Aleksandra Maciuszek: “A la hora de filmar, lo más importante era estar con la cámara en el lugar adecuado”

Aleksandra Maciuszek

©Txisti – Punto de Vista

Nacida en Cracovia, Aleksandra Maciuszek se graduó en Estudios culturales en la Universidad de Jaguelónica de su país natal. Después colaborar con distintas ONG’s e instituciones culturales de Polonia, España y México, entró a estudiar Dirección de Cine Documental en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, Cuba. Su película de tesis final en la escuela de cine fue Escenas previas (2012), un cortometraje que recibió distintos premios en festivales internacionales.

Casa Blanca (2015), su primer largometraje, presenta la historia de la relación entre Vladimir, que tiene síndrome de Down, y Nelsa, su anciana madre, con la que vive en el pueblo costero de Casa Blanca. Una película donde el sentido del humor se vuelve esencial para enfrentarse al sufrimiento, un film desde el que reflexionar sobre la libertad individual y reivindicar la autonomía de poder decidir cómo se quiere vivir. Casa Blanca es un acertado retrato, tierno y sensible, sobre las relaciones familiares y sobre la imposibilidad de mantener en el tiempo ciertas dinámicas, a pesar de que siempre duela concebir un cambio que suponga el final de una forma de vida. El film se presentó a concurso en la sección oficial de la pasada edición del Festival de Cine Punto de Vista, donde recibió el Premio del Público y el Premio del Jurado de la Juventud.

¿Por qué decidiste acercarte a temas como la vejez y la discapacidad?

En realidad no era mi intención, no buscaba esos temas. En esa época yo estaba a la caza de una buena historia para el filme de tesis de fin de estudios en la escuela de Cuba. Casa Blanca era un pueblo que siempre me llamó la atención. Parecía estar fuera del tiempo. Es muy diferente de La Habana, aunque quede tan cerca de ella. En el pueblo vi un día a Vladimir y a Nelsa, los protagonistas, y me causaron una gran impresión. No se entendía muy bien quién guiaba a quién, quién ayudaba a quién, si era ella a él o al revés. Me pareció que en ellos había una historia que contar, algo muy cinematográfico.

Luego resultó que su rutina diaria contenía elementos dramáticos muy interesantes a la hora de crear una narrativa. Todos los días se repetía lo mismo: por la mañana él tenía que ayudarle en todo, en las cuestiones más básicas, incluso fisiológicas; luego salía y se perdía en el pueblo; y ella todos los días salía a buscarlo. Ese vagabundeo de Nelsa por el pueblo -un acto muy heroico, pero por otro lado, bastante absurdo- era lo primero que teníamos. Encerraba algo profundo. Luego descubrimos los recorridos de él, cuando se escondía de ella y buscaba el reconocimiento del barrio metiéndose en problemas y borracheras. Por la noche, Vladimir volvía para de nuevo cuidar a ella.

Su rutina no nos parecía representativa de cuestiones como la discapacidad, la vejez o la pobreza. Nos llamaba más la atención por lo que tenía de universal. Cuando les conocí por primera vez, creía que tenía entre manos una película sobre la familia, sobre los lazos familiares. Más tarde, cuando conocí mejor a los personajes mejor, nos atrapó el tema quién tiene derecho a decidir, de la libertad, de dirigir nuestras propias vidas.

Casa Blanca

Casa Blanca (Alexsandra Maciuszek, 2015)

Llegado un momento Vladimir le pide a Nelsa que le deje de buscar, que le deje vivir su vida.

Sí. Poco a poco descubrimos que había otras personas que tenían sus ideas sobre cómo mejorar la vida de ambos Tenían soluciones con las que nuestros personajes no estaban de acuerdo. Vladimir y Nelsa querían su vida en Casa Blanca, fuera mala o buena, con todas las dificultades que les suponía. Elegían seguir viviendo así. Entenderlo sin prejuicios y acercarse a esto era de lo más importante de la película.

