SEFF 2016 (I): Une vie (Stéphane Brizé), The Student (Kirill Serebennikov), Homo Sapiens (Nikolaus Geyrhalter), Paradise, Paradise! (Kurdwin Ayub)

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Tal y como asegura el Delegado del Área de Hábitat Urbano, Cultura y Turismo del Ayuntamiento de Sevilla, el Festival de Cine Europeo vuelve a poner a la capital andaluza a la vanguardia de las últimas tendencias culturales. Sin embargo, tan solo un día antes de que arrancara la decimotercera edición del SEFF, Nuestro Padre Jesús del Gran Poder atravesaba las calles del centro urbano evidenciando que, a pesar de la avalancha de críticos, miembros de la industria del cine europeo y la presencia este año de Albert Serra, Olivier Assayas o Bertrand Bonello, Sevilla sigue siendo una metrópolis barroca salpicada de contrastes. Habría que cuestionar hasta qué punto es cierto que la ciudad hispalense se encuentra a la vanguardia o, si por el contrario, no estamos ante otra exhibición de demagogia política.

Une vie - Brize

Une vie (Stéphane Brizé) – Sección Oficial

En cualquier caso, de lo que se trata es de hablar de cine, más allá de la pose de photocall. Como película de inauguración se presentó Une vie, a concurso dentro de la sección oficial, testimonio de derrotas inspirado en la novela homónima de Guy de Maupassant, que gira sobre los avatares de una esposa y madre abnegada a la que da vida Judith Chemla. Dirigida por Stéphane Brizé, Une vie transita entre el escrúpulo de mostrar y la acumulación hiperbólica de desgracias familiares. El director francés se aleja en esta ocasión de los temas de actualidad presentados en La ley del mercado y a través de una narrativa elíptica retoma el arquetipo romántico de la heroína virtuosa maltratada por las circunstancias. Film contenido y solemne, Une vie no logra, sin embargo, brillar por encima de sus antecesoras genéricas.

The Student

The Student (Kirill Serebrennikov) – Las Nuevas Olas

Pero el primer fin de semana nos ha brindado además la oportunidad de ver también un buen puñado de títulos interesantes dentro de la sección Las Nuevas Olas. The Student, actualización del caso Galileo que cuenta la historia de Elena, una profesora de biología en un instituto de Rusia enfrentada a los prejuicios de una institución educativa que se verá amenazada cuando Veniamin, uno de los alumnos del centro, empiece a profetizar entre sus compañeros armado con una biblia y no pocas dosis de fanatismo. Basada en una obra del dramaturgo alemán Marius von Mayenburg, The Student ofrece una mirada actual sobre la naturaleza del líder religioso. Las puntuales notas de humor con las que Kirill Serebrennikov dispara contra la intolerancia y la manipulación hace que The Student tenga cierto grado de parentesco con las historias que sobre predicadores tronados escribiera a mediados del siglo XX la estadounidense Flannery O’Connor. Serebrennikov firma una cinta irregular pero de indudable actualidad que cuestiona alguna de las formas de violencia extrema que han venido derivándose de los últimos conflictos políticos y religiosos.

Homo Sapiens

Homo Sapiens (Nikolaus Geyrhalter) – Las Nuevas Olas

También en Las Nuevas olas se encontraba Homo sapiens, película documental del austriaco Nikolaus Geyrhalter en la que se imagina un futuro en el que la humanidad ya no transita los centros comerciales. Pero el apocalipsis de Homo Sapiens no es resultado de un departamento de efectos especiales sitiado en Hollywood, Geyrhaalter y su equipo se trasladan a Fukushima y muestran al espectador un paisaje devastado, en ruinas. Ciudades enteras conquistadas por la naturaleza donde nada escapa a ser carcomido por la vegetación. Del mismo modo, Geyrhaalter sitúa su cámara frente a puertos y barcos abandonados en las inmediaciones de Chernóbil. Frente a parques donde ya no juegan los niños y en el interior de hospitales que parecen abandonados a toda prisa. Con el sonido del viento como última prueba de que el mundo seguirá girando, pero sin nosotros. La propuesta formal del realizador austriaco resulta árida, llevando al espectador al límite. No hay movimientos de cámara ni música. Un plano tras otro muestra el silencio y la degradación de los edificios por los que hoy nos movemos con total naturalidad. El mérito de Geyrhaalter reside, no obstante, en mostrar ese futuro desde no-lugares que ya existen sobre la Tierra y que no dejan de cuestionar la fragilidad de los espacios paradisíacos creados por occidente. No se pierdan el McDonald’s abandonado de Fukushima.

Paradise, Paradise

Paradise, Paradise! (Kurdwin Ayub) – Las Nuevas Olas

Por último, dentro de Las Nuevas olas se ha podido ver la película de no-ficción Paradise, Paradise!, de la jovencísima realizadora austriaca de origen kurdo Kurdwin Ayub. Filmada en primera persona, Ayub acompaña a su padre, médico con consulta propia en la ciudad de Viena, en un viaje hasta el Kurdistan iraquí para visitar a sus parientes y adquirir, de paso, un piso de lujo en el que poder retirarse tras la jubilación. Ayub abre el film mostrándonos los vestidos que quiere (y puede) llevarse a Irak, la mayoría son transparentes y no cree que en Duhok tengan demasiado éxito. Lo que vemos a continuación es la llegada a casa de sus tíos y las constantes negociaciones que su padre mantiene con los agentes inmobiliarios. Ayub lo graba todo, síntoma natural de nuestro tiempo.Pero lo que en otras manos hubiese quedado reducido a simple video familiar, adquiere una dimensión diferente, ofreciendo una mirada nueva (si se prefiere más íntima) de un país herido pero con una firme voluntad de recuperación.

Resulta interesante que la realizadora centre la mirada en su progenitor, a quién sigue en los reencuentros de éste con familiares y amigos, mientras que a Ayub solo la vemos cuando toma la determinación estética de filmarse frente al espejo. En realidad, el padre de Ayub no se diferencia mucho de los turistas austríacos que aparecen en otra cinta que también podrá verse este año en el festival (Safari de Ulrich Seidl). En una secuencia donde padre e hija acompañan a un grupo de milicianos que lucha contra el Daesh, este aprovecha para hacerse unas fotos con los militares. Hace el símbolo de la victoria frente a la cámara, como los japoneses cuando visitan las pirámides. Es la prueba definitiva de que Europa lo ha separado definitivamente del mundo al que pretende regresar. Paradise, Paradise! se revela como un ejemplo de eficacia narrativa, logrando un resultado notable en la transmisión del discurso cinematográfico.

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