Show Me a Hero

Los héroes de David Simon no renacen de sus cenizas

“Show me a hero and I will write you a tragedy”

No es difícil encontrar la razón por la que el relato de Nick Wasicsko y la batalla judicial librada durante décadas para llevar a cabo el intento de abolir la segregación en Yonkers, en la cual el joven alcalde jugó un pequeño pero crucial papel, resultaron llamativos para David Simon. Al igual que sucediera con Baltimore en The Wire (2002) o Nueva Orleans en Treme (2010), Yonkers, localidad cercana a Nueva York, simboliza a la perfección el tortuoso proceso de cambio que ha ido sufriendo la ciudad estadounidense en la era postindustrial, en el caso concreto de las series de Simon, aunque cabría hacerlo extensible a las ciudades industrializadas en general durante finales del siglo XIX y principios del XX.

En el personaje de Wasicsko, interpretado por Oscar Isaac, que fue elegido alcalde con sólo veintiocho años y al mismo tiempo atrapado en un vórtice de racismo y miedo, podemos entrever la figura del héroe clásico: un joven impetuoso que llega a alcanzar el liderazgo, para ser expulsado posteriormente y ni siquiera tener la oportunidad de vivir lo suficiente para ver germinar el fruto de la semilla que había plantado, como si se tratara de un personaje shakesperiano.

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Lo que Simon y William F. Zorzi -su colaborador en The Wire– han escrito, con Paul Haggis (Crash, 2004) a la dirección, es un poliedro con multitud de caras meticulosamente encajadas unas con otras; maravillosamente coherente; con el ritmo narrativo adecuado en cada momento; minucioso en su análisis de una desgastada población a finales de los ochenta y comienzos de los noventa. Los seguidores de Simon volverán a disfrutar con esas detalladas representaciones de la política municipal, la burocracia y con varias escenas retratando el menudeo de droga que evocan el espíritu de la conclusa The Wire.

Como todos los trabajos de David Simon, de Show Me a Hero destaca su rigor, herencia de su época periodística, y en relación a esto, su reticencia a evocar sentimentalismo o sensacionalismo alguno. La lucha de Wasicsko para que Yonkers acate la decisión de un juez federal que ordena el realojamiento y disgregación de habitantes de los suburbios, a pesar de la feroz oposición de la mayoría blanca de población y la cobardía de sus compañeros en el ayuntamiento, es por momentos crispante y muy absorbente. En los últimos episodios, conforme las primeras familias negras y latinas son trasladadas a las nuevas viviendas, con un Wasicsko hundido en la miseria personal, la serie nos abofetea con toda la carga emocional que transmite el trabajo de Simon gracias a la crudeza de sus historias.

Puede que esas características lleguen a provocar frialdad en la audiencia, y parte de esta posible sensación de frialdad viene dada por el hecho de tener que encajar un guión complejo con una docena de personajes principales en un metraje de seis horas. Algunas partes que se vislumbran claves en la historia, como una supuesta historia de amor entre Wasicsko y el personaje que interpreta Winona Ryder, o la importancia del padre muerto de Wasicsko en su vida, no tienen el peso que debieran.

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Estructuralmente también podemos detectar una cierta brecha, principalmente en los tres primeros episodios, divididos entre una línea narrativa principal compuesta esencialmente por la población blanca, relacionada con el gobierno y la burocracia municipal, y por otro lado la narrativa secundaria centrada en los habitantes de esas viviendas sociales secuestradas en las zonas más pobres de la ciudad. Y si la narrativa principal aporta solidez al conjunto, la narración secundaria se acerca incluso por momentos a lo maniqueo, algo que no suele casar con el estilo de Simon pero que bordea peligrosamente durante la primera mitad de la serie

El principal punto conflictivo de Show Me a Hero proviene del propio Wasicsko, de la manera en que se nos presenta. Simon y Zorzi consiguen una vez más darle un carácter aséptico e imparcial al personaje, no obligan a identificarlo directamente como un héroe, dejando claro la naturaleza ambivalente de su gran logro, pues tras ganar las elecciones en parte gracias a una plataforma contraria a la integración de las viviendas, cambia de postura y pasa a defender la sentencia judicial. Se molestan lo suficiente para mostrarnos su exceso de ambición, su ansia de reconocimiento y su tendencia a menospreciar e ignorar a esa sufridora esposa. Sin embargo, toda esa escrupulosidad, que no debería ser un aspecto negativo, acaba por alejarnos de las razones, más allá de la arrogancia, que llevan a Wasicsko a luchar esas batallas o cómo estas acaban arrastrándolo hasta una profunda crisis personal. Todo esto puede pasar a ser un punto negativo, pero por el contrario también podría ser una muestra más de ese carácter limpio y complejo que tienen los guiones de Simon, negándose a elucubrar sobre motivos que no constan en ningún registro oficial, otro nuevo intento de joder al no existente espectador medio.

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Lo que sí consigue Oscar Isaac es otorgar al personaje de Wasicsko un aspecto muy creíble, con un aparente espíritu de convencimiento, proyectando una imagen decente al exterior, pero mostrando una fragilidad interna que demuestra no poder en ningún momento sobrellevar la pesada carga que recae sobre él. El reparto también incluye a varios actores en papeles muy destacados, entre los que cabe señalar a Alfred Molina, interpretando a un cínico político republicano, que bien podría ser un antecesor del Tea Party, o a una irreconocible Catherine Keener como activista en contra de la construcción de viviendas.

Todos contribuyen, unidos al resto del gran reparto, a construir una serie más que sumar a esa lista, no tan extensa, de creaciones televisivas de obligado visionado. Puede que Show Me a Hero no transmita la misma sensación visceral que producía The Wire, con esa mezcla de violencia y crudo realismo que te golpeaba en el mentón, o el subidón que proporcionaba Treme con sus imperdibles momentos musicales, pero ofrece lecturas muy interesantes acerca del civismo o las posibilidades de acción de un buen gobierno municipal preocupado por las verdaderas necesidades sociales de su comunidad.

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