¿Cómo abordaste el tratamiento formal de la película? ¿Qué normas o límites te pusiste durante el rodaje

Fue un documental en el que el tono y nuestro acercamiento a los personajes era lo más importante y a la vez lo más difícil.  Por eso no comenzamos esta película con ideas estáticas demasiado cerradas. Es una película filmada fundamentalmente sobre trípode, porque la narrativa en gran parte se basa en los pequeños gestos que, rodados de otra manera, podían parecer insignificantes Para retratar bien estos momentos, la cámara tenía que mantenerse quieta y esperar mucho.

Por supuesto antes de empezar el rodaje teníamos muchas referencias, sobre todo pictóricas. Pero esto al final era más bien una placentera búsqueda previa, porque a la hora de filmar lo más importante era estar con la cámara en el lugar adecuado cuando ocurrieran las cosas espontáneas. O tener la paciencia para repetir hasta infinidad situaciones tan pequeñas que podían parecer banales.

No queríamos hacer una película demasiado bella, no queríamos caer en “estetizar” o idealizar unas malas condiciones de vida. No queríamos acercarnos tampoco al periodismo, ser reporteros que sacrificaran la forma y el punto de vista para, supuestamente, contar toda la verdad. Tampoco queríamos un punto de vista demasiado frío, que nuestro trabajo se pareciera a esas películas que retratan la discapacidad desde una mirada, digamos, “objetivizante”. No buscábamos ese distanciamiento, sino que el espectador empatizara, transmitirle la experiencia de ser Vladimir y Nelsa durante un tiempo. Para lograr esto uno también necesita emoción. Así que en algunos momentos hubo que tomar la cámara al hombro y seguir a los dos para ser fieles a los personajes y a sus rutinas. Se trataba de mantener un equilibrio entre muchos factores.

En cualquier caso, sí que había una regla que utilizamos mucho: que la cámara mantuviese siempre a alguno de los dos protagonistas en el encuadre. Como toda regla, tiene sus excepciones, pero nos funcionó bastante bien. Pasara lo que pasase fuera de cuadro, aunque fuera muy llamativo, muy atractivo, no íbamos a virar la cámara. Nelsa y Vladi siempre debían estar en plano. Por supuesto, esto afectaba bastante al tratamiento sonoro y a la manera de trabajar el sonido directo, con el que queríamos dar a la película cierta subjetividad.

Me gustan mucho los momentos en los que Vladimir y Nelsa se acarician cariñosamente. La primera vez que se muestra esto es cuando Vladimir regresa después de haber bebido ron con los hombres; la segunda, después del empeoramiento de la salud de Nelsa, cuando Vladimir quiera que ella le hable, la intenta animar, y Nelsa le responde con caricias. ¿Para conseguir momentos como esos, grababais mucho material?

Sí, grabábamos mucho, y pasábamos mucho tiempo en el pueblo en general y en su casa. Nos hicimos muy amigos de Nelsa y Vladimir. Uno de los problemas técnicos que tuvimos a la hora de filmar era que casi siempre alguno de ellos nos miraba, interactuaba o hablaba con nosotros.

Casa Blanca

Casa Blanca (Alexsandra Maciuszek, 2015)

¿Cuánto tiempo duró el rodaje?

Grabamos como unos cuatro meses. Hicimos una pausa en el momento en el que Nelsa se puso enferma. Y antes del inicio oficial del rodaje tuvimos también bastante tiempo para las pruebas.

¿Y ya habíais trabajado la relación con ellos anteriormente, verdad?

Sí, porque yo iba a hacer esta como mi película de tesis. Al final abandoné el tema, y solo regresamos a esta idea después de terminar la escuela, ya con mucho más tiempo para preparar las cosas.

¿La decisión de que no entrara tu voz o la del equipo, de no intervenir tú como personaje, estuvo clara desde el principio? Creo que fue un acierto porque le da un carácter más íntimo.

