Curtocircuíto 2015: Crónica de la Sección oficial y retrospectiva Jørgen Leth

La duodécima edición del Festival Curtocircuíto de Santiago de Compostela fue la del humano perfecto, la del finlandés políticamente incorrecto, la de un palmarés más que merecidamente gallego. En definitiva, la de un festival consagrado al cortometraje y al cine en toda su extensión, que bajo la dirección de Pela del Álamo y encontrando la sintonía del nuevo consistorio en un entorno cultural y cinéfilo cada vez más consolidado, demuestra con el criterio de su programación que está llamado a convertirse en uno de los eventos indispensables del año. En la siguiente crónica nos detenemos en su sección oficial, integrada por las sesiones de Radar y Explora, así como en la retrospectiva dedicada al cineasta danés Jørgen Leth, mucho más que el padre de la generación Dogma, documentalista con una mirada propia, que insiste en transmitir en cada una de sus películas deportivas con tanta pasión como rigor.

radar

por Antonio M. Arenas

Pese a contar con una sección oficial dividida en dos grandes apartados, dando cabida a los trabajos de carácter más vanguardista, experimental y lindante al vídeo-arte con Explora, la apuesta de Radar no se quedaba atrás en su búsqueda de nuevas visiones capaces de romper con el formato y el lenguaje convencional, ya fuera desde la animación, el documental o los desvíos por el fantástico. En ese sentido, resulta fundamental señalar el cuidado trabajo de la programación, que en el diseño de cada una de las sesiones propone diversas líneas a seguir para la crítica y el espectador, algo que se echa en falta en otros festivales más grandes, demasiado pendientes de lo mediático en lugar de construir una identidad que ofrezca sensación de conjunto. Logro que no solo enriquece y multiplica las sensaciones y el debate al salir del Teatro Principal, sino que consolida un ejemplar modelo a seguir para futuras ediciones de Curtocircuíto.

Hotel Straussberg (Jan Soldat, 2014)

Hotel Straussberg (Jan Soldat, 2014)

Cada sesión como una ruta a lo desconocido

Abrir la primera sesión de Radar con uno de los últimos cortometrajes de Jan Soldat (del que hablamos a propósito del foco de Filmadrid sobre su obra) supone toda una declaración de intenciones. Pero que en absoluto se interprete como una advertencia, se trata de una invitación como la de su Hotel Straussberg (2014), donde el cineasta alemán continúa documentando relaciones homosexuales y torturas sadomasoquistas con una puesta en escena tan sólida como acostumbra. A falta de novedades formales o temáticas, firma el que se podría tratar de su trabajo más político. Al añadir las prácticas BDSM a una instrucción militar, multiplica los ecos de su mirada a la sociedad alemana, a la que pese a todo seguirá acercándose hallando dulce ternura y humanidad en lo que otros verían simplemente morboso o enfermizo.

Junto a Teenland (Marie Grathø Sørensen, 2014) y Kacey Mottet Klein, Naissance d’un acteur (Ursula Meier, 2015), la sesión dialogó sobre diversos tipos de encierro, dos de ellos fundamentalmente relacionados con el sexo, los del placer sadomasoquista del film de Soldat a los prohibidos en Teenland. Hablamos en esta ocasión de una suerte de distopia en la que adolescentes potencialmente peligrosas por sus poderes telepáticos son internadas y ven reprimidas sus deseos sexuales, que pese a su irregularidad y lugares comunes brindó una de las escenas más memorables del festival: la explosión musical en pleno orgasmo fruto del descubrimiento sexual de su protagonista. Sobre descubrimientos y protagonistas profundizaba la pieza que la cineasta suiza Ursula Meier dedica al joven actor con el que ha trabajado en varias de sus películas. Sobre imágenes de cada rodaje, Mottet reflexiona de forma poética sobre su método, de cómo el (ya no tan) niño aprende a dejar escapar al personaje al que da vida, a ser otro para descubrirse a él mismo. Su yo desconocido. Y a la salida del teatro tal vez el nuestro.

