Violencia lírica
Situada al sur del estado de California, una de las cunas del hip-hop, la ciudad de Compton está de rabiosa actualidad. No sólo porque uno de sus hijos más insignes, el rapero Kendrick Lamar, cuenta en su haber con probablemente uno de los mejores discos de 2015 (To Pimp a Butterfly), sino que, además, se estrena la película de su grupo más ilustre. Straight Outta Compton narra la formación del grupo más influyente dentro de la escena hip-hop en los ochenta y principios de los noventa, N.W.A. (abreviatura de Niggaz Wit Attitudes).
La ciudad de Compton es tristemente conocida por la violencia de bandas callejeras, siendo una de las ciudades más peligrosas de los Estados Unidos, con un índice de homicidios ocho veces superior a la media nacional. Y así comienza la película, con un espectacular plano secuencia que muestra un enfrentamiento entre bandas rivales que se salda con varios muertos y una intensa intervención policial. La violencia está presente el filme, no solo de manera física y explícita, sino también en la forma de rodar de F. Gary Gray que, sin mostrar un estilo extremadamente original, consigue transmitir la intensidad de los discursos líricos de los componentes del grupo.
En 1986, dos amigos afroamericanos –“Dr. Dre” (Corey Hawkins), que se encarga de la producción musical y las mezclas y Eazy-E (Jason Mitchell) es el MC principal– ayudados en un principio (formaría parte del grupo tiempo después) por “Ice Cube” (O’Shea Jackson Jr., el hijo del auténtico Ice Cube cuyo parecido en pantalla con su padre es fascinante) componiendo las letras, deciden denunciar el trato discriminatorio y abusivo recibido solo por el hecho de ser negros, tanto por parte de la policial como de una sociedad fuertemente dividida en clases A ellos se les unirán con el tiempo MC Ren (Aldis Hodge) y DJ Yella (Neil Brown Jr.), mientras la banda empieza a sonar en la radio y llenar locales de la zona, cautivando al público con sus letras violentas.
La primera parte del filme se encarga de relatar la formación de la banda con una interesante tensión dramática, como si de un movimiento acrático se tratase, centrándose en generar una fuerte empatía entre el espectador y los componentes del grupo en contra del opresor. Más adelante, el relato trasciende a temas más universales: la rivalidad de egos, la convivencia con el éxito o la explotación de los artistas. Y es en esta segunda parte del filme en la que decae en interés volviéndose más convencional, tanto en lo narrativo como en lo cinematográfico. El director se aleja de su ritmo inicial para adentrarse en las disputas, beefs y luchas de egos de los integrantes de NWA, así como de las rutilantes carreras en solitario de Dr. Dre y Ice Cube. No obstante, subyace una profunda crítica a la industria discográfica, que tiende a silenciar los discursos comprometidos convirtiéndolos en pistas de baile de fácil digestión y rápido olvido, sumando billetes a su cartera en el proceso.
El principal mérito de NWA fue cambiar las reglas del, hasta el momento, inofensivo hip-hop, convirtiéndolo en un vehículo potente de denuncia a través de la violencia verbal (la canción Fuck tha Police es un claro ejemplo de ello). Nació así el gangsta rap, que después llevarían a cotas más altas raperos como 2Pac, Notorious B.I.G. o Snoop Dogg (personajes todos ellos con estelares apariciones en el filme). La película no pretende alcanzar las mismas metas, pero sí resulta comprometida y convincente, además de suponer una llamada de atención ante banalización cultural que sufre la música hip-hop, principalmente desde su incorporación al circo de las grandes compañías discográficas y hollywoodiense. Culturalmente, el hip-hop tiene más que ver con el reggae o el ska (por citar dos estilos asociados a la denuncia social) que con ser la comparsa de los movimientos sensuales de las caderas de las grandes divas del R&B. Y Straight Outta Compton se encarga de subrayarlo.
Excelente.