Sí. En algún momento durante el rodaje tuvimos dudas sobre si realmente era buena decisión. Pero sí, desde el principio pensábamos que nosotros no cabíamos en la película. El problema es que la historia de Vladimir y Nelsa y de su relación era de por sí bastante compleja. Nuestra relación con ellos de cara a hacer la película, con todos los retos técnicos que suponía, hubiera desviado la atención, porque la verdad el rodaje no fue nada fácil, y nosotros queríamos dar toda la importancia a su historia.

¿Te das cuenta ahora, con la película terminada, de que la imagen que se da de Vladimir rompe los estereotipos que muchas veces da el cine sobre una persona con síndrome de Down? Desde el mismo inicio, en el que la gente del pueblo bromea y se mete con él y Vladimir les responde, de igual a igual, y les insulta a todos con el mismo sentido del humor.

Es que Vladimir es tal y como lo ves en la película. Y mucho más. Esto sí que sabía que iba a pasar porque la primera vez que le conocí, ¡también rompió todos mis estereotipos! Vladimir es una persona increíble, muy brillante y sensible, aunque también sabe ser cruel. Me interesan mucho esos personajes que a veces se llaman “fronterizos”. Él está entre la tragedia y la comedia. A veces es víctima del pueblo, y otras veces es su más agudo crítico. En muchas otras ocasiones parece su bufón. Es también una persona –creo que esto lo cogió de su madre- sumamente orgullosa, que no se deja ganar fácilmente. Es un personaje que también comete errores. A veces parece que tenemos la idea de que la persona con síndrome de Down es un “buen tonto”. Y todo lo contrario. Vladimir, como se dice por allá, “es candela”.

Hay dos momentos que creo que les definen muy bien: el de Nelsa, cuando se mira en el espejo después de le que corten el pelo, a pesar de encontrarse, elegante y coqueta; y Vladimir, en aquel otro en el que Nelsa habla con otra mujer de la religión, del diablo, y en el que Vladimir, cerca de ellos, responde a la pregunta: “¿Quién domina/quién rige el mundo?”, primero con: “Vladimir” y luego con: “La cerveza”.

Sí, en ese último momento nosotros tampoco pudimos aguantar la risa. Él mismo improvisó todo en ese momento, incluso su trompeta. Vladimir muchas veces también se reía de nosotros, nos ridiculizaba. Nos imitaba, se burlaba de algunas cosas que hacíamos que, desde algo de distancia, hasta pueden parecer absurdas.

Un día por ejemplo cogió una cajita de batería y actúo como si fuera una cámara. Se paró frente la pared en la que no había nada, y la “filmó” durante un buen rato, con sus brazos estirados y tensos, todo concentrado, como si fuera Javier (el fotógrafo de la película). Vladimir tenía un gran sentido de humor. Por eso decía que allí sí que había material para hacer una película sobre ellos y nosotros.

Casa Blanca

Casa Blanca (Alexsandra Maciuszek, 2015)

Con Nelsa enferma y en el hospital, dos niñas se acercan a hablar con Vladimir. Le preguntan si está triste, si se va a buscar una mujer. Y con Vladimir fuera de plano, las chicas cuentan, de manera bastante emotiva, que se ha echado a llorar. A través de ellas nos lo imaginamos llorar, algo más sugerente. ¿Cómo fue ese momento? ¿Cuánto hubo de realidad o de construcción?

Sí, es interesante que menciones esta secuencia. Vladimir realmente estaba casi llorando en este momento, pero en la edición decidimos no mostrarlo. No nos parecía necesario.

Quería preguntarte ahora sobre tu trayectoria. ¿Qué te animó a estudiar en la escuela de San Antonio de Baños en Cuba? ¿Qué te atrajo de la cultura cubana en particular y de la hispana o latina en general?

Yo estudié la carrera de Estudios culturales en la Universidad en Polonia, y al estar terminando ya sabía que me gustaría ponerme a estudiar cine. Por lo menos probarlo. La región me atraía: viajé a Centroamérica, hice unos voluntariados en México… Entonces se trató de combinar mi interés por la región con el documental. La escuela en San Antonio tenía muy buena fama, eran solo tres años de estudios, y no cinco, algo que también me parecía bien.

¿Y cómo fue tu experiencia en la escuela?