World of Tomorrow

World of Tomorrow (Don Hertzfeldt, 2015)

Animación asomada al abismo de la humanidad

La sesión de animación destacó por su mirada crítica al contexto socio-político con cortometrajes tan evocadores como In the Distance (Florian Grolig, 2015), que sitúa la acción en una simbólica atalaya como único y pictórico decorado. Atalaya desde la que irónicamente no vemos nada más allá del cielo pero intuimos el resto, partícipes de la experiencia de aquel que sobrevive y contempla el caos o la guerra cayendo (incluso trepando) a su paso. Las reflexiones continuaron con la compleja y distorsionada visión sobre el conflicto de Oriente Medio que encontramos en la alucinada Waves’98 (Ely Dagher, 2015), en la que un joven del Líbano se enfrenta a la cruda realidad cayendo en lo onírico y la drogadicción. De resultado disperso en lo narrativo, su apuesta por una formidable mezcla de animación y escenarios reales apoyaban la idea de que pese a su corte fantástico, aquella pesadilla tiene una base real.

Pero ante todo sobresalió la infinita sencillez y profundidad de la última obra maestra de Don Hertzfeldt, World of Tomorrow (2015). Sencillez en el trazo en 2D por el que se adentra en la animación digital por primera vez en su carrera, dejándose envolver por una sucesión de imposibles entornos informáticos que evocan la nada y los abismos de nuestro futuro. Profundidad de sus diálogos y argumento, en el que una niña conoce a su clon del futuro y descubre los grandes avances técnicos (y las aún mayores carencias emocionales) de la ya inexistente humanidad. La misma que Symphony Nº42 (Reka Bucsi, 2013) desmonta por medio de breves tiras protagonizadas por animales, situados en contextos delirantes con tanta comicidad como amargura para describir de forma demoledora lo absurdo de nuestra especie.

Blood Below the Skin (Jennifer Reeder, 2014)

Blood Below the Skin (Jennifer Reeder, 2014)

United States of Independent Cinema

Sin grandes nombres o nuevas etiquetas que trayeran relevancia, el cine independiente norteamericano estuvo en cambio muy presente en la programación de Radar con Beach Week (David Raboy, 2014), Superior (Erin Vassilopoulos) y Blood Below the Skin (Jennifer Reeder), cineasta esta última doblemente presente en el festival y que finalmente ganó el premio al mejor cortometraje. Alejándose de cánones y formas ya asociadas al indie, los tres cortos coinciden en el protagonismo de fuertes personajes femeninos que conducen la narración a territorios colindantes con lo fantástico; de espacios nocturnos y vacíos en las imágenes de Raboy; mediante la extrañeza de la relación de dos gemelas en el caso de Vassilopoulos; y reformulando los códigos del cine de institutos por medio de un feminismo punk en el de Reeder. Ya sea gracias a la telepatía o al pinta uñas, Blood Below the Skin revela a sus jóvenes y rebeldes protagonistas su yo verdadero en un mundo adolescente imaginario cargado de Crimson and Clover, over and over.

Más alejados del plano estrictamente narrativo, en La isla está encantada con ustedes (2014) Alexander Carver y Daniel Schmidt conectan sus búsquedas procedentes del video-arte y la instalación artística para llevar a cabo una sorprendente reflexión sobre los crímenes indígenas en Puerto Rico durante la época colonial española. La mezcla contiene fantasía (sexual), una cinematografía de espectacularidad historicista y, sí, reggaeton, en el momento más arrebatador del festival, como lo están leyendo y aquí bailando. Aguanta, aguanta, que yo vengo a conquistar…

Por su parte, trabajando en los paréntesis que se escapan al cine documental y también a la crítica, Mark Rappaport propone con Becoming Anita Ekberg (2014) un extraordinario ejercicio de cinefilia alrededor de la recientemente desaparecida actriz sueca, que inmortalizara Federico Fellini en La dolce vita (1960). Si es que ella no le inmortalizó a él primero. Partiendo de los mecanismos del vídeo-ensayo, con un didáctico montaje realizado únicamente a través de escenas de películas, Rappaport construye una imagen de la actriz como diosa cinematográfica a lo largo de su carrera, en especial apuntando a sus películas menos conocidas. Trayectoria sobre la que profundiza uniendo sus cables secretos con tanta curiosidad como sabiduría, la de un longevo cineasta independiente al que seguir la pista, que en los últimos años se ha propuesto el noble propósito de redescubrir la historia del cine desvelando sugerentes conexiones en estrellas olvidadas del séptimo arte.

