Crónica de Cines del Sur 2017

Un elefante blanco herido de muerte

En marzo de 2016 la Junta de Andalucía anunció que cancelaba la décima edición de Cines del Sur. A Rosa Aguilar, recién llegada a la Consejería de Cultura, le quemaba entre las manos su presupuesto y alegó la baja asistencia de público como única e “insostenible” razón para suspender temporalmente un festival que, aunque fue perdiendo drásticamente visibilidad y relevancia (asunto grave sobre cuyas causas profundizaremos más adelante), no dejaba de apostar por un cine minoritario. El desacertado diagnóstico no valoraba Cines del Sur más allá de las cifras, así como la dificultad de atraer al público a las cinematografías de Asia, Oriente Medio, África y América del Sur en una ciudad de cultura de blockbusters en el centro comercial. Por tanto, las posibles soluciones serían igualmente erróneas. Se antojaba un sinsentido exigir una asistencia masiva a lo que no deja de ser un oasis en el desierto, Granada carece de una programación cinematográfica de autor estable, sin cines de estreno en V.O.S más allá de los tan loables como insuficientes esfuerzos de la Filmoteca de Andalucía, La Expositiva, Condes de Gabia o la Fundación CajaGranada.

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Presentación de la décima edición de Cines del Sur – ©Junta de Andalucía

En cualquier caso, antes de adentrarnos en la crónica de la décima edición, que finalmente se celebró este año, conviene recordar que en un principio las expectativas de la Junta de Andalucía con el festival eran bien distintas. Aunque fue menguando de presupuesto hasta situarse por debajo de 150.000 euros en su novena edición, Cines del Sur nació en 2007 envuelto en unos desmedidos aires de grandeza bajo la presidencia de Manuel Chaves. El festival, dirigido desde sus inicios por el productor y realizador de documentales granadino José Sánchez-Montes, contó en su primera edición con un presupuesto de millón y medio de euros (han leído bien, llegando a entregar 50.000 euros a la mejor película, cuantía que en la actualidad solo manejan los grandes festivales como Cannes, Berlin, Locarno, San Sebastián o Venecia, imaginen el disparate). Inmediatamente después llegó la crisis y poco o nada de aquella ambición se hizo realidad, convertirse en una referencia y gran punto de encuentro para coproducciones y mercado quedó en mero espejismo. El presupuesto sufrió un severo recorte que a la cuarta edición provocó la salida del alma del festival, su director de programación, el tristemente fallecido investigador e historiador cinematográfico Alberto Elena. Toda una eminencia en habla hispana del estudio de los que denominó como “cines periféricos”, que entendemos decidió hacerse a un lado ante la imposibilidad de poder seguir desarrollando el festival que imaginara un día.

Porque si uno revisa atentamente los catálogos de ediciones anteriores, disponibles en su página web, y desconociendo la calidad de las copias y las circunstancias en que fueron proyectadas, aquellos cuatro primeros años de Cines del Sur fueron exquisitos, repletos de descubrimientos en su sección oficial y de directores a los que el paso del tiempo ha situado en un lugar de privilegio. Su elevado presupuesto seguía siendo injustificado, pero la selección era magnífica y su función cobraba significado. En la primera edición, que contó nada más y nada menos que con Jafar Panahi e Idrissa Ouedraogo como miembros del jurado, se pudieron ver películas de Wang Bing, Jia Zhangke, Brillante Mendoza, Abbas Kiarostami, Nuri Bilge Ceylan, Tsai Ming-Liang… háganse una idea, hablamos de algunos de los autores más relevantes del cine contemporáneo. Durante los años posteriores las retrospectivas mantuvieron un alto nivel, como las dedicadas al cine filipino, a la obra de Souleymane Cissé o al documentalista argentino Andrés di Tella, acompañadas debidamente de publicaciones de libros, conferencias y encuentros que fueron una constante hasta el tijeretazo.