Es una gran escuela. El programa del documental creo que es especialmente interesante, por los talleres, por los profesionales que nos visitan y dan clases, por la posibilidad de conocer las maneras de hacer las cosas sumamente diferentes. La escuela es también una comunidad de egresados y maestros. Lo de vivir un tiempo allí -acuérdate que es un campus cerrado, en mitad del campo, separado del resto del mundo– te crea un sentimiento de pertenencia muy fuerte.  Es muy bonito esto y siento que esto juega a favor de todo los que pasamos por allí.

Pero también hay que decir que estudiar allí es una experiencia muy intensa, muy dura también. Durante los tres años estás sumergido en un “no-lugar” que se rige por sus propias leyes, también sociales, a menudo difíciles. Uno tiene que enfrentarse a muchas cosas, a uno mismo también. Así que es duro, pero creo que así debe ser. Es un punto de giro importante en la vida de muchos de nosotros.

¿Qué relación dirías que guarda Casa Blanca con Escenas previas, tu anterior película?

Por un lado, creo que Enrique, el personaje protagonista de Escenas previas, es un poco “fronterizo” también, como Vladimir. Son personajes que me atraen mucho. Enrique está entre la vida y entre la muerte, como Vladimir entre lo normal y lo no-normal.  Por otro lado, a lo mejor también en Escenas hay una vinculación entre la risa y el sufrimiento parecida a la que se ve en Casa Blanca. De responder con la risa al sufrimiento, al miedo. Las une también de alguna forma la manera de contar las historias, ese componente observacional.

La diferencia más importante entre las dos es que, Escenas previas, también por ser cortometraje, es mucho más “estetizante”: se concentra mucho más en la forma. Casa Blanca fue un reto mucho más grande: implicó mucho más tiempo de trabajo, y supuso acompañar a los personajes de la película durante momentos muy difíciles.

Escenas Previas - Casa Blanca

Escenas Previas (Alexandra Maciuszek, 2012) – Casa Blanca (Alexsandra Maciuszek, 2015)

Respecto a la estructura de Casa Blanca, ¿fue muy difícil darle ese orden y ligazón en el montaje? ¿Tenías claro cómo iba a ser?

No. Fue difícil. Pero al final en el montaje regresamos a la idea original, a la inicial, después de habernos desviado mucho en el camino. El principal imprevisto durante el rodaje fue el empeoramiento de Nelsa, que fue un choque muy grande. No sabíamos qué hacer, si seguir filmando o no. Yo acabé esta película muy decepcionada con mi trabajo en el rodaje porque emocionalmente fue muy duro. E inmediatamente entré en la edición, sin pausa entre medias.

Fue una película difícil de montar. Muchas secuencias que al principio nos parecían las más fuertes, las más interesantes, tuvimos que rechazarlas. Era un material sumamente frágil a la interpretación. Las mismas secuencias había personas que las interpretaban de una forma, y otras personas, de forma totalmente diferente. Para darte un ejemplo: ante una misma situación, unas personas me decían: “Ay, ¡qué chistosa!”, y otras: “¡Ay, qué terrible!”. Esto era muy peligroso. Al final llegamos en el montaje a la conclusión de que esta historia pedía ser contada paso a paso, con mucho cuidado, dejando fuera muchas cosas.

Tus dos películas se han grabado en Cuba. ¿En tus próximos trabajos seguirás también ligada a ese país? ¿Te planteas quizás hacer alguna película sobre Polonia?

Sí, me planteo hacer películas sobre Polonia, o en Polonia, pero es difícil sacarme de este país, de esta isla, Cuba, totalmente de mis intereses. El período de estudios en San Antonio de los Baños fue muy rico, en el sentido de que uno realmente tenía tiempo de buscar, de indagar en uno mismo y en la realidad que le rodea. Podías pensar qué temas hay, qué personajes, que de verdad respondan a lo que quieres decir. Así que por el momento me gustaría hacer una película más en Cuba.

Entrevista realizada en Pamplona durante el X Festival Punto de Vista y finalizada por correo electrónico.

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