La impresión de una guerra

La impresión de una guerra (Camilo Restrepo, 2014)

Joyas latinoamericanas premiadas en Locarno

Por último, entre lo más estimulante de Radar se encontraban dos cortometrajes premiados en el Festival de Locarno, Nueva vida (Kiro Russo, 2015) y La impresión de una guerra (Camilo Restrepo, 2014), mención especial del jurado de Curtocircuíto. Ambos filmados en 16mm, mientras por su parte Russo construye con crudeza una puesta en escena próxima al realismo mágico, Restrepo se adentra con estética y montaje punk en el conflicto de la guerrilla colombiana, pero lo hace desde el material físico: la tinta de los periódicos y de los tatuajes, el archivo televisivo, los vídeos grabados por la guerrilla con el móvil, las paredes de las calles, los cuerpos de una banda actuando… La impresión de una guerra nos introduce en el contexto desde un punto de vista en primera persona que aleja el resultado del reportaje y de lo conceptual, para aproximarse lo más nítidamente más posible al ruido de la música, de las armas y de una realidad que solo puede ser aprehensible desde el propio material sobre el que está construida. El del dolor, la rabia y la sangre que transmiten sus imágenes.

Nueva vida habla precisamente de la vía de escape al dolor y a la realidad de una pareja de emigrantes bolivianos en Argentina. Él, víctima del desempleo y sus adicciones. Ella, cuidando en casa a su bebé recién nacido. Y nosotros, los espectadores, observando desde un ventana o un balcón superior cada escena. Un enfoque oblicuo, casi celestial, por el que asistimos paulatinamente al desarrollo de su vida mediante largas secuencias repletas de quietud, que conducen a un último plano capaz de condensar desde el minimalismo y el fuera de campo la fatalidad a la que se aproxima esta nueva vida. Son propuestas así, tan compactas formalmente como al mismo tiempo capaces de establecer una narrativa abierta, las que mejor definen el cine contemporáneo y las búsquedas incansables de Curtocircuíto.

explora

por Gonzalo Ballesteros

Una vez situados todos los elementos del mapa cinematográfico con Radar, llega el momento de partir hacia lo desconocido con Explora. A la vista de que en Radar se huye de cualquier tipo de convencionalismo, la misión de Explora es atrevida pues tiene que adentrarse en un cine de vanguardia que puede parecer demasiado lejano. Un riesgo que es doble al considerar que las imágenes pueden irse demasiado lejos, tanto que el público se quede en el camino incapaz de seguir su rastro. Sin embargo la respuesta de los espectadores en estas sesiones disipó cualquier tipo de duda al respecto lo que confirma, una vez más, el acertado criterio de selección y programación.

En Explora cabe la no ficción, la imagen por ordenador, la experimentación formal y la narrativa; un conjunto demasiado heterogéneo con propuestas radicalmente distintas que sin embargo acaban encajando de alguna manera. No se trata aquí de reproducir un cajón de sastre con películas difíciles o provocativas bajo el paraguas del cine experimental, sino dar cuenta de la variedad que existe en una corriente ciertamente inacotable y mostrarlo todo con un hilo conductor que de sentido a la sección. Este hilo no es uno sino cuatro, tantos como sesiones en los que se divide Explora.