Jafar Panahi en Granada - ©Cines del Sur

Jafar Panahi en Granada – ©Cines del Sur

Todo atado y bien atado

Pese a que las condiciones para continuar el festival dejaron de ser las idóneas, buena parte del equipo siguió adelante, tanto el director Sánchez-Montes como Mirito Torreiro, que no ha tenido reparos en alternar durante una década su labor como programador y asesor a la dirección en el Festival de Málaga con la programación de Cines del Sur. Y porque no habría más cargos disponibles. Toca recordar aquella famosa canción de Astrud. No sabemos si hay un hombre en España que lo hace todo, pero en Andalucía se da el caso. Los años pasaron y se alternó de una línea académica en la selección, bajo el criterio de los profesores universitarios Alberto Elena, María Luisa Ortega y Esteve Riambau (actual director de la Filmoteca de Cataluña) a la llegada como asesora de programación de Gloria Fernández, experta en cine comercial asiático y directora del portal CineAsia, que estos últimos años contribuyó a revitalizar las proyecciones nocturnas en la Plaza de las Pasiegas con su olfato para el gran público, pero que sin duda ha estado lejos de ser el perfil idóneo para apostar por las nuevas voces del cine de autor en la sección oficial.

En todo este tiempo el festival tampoco supo (ni quiso) reinterpretar su posición dentro del panorama nacional e internacional, estar desconectado de lo que sucedía alrededor ha menguado su repercusión en mayor medida que su disminución de presupuesto. Ajenos al cambio de paradigma en el que se encontraban, sus gestores se limitaron a cubrir su presencia anual con una programación no exenta de descubrimientos y grandes aciertos (como una retrospectiva al maestro indio Ritwik Ghatak sobre la que dimos cuenta en su octava edición), pero mayormente anodina y olvidable, sin el interés ni el riesgo suficiente para lograr despertar la atención de cinéfilos y acreditados de prensa, que año tras año fueron desapareciendo como lo hicieran los espectadores del Teatro Isabel la Católica en el que se celebraron las últimas ediciones.

Diez años después de su fulgurante presentación en el Cine Doré de la Filmoteca Española y con las salas granadinas vacías, Cines del Sur no era más que un fracaso de la administración andaluza, un elefante blanco al que no sabían encontrar acomodo. Su final provocaba tristeza, pero en el fondo parecía lógico e inevitable. Ante la presión, a buenas e interesadas horas, de los grupos políticos del Ayuntamiento de Granada, y tras la probable intervención del socialista Paco Cuenca, que terminaría siendo Alcalde, se llevó a cabo una negociación para replantear el festival con las vistas puestas en la candidatura a la Ciudad Europea de la Cultura de 2031.

Cual fue nuestra sorpresa cuando meses después de abrir dicha comisión técnica (en la que se encontraba su propio director, no pidan lógica alguna) y bajo el oscurantismo inherente a las administraciones públicas, descubrimos que se cambió todo para dejarlo igual. José Sánchez Montes y su equipo de programación permanecían al frente, la línea a seguir era exactamente la misma, no hubo en absoluto una reinvención como vendieron desde el gobierno andaluz y los medios de comunicación. Las secciones, la estructura y el enfoque de la programación eran idénticos, solo se trataba de otra falacia para mantener engañado al personal, conservando entre otros el absurdo criterio de obligar a los títulos de sección oficial que fueran estreno en España. Como si la exigua cuantía de 5.000 euros a la Alhambra de Oro y su nula repercusión tuvieran capacidad para disputar alguna película a Gijón, Valladolid o San Sebastián. Películas que no se ven en Granada de ninguna de las maneras, haciendo un flaco favor tanto a los cineastas como a los granadinos, que se ven privados de las propuestas más relevantes mientras se tienen que conformar con aquellas que ningún otro festival de superior categoría ha dispuesto, como si no fuera posible un equilibrio acorde a la escala real en la que se encuentra el festival.

Lo importante parecía en el fondo quitarse un marrón político, pendientes de encontrar fórmulas con las que camuflar la baja asistencia y recaudación en lugar de reflexionar sobre el momento de escaso prestigio y relevancia de Cines del Sur, no hablemos ya de preocuparse por el tipo de festival que necesitaba la ciudad. La principal diferencia a resolver fue el crecimiento del presupuesto hasta los 250 mil euros (crecimiento que no es tal, basta una simple suma para comprobar que simplemente se contó con el remanente del año anterior), gracias al que se podían ampliar los espacios de proyección (y con ello aumentar el números de espectadores y disimular cifras), así como traer a un mayor número de invitados y directores de la sección oficial. Un lavado de cara para lo mismo de siempre y en el que lo importante era la foto. Las películas, secundarias.

