimo de una época difusa a cuya ambientación y contexto High-Rise nos puede llegar a recordar. La diferencia reside en que mientras Paul Thomas Anderson aportaba una visión cinematográfica personal, basada en largos planos que como espirales se acercaban al estado mental de su confuso protagonista, reflejo de una sociedad narcotizada, Wheatley entra en un estado febril de acumulación e incorrección formal en el montaje, lo que convierte su supuesta provocación y caos en un enfoque de lo más irreflexivo e inane.

El director de Turistas (2012) es incapaz de traspasar la barrera del humor negro gamberro y malsano que le hiciera popular, ni tampoco parece creer en la contundencia de su mensaje por la necesidad de remarcarlo en una secuencia final que subraya lo que la película no traslada en sus imágenes, por lo que finalmente nos encontramos ante un material desperdiciado que supera a su director de forma apabullante, cuyas capacidades visuales para extraer el trasfondo de la novela no traspasan lo vulgar y prosaico. Por muchas imágenes simbólicas de supermercados abandonados o lujos decadentes que incluya, el caos violento y hedonista en el que transforma el edificio se traslada a la narración de forma total. Fuera o no ese el objetivo, la cuestión es que juega en su contra, el resultado no puede acabar siendo menos provocador y más frustrante.

Antonio M. Arenas

Sección oficial - Amama

Sección oficial – Amama (Asier Altuna)

Había expectación en San Sebastián ante la inclusión de Amama en la Sección Oficial, presentada de alguna forma como “la nueva Loreak”. La comparación es tan injusta como poco fundada, además de que el listón estaba muy alto, con aquella sólo comparte el idioma, que no es poco, pues confirma que la anécdota puede ser norma. La amama (abuela) en cuestión, es la testigo silenciosa de una familia que se rompe paulatinamente, con un padre retraído y trabajador que dedica su vida al caserío familiar y tres hijos que buscan sus respectivos caminos fuera de ese lugar.

Amama tiene un propósito muy noble: rescatar una parte de la tradición vasca en vías de extinción y hacerla dialogar con el mundo de hoy para encontrar puntos de encuentro. El caserío y su cultura, como espacio de reunión, trabajo y desarrollo vital, se erige como símbolo de esta empresa. Asier Altuna que escribe y dirige consigue una obra estimable emocionalmente porque apela al corazón de un pueblo pero que falla en su concepción cinematográfica. Tiene ideas valiosas, por ejemplo reduce cada uno de los hijos a símbolos y se justifica otorgándole un árbol y un color a cada uno de ellos: el elegido (rojo), el vago (blanco) y la rebelde (negro); pero a lo largo del metraje los personajes tienen dificultades para superar el cliché. La hija rebelde, que es la que más se enfrenta al padre, es decir a la tradición, es artista y realiza videocreaciones y en este punto cabe preguntarse si era necesario que la modernidad estuviera representada por un extremo tan artificial. Además, su obra -en nostálgico Super8- se inserta en la película buscando, una vez más, el citado enfrentamiento de lo nuevo con lo viejo. Todas las metáforas que presenta Amama se señalan argumentalmente o con voz en off y se subrayan visualmente, demasiada guía para una supuesta poesía que si se tiene que explicar, además de perder su función, se convierte en impostura.

Gonzalo Ballesteros

Hitchcock/Truffaut

Perlas – Hitchcock/Truffaut (Kent Jones)

Probablemente no haya un libro más apreciado, trascendente y consultado por la cinefilia en todo el mundo que El cine según Hitchcock, fruto de las conversaciones a lo largo de varios años entre Truffaut y el director de Psicosis (1959), en las que analizan con detalle todas y cada una de sus películas. El presente documental sintetiza de forma muy correcta su amistad, el nacimiento de la Nouvelle Vague y la política de los autores dentro de Cahiers du Cinéma, la historia detrás de la entrevista y algunos de sus pasajes más célebres -como aquel en el que Hitchcock afirmaba que a los actores había que tratarlos como ganado-, utilizando para ello con acierto el valioso material sonoro de la conversación.

Hasta aquí las virtudes de una propuesta superficial y poco sugerente, para iniciarse en el cine de Hitchcock en lugar de profundizar en las infinitas posibilidades de sus imágenes. Saldo insuficiente de un guión firmado por Kent Jones, crítico de cabecera de Film Comment, y el director de la Cinemateca francesa, Serge Toubiana, que se bastan con invitar a una serie de conocidos directores (de Martin Scorsese a David Fincher o Wes Anderson, la lista es larga) con los que repasar de forma más o menos epidérmica su relación con el cine de Hitchcock y el libro. Por lo que el resultado en lugar de adentrarse en el ensayo audiovisual o el análisis fílmico que el material de sus conversaciones ofrece, no pasa de lo anecdótico y se ampara en la devoción cinéfila del respetable. En ocasiones plenamente justificada como en el presente documental, pero a veces tan perjudicial para acercarnos a otros cines o seguir descubriendo nuevas lecturas sobre la obra cineasta británico, que aquellos hayan leído el libro con esta película estarán lejos de encontrar.

Antonio M. Arenas

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