Sound of a Million Insects, Light of a Thousand Stars

Sound of a Million Insects, Light of a Thousand Stars (Tomomari Nishikawa, 2014)

La primera de las sesiones queda estructurada por la experimentación formal, así encontramos películas generadas íntegramente con código de ordenador como la austriaca Moon Blink que interpela directamente a los sentidos del espectador, algo parecido hacen The y Resist Film pero en ambos casos centrados en las texturas que adquieren el propio material fílmico. En este sentido también camina la triunfadora de esta sección: Sound of a Million Insects, Light of a Thousand Stars, la película del japonés Tomomari Nishikawa comprueba que le ocurre a una película de 35mm enterrada en una zona de influencia radiactiva de Fukushima, una respuesta estrictamente cinematográfica y visual a un complejo problema medioambiental y social. Una película que por si sola justifica la necesidad del cine experimental.

Sin Dios ni Santa María (Helena Girón y Samuel M. Delgado, 2015)

Sin Dios ni Santa María (Helena Girón y Samuel M. Delgado, 2015)

La segunda sesión se centró más en el aspecto narrativo, sin olvidar ciertas innovaciones formales. Dos películas estadounidenses y dos españolas se alternan para configurar una sesión claramente fantasmagórica, al menos es la sensación que se puede sacar tras ver el conjunto. Hasta Out de Joan Antúnez, un documental sobre tenis que se centra en el fuera de campo se deja influenciar por estas presencias invisibles. Dos de las películas de la sesión si interpelan explícitamente a lo espiritual y sobrenatural, hablamos de Swimming in Your Skin Again de Terence Nance que emprende búsquedas religiosas en el pegajoso aire de Miami y Sin Dios ni Santa María que responde explorando un lado más etnográfico y pagano. Esta último trabajo realizado por Helena Girón y Samuel M. Delgado se convirtió quizá en la gran película del festival, no sólo por llevarse el premio del público y el de mejor cortometraje gallego, sino por aunar todas las virtudes del festival: mostrar un cine narrativo pero exigente y que además sea arriesgado a nivel formal. En su caso utilizan como audio grabaciones antiguas de pastores hablando sobre brujas y muestran como imagen película caducada, creando así una atmósfera magnética y atractiva creando una historia atemporal y descontextualizada.

Noite sem distância (Lois Patiño, 2015)

Noite sem distância (Lois Patiño, 2015)

Las dos últimas sesiones también configuran conjuntos autónomos bajo distintas fórmulas narrativas o formales, pero en ambos sobresalen sendas películas por encima de las demás. Una de ellas es Scrapbook trabajo de Mike Hoolboom, quien fuera objeto de una retrospectiva la pasada edición, en esta ocasión el canadiense rescata imágenes de archivo grabadas por un colega en un centro psiquiátrico y enfrenta a ellas a una antigua paciente que se abre emocionalmente ante las imagenes contando sus recuerdos e impresiones. Un trabajo de una sensibilidad sobrecogedora que demuestra que el cine experimental también puede golpear directamente al corazón. El otro de los trabajos que es necesario destacar es Noite sem distância de Lois Patiño, un director querido y respetado en Galicia que no defraudó las expectativas generadas. En esta película que nació en el seno del festival Curtas de Vila do Conde, Patiño crea un nuevo ejercicio paisajístico de un virtuosismo incontestable, encontrando en las posibilidades de la imagen la decisión adecuada para cruzar la frontera que separa la idea buena de la genial.

leth

por Gonzalo Ballesteros

Los festivales de cine son útiles, entre otras cosas, para descubrir nuevos directores, ver películas a las cuales no podríamos acceder de otra forma o estudiar de forma detenida alguna filmografía que sea necesario reivindicar. A veces incluso son capaces de conseguir todo. Es el caso de Curtocircuíto y su retrospectiva de este año a Jorgen Leth. Vale, no es un director nuevo y parte de su obra si es bastante conocida, en concreto el cortometraje The Perfect Human y el posterior remake con Lars Von Trier, pero el festival decidió centrarse en su relación con el deporte, una parte fundamental de su obra, menos conocida y accesible.

