Intentar enumerar las posibles utilidades del cine, como de cualquier otra forma de expresión artística, resultaría imposible si no se quiere caer en la simplificación, aunque siempre habrá quien esgrima el entretenimiento como fin último e inapelable. Aplicaciones hay tantas como quieran plantear los autores, yendo desde el aspecto social o de reivindicación de colectivos hasta el trabajo que se conjuga desde la primera persona descarnada. Resulta especialmente interesante cuando el cine funciona, a veces de manera imprevista, como reflejo de la carga histórica de un país, ya sea a la hora de representar ciertos hechos o a través de la caracterización de unos personajes que representan el perfil de la sociedad, inevitablemente marcada por sus propias circunstancias. Tal es el caso de las dos nuevas películas presentadas a concurso en la sección oficial del 17º Festival de Las Palmas, Cuatreros y Pariente, representantes del cine latinoamericano en el certamen, pero de países con un pasado muy diferente, al igual que los géneros desde los que lo abordan.
En la argentina Cuatreros (Albertina Carri) su directora propone un híbrido entre el documental, el video-ensayo y lo literario. El punto de partida es la recuperación de la historia de Isidro Velázquez, bandolero legendario que serviría como ejemplo para las reivindicaciones revolucionarias de Roberto Carri (padre de la directora). Esa búsqueda acaba derivando en la búsqueda de películas perdidas, material de archivo y el hallazgo de algún recuerdo material de sus padres desaparecidos, a la vez que la autora lidia con su propia maternidad. Se mezcla así la historia de un país con un punto de vista personal que busca reafirmarse en sus creencias.
La directora traslada a las formas cinematográficas la postura política revolucionaria que proclama, con una narración visual a través únicamente de imágenes de archivo en formato multipantalla. Esas imágenes suman numerosas capas al discurso narrado en voz en off, de marcado carácter literario, a veces funcionando como contrapunto irónico, y en ocasiones como representación imposible de hechos que nunca quedaron registrados por una cámara. La película comienza imaginándose a sí misma, y no deja de reinventarse durante el metraje. Albertina Carri señalaba en la rueda de prensa de presentación que “el cine se ha convertido en un espacio ultraconservador” y no cabe duda de que con su trabajo presenta batalla a las posturas más canónicas.
La otra presentación de la jornada corrió a cargo de Pariente (Iván D. Gaona), en la que el director colombiano presenta una suerte de western fronterizo en el que el enemigo puede habitar en la casa de al lado. Los conflictos entre distintos habitantes de una población rural, ya sea por causas económicas, familiares o románticas, sustentan un trabajo rodado con pulso y momentos de especial intensidad con un gran aprovechamiento del medio natural en la puesta en escena, pues aunque se utilicen los mimbres de western, en lugar de parajes desiertos nos encontramos con terrenos de frondosa vegetación que dotan a sus imágenes de personalidad propia. Las negociaciones de paz y los conflictos con las fuerzas armadas paramilitares en Colombia aparecen tímidamente en el metraje, para finalmente revelarse como la raíz de los males, pues aunque finalmente se entreguen las armas, lo que queda es una sociedad incapaz de confiar en las autoridades y acostumbrada a tomarse la justicia por su mano.