El remake contra los elementos
Tras varios intentos fallidos de continuar la popular saga escrita por Harold Ramis y Dan Akroyd en los años ochenta, internet entró en colapso cuando finalmente se confirmó que Paul Feig sería el encargado de llevar a cabo un remake femenino de Cazafantasmas. Y la película no es en absoluto ajena al cisma que su existencia ha creado entre seguidores y nostálgicos de las originales. Un cisma, por otro lado, del todo irracional y desmedido, que irónicamente impide comprobar a sus detractores que en realidad se encuentran ante un remake que no solo rinde un formidable tributo a las dos películas dirigidas por Ivan Reitman, sino que incluso capta mejor su tono que aquellas, tan erráticas en la mezcla de géneros. Y esa quizás sea a la postre su mayor debilidad, esmerarse por no decepcionar a un público que ya había decidido detestarla, en lugar de explotar una propuesta con el potencial y la personalidad suficiente para tener vida más allá del fandom.
Aunque el director de La boda de mi mejor amiga (2011) lleva la película al terreno en el que hasta ahora mejor se ha desenvuelto, la sororidad femenina poniendo a prueba los clichés cinematográficos, da la sensación de no atreverse a salir de una hoja de ruta argumental deudora de las originales, cumpliendo de forma cómplice en cada guiño y cameo obligado, pero sin demasiada imaginación ni osadía para ofrecer algo provocador, más allá de un disparo a la entrepierna del icónico Marshmallow Man. Un planteamiento efectivo pero que limita sus posibilidades, controlando en exceso el talento para la improvisación de las actrices (todas ellas vinculadas en mayor medida al Saturday Night Live) e impidiendo reiterar sus gags de la manera tan salvaje con la que estiraba los diálogos en Espías (2015), obligadas a seguir las caprichosas decisiones narrativas de una trama raquítica, pero a su vez generosa en su decisión de alterar el punto de vista masculino de la saga, que ofrece interesantes lecturas sobre el lugar del propio remake.
Si uno pone la lupa en su trama descubrirá rápidamente que el villano no es más que un solitario y atormentado nerd, que bien podría representar a los fans descontentos con el remake, mientras que las protagonistas parecen obligadas a demostrar sus conocimientos científicos y su propia valía como cazafantasmas frente al escepticismo general, llegando incluso a leer comentarios machistas en youtube similares a los que podíamos encontrar tras el lanzamiento del primer trailer. En ese sentido, su interés por jugar a la ciencia y dotar de verosimilitud a la maquinaria denota cierta necesidad de justificar su aptitud en el cargo. Algo que las películas originales ni siquiera se tomaban la molestia de sustentar de forma mínimamente creíble. Lo que insiste en esa autoconsciencia del remake, tan saludable a la hora de actualizar la marca, que es lo que no deja de ser Cazafantasmas, un icono que trasciende lo cinematográfico hasta integrarse en la cultura popular, como finalmente problemática para su necesaria emancipación.
Al igual que Reitman tampoco era un realizador sobrado de recursos, el enfoque impersonal tras las cámaras de Paul Feig termina por lastrar el conjunto. Su notable tratamiento del color en las secuencias de acción no reluce por lo elemental de la puesta en escena y sus pobres decisiones en la planificación, por lo que ante la falta de audacia cinematográfica, la película encuentra sus mejores momentos cuando se entrega al humor más puro, ya sea con la gesticulación incontrolable en el rostro de Kate McKinnon, la vehemencia moral de Melissa McCarthy, la fisicidad indomable de Leslie Jones y el cándido sentido del humor de Kristen Wiig. Son ellas y no otros los dones por los que este remake acaba siendo más que una simple actualización o revisión en clave género, sino una apuesta por la comedia en toda su extensión. Con la posibilidad de una secuela cada vez más lejana, queda pensar en lo que daría de sí este brillante cuarteto de cómicas (con la participación estelar de Chris Hemsworth al saxo, que parece protagonizar su película paralela), sin las ataduras de una saga a la que ha hecho envejecer de golpe mucho más de las tres décadas que las separan.