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Preguntas sin respuesta

¿Por qué no se realizó una convocatoria pública para el puesto de director del festival como llevan a cabo la mayoría de certámenes financiados con los impuestos de sus ciudadanos? ¿Bajo qué criterios discurrieron las conversaciones para reinventar el festival si finalmente se quedó como estaba? ¿Qué plan de futuro tiene la Junta de Andalucía con Cines del Sur? ¿O lo de este año solo se trataba de una papeleta electoral más que salvar como los dos hospitales completos o las obras del metropolitano? El mismo que se lleva retrasando una década y aún estamos esperando ver inaugurado.

Al respecto, cabe preguntarse también cómo es posible que Filmadrid, cuyo presupuesto oscila los 40.000 euros, que necesitó de un crowdfunding para celebrarse y carece de ayudas públicas, en apenas tres años haya adelantado en repercusión Cines del Sur por su riesgo y atención a los cambios del cine contemporáneo. Hasta el punto de programar en su última edición un original ciclo sobre comedia y absurdo en el cine iraní y contar con la presencia de Lav Diaz en Madrid, haciendo mejor el trabajo por difundir el cine del sur que no cumple el festival granadino.

Hemos hablado mucho de Lav Diaz en nuestras páginas. Considerado un director prohibitivo para la exhibición comercial por la extensa duración de sus largometrajes, se encuentra sin duda entre los más radicales y apasionantes del cine mundial. El propio festival ya proyectó una de sus películas en la citada retrospectiva dedicada al cine filipino, Evolution of a Filipino Family (2005), pero desde entonces jamás ha vuelto a considerar incluirlo. Que en los últimos años haya sido premiado en Locarno, Venecia y Berlín parece irrelevante.

¿Cuál es el criterio para dejar atrás a uno de los grandes autores de nuestro tiempo, con una visión única sobre el cine y la historia de su país? ¿Cómo se pretende “mostrar” al público granadino otras culturas y cinematografías periféricas si la programación está compuesta de saldos y mediocridades que niegan el espacio a autores de gran prestigio que todavía son considerados marginales? ¿No estará Cines del Sur precisamente excluyendo a determinados autores y cinematografías en lugar de darles la visibilidad que merecen a costa de entregar un cine complaciente con el espectador? ¿Por qué este año tampoco se programó ninguna sesión en homenaje al recientemente desaparecido Abbas Kiarostami? ¿Hasta qué punto está el festival haciendo un bien a la ciudad o la sigue manteniendo ciega (como diría Val del Omar) por culpa de sus responsables?

Podríamos citar la ausencia de películas como El futuro perfecto o El auge del humano, ambas premiadas en Locarno y notables reflexiones sobre el impacto de la inmigración y la globalización tecnológica en el tercer mundo respectivamente, o de autores como Matías Piñeiro o Wang Bing. Al menos este año se le dedicó un pequeño e insuficiente ciclo a Hong Sang-soo, compuesto por Noche y día (que estuvo a concurso en Cines del Sur cuando no era la triste sombra de lo que fue), Ahora sí, antes no y Lo tuyo y tú (ambas estrenadas comercialmente en España), aunque en plena celebración del festival cambió del horario de tarde al matinal y probablemente nadie se enteró. Pero que no se confunda, del mismo modo que los actuales responsables gozan de libertad para programar lo que consideren oportuno, también tiene la obligación de rendir cuentas y dar explicaciones, en especial cuando su línea de acción nada estimulante y conservadora queda en evidencia frente a otros certámenes con un mayor rigor y espíritu de vanguardia.

The Last Painting - Cines del Sur

The Last Painting (Chen Hung-i)

Mediocre sección oficial

Una película de Taiwan gana la Alhambra de Oro del Festival Cines del Sur” fue el titular más replicado por la prensa tras anunciarse el palmarés. Curioso comprobar cómo el título desaparece y la nacionalidad se antoja intercambiable, dando la sensación de que la película ganadora era anecdótica, como lo es la repercusión del premio. El único motivo por el que resulta plausible el triunfo de The Last Painting es su carácter provocador en comparación con el resto de la sección oficial, lo que en este caso tampoco significa mucho. Chen Hung-i entrega un artefacto fallido que por momentos pretende abrazar el estilo y los ambientes próximos al cine de Wong Kar-wai, salvo que desde el efectismo más vacuo. La película cobra la forma de un thriller pretencioso con los pecados capitales como leitmotiv, la inestable situación política en Taiwan como trasfondo y de hilo conductor la relación que se establece entre un atormentado pintor y su nueva compañera de piso, una joven de familia influyente y con un oscuro pasado. El material tiene potencial, pero a su conclusión cuesta encontrar una visión cinematográfica o una búsqueda detrás que justifique sus morbosos giros de guion y errático desarrollo, donde el sexo, la violencia y el abuso de simbolismos terminan por devorarlo todo.