Kinesisk bordtennis (Jørgen Leth, DK, 1972)

Kinesisk bordtennis (Jørgen Leth, 1972)

Así pudieron verse dos cortometrajes que reflexionan sobre el movimiento: Motion Picture (1970) y Kinesisk Bordtennis (Ping-Pong chino, 1972). El primero, junto al tenista Torben Ulrich, es un experimento que relaciona el movimiento del tenista y con elementos fílmicos como el encuadre, la velocidad o la exposición; sin apenas montaje, las ideas transcurren una tras otra combinando los interesantes puntos de vista de Leth con la hilarante actuación del tenista que despliega un humor físico sútil pero consante. En el segundo de los cortometrajes, graba a los jugadores chinos en una de sus primeras giras europeas, el contraste de juego entre los deportistas de ambos continentes es el punto sobre el que se centra el director danés, que en esta ocasión hace gala de su característica narración, didáctica y poética al mismo tiempo.

Ambas películas fueron mostradas en una misma sesión junto a Pelota (1983), mediometraje del que ahora prepara su segunda parte (y que pudo verse también en un work in progress). Este documental, el más convencional de sus trabajos proyectados, se bucea en la cultura vasca en torno a la pelota. Explora espacios, personajes, sagas de jugadores… trata de dar a conocer el deporte a la vez que él mismo lo comprende. Con un valor casi antropológico supone un acercamiento integral a un universo para él desconocido que trata con cuidado y respeto, elementos que proyecta a los espectadores.

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A Sunday in Hell (Jørgen Leth, 1977)

Pero si hay un deporte que conoce en profundidad ese es el ciclismo, amante del mismo es comentarista de las grandes rondas en la televisión de su país y su aportación como director es A Sunday in Hell (1977), una de las mejores películas de la historia no sólo de ciclismo, si no de deporte en general. Tras rodar un documental sobre el Giro de Italia le proponen rodar otro filme sobre ciclismo y él elige una carrera de un día, la clásica París-Roubaix. Una carrera complicada por sus tramos sobre adoquines, donde muchos corredores sufren accidentes o abandonan, pero es este infierno el que le interesa a Leth. Con multitud de cámaras sobre todo el recorrido, incluída una cámara aérea -la wescam- en una de sus primeras utilizaciones en la historia, va construyendo el discurso desde mucho antes de la salida y cuando la carrera da comienzo no sólo se centra en los corredores, el público y el entorno también tienen un papel fundamental. El resultado es una película épica que no necesita efectos de montaje o grandes hipérboles narrativas para funcionar, sólo la voz didáctica y poética de Leth.

Michael Laudrup: A Football Player (Jørgen Leth, 1993)

Michael Laudrup: A Football Player (Jørgen Leth, 1993)

Cierra esta retrospectiva fílmico-deportiva de Jorgen Leth, el segundo largometraje que pudo verse en Curtocircuíto, Michael Laudrup: A Football Player (1993). Un documental sobre el mítico jugador danés, pieza clave en el Dream Team de Johan Cruyff y, por supuesto, leyenda en Dinamarca. La intención de Leth aquí está más motivada por lo que representa Laudrup que por el propio fútbol y es justo comentarlo porque la relación del director danés con este deporte es un tanto extraña. La cualidades de su característica voz en off, que ya hemos comentado con anterioridad -pedagógica y poética-, alcanzan aquí un sentido analítico puro; desprovisto de cualquier tipo de emoción, el tono en la narración de las jugadas es quirúrgico: “Bakero pasa el balón, Laudrup remata, gol. Bakero, Laudrup, gol”. Además en el material propio el encuadre sitúa al jugador en plano americano o en plano medio, es decir vemos el movimiento de su cuerpo pero no sus pies ni el balón. Fútbol sin balón, ese el extraño propósito que persigue Jorgen Leth. Finalmente consigue una película en la que se entiende el impacto que tiene/tuvo Laudrup, pero -y esto es lo más interesante- sin aprovechar las virtudes propias del deporte: resta valor al espectáculo y evita un discurso épico. Con todo dan ganas de rescatar el viejo poster de Laudrup y volver a colocarlo en la habitación, eso sí, con uno de Jorgen Leth a su lado.

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