Porque de una Sección Oficial cabe esperar cuanto menos una visión de conjunto, un posicionamiento. Supone la carta de presentación del festival al mundo y del mundo a su ciudad, su hilo conductor, su búsqueda de nuevas formas y autores, su atención a la diversidad y también su capacidad de integrar un relato o un mensaje común. En Cines del Sur encontramos una renuncia absoluta a formar un discurso mediante la sección oficial. Esa dejadez y falta de criterio acaba implicando la entrada de películas sensacionalistas en fondo y forma, acumulándose las propuestas de carácter social y denuncia (Being Born, You Mean the World to MeLa soledad, Lipstick Under my Burkha o House Without Roof) de escaso interés cinematográfico, cuyo carácter supuestamente comprometido y no exento de demagogia suele funcionar. Películas mediocres con la coartada de su nacionalidad como excusa, pero que lejos ofrecer miradas relativas a sus condicionantes políticos, sociales y culturales, están compuestas de imágenes estandarizadas, de impacto global, complacientes con el espectador, al que se le provoca la falsa ilusión de estar viendo cine de otro continente cuando no se trata más que de un interesado simulacro.

Lipstick Under My Burkha (Alankrita Shrivastava)

Lipstick Under My Burkha (Alankrita Shrivastava)

Hablemos por ejemplo de Lipstick Under my Burkha, escrita y dirigida por la joven realizadora india Alankrita Shrivastava, que tiene más en común con productos comerciales como Kiki, el amor se hace (Paco León, 2016) que con el cine de autor independiente. De tono ligero y festivo, que tuvo problemas con la censura pero con el que esquiva la crudeza del trasfondo, su manipuladora amalgama de historias cruzadas, protagonizadas por cuatro mujeres de distintas edades que sufren la opresión, la falta de libertad sexual y la discriminación en la India actual, supone un claro ejemplo del peor cine denuncia, ese que a costa de subrayados, tópicos y una discursiva voz en off apela a las emociones más bajas del espectador.

Algo similar podríamos señalar de La soledad, que suena a descarte del Festival de Málaga, cuya puesta en escena híbrida propia del cine contemporáneo la sitúa a priori entre el documental y la ficción de forma sugerente, virtudes que se diluyen ante la falta de escrúpulos de su director. Interpretada por actores no profesionales, parte de un material de archivo y contexto real, está rodada en la abandonada casa familiar de su también jovencísimo y talentoso realizador, el venezolano Jorge Thielen Armand, que completó sus estudios universitarios en Canadá y ha formado parte de las academias de los festivales más importantes del mundo. En su seguimiento al modo de vida de su protagonista, que malvive ocupando la casa junto a su familia, la película incumbe en gestos reprobables y profundamente demagogos como filmar las estanterías de un supermercado sin alimentos, la miseria en las calles de Caracas y las colas ante puestos de racionamiento. Un acto de representación con el que traiciona su enfoque formal, que pedía evocar esa realidad en lugar de imponer su imagen. Decisión en definitiva más propia del director de un informativo tendencioso que de un cineasta.

A Quiet Dream (Zhang Lu)

A Quiet Dream (Zhang Lu)

Cuesta entender que coincidieran en sección oficial subproductos de dudoso gusto como You Mean the World to Me, culebrón metacinematográfico llegado desde Malasia, cuya dirección de fotografía del mismísimo Christopher Doyle solo añade dosis de bizarrismo al conjunto, junto a dos valiosos títulos a rescatar de la cosecha del año. Hablamos de A Quiet Dream y A Maid for Each, el más reciente documental de Maher Abi Samra, que tuvo en Granada su estrenó en España tras su paso por la Viennale. El cineasta libanés siempre ha estado muy atento a las tensiones sociales y políticas de su país desde un estimulante tratamiento cinematográfico que le ha llevado a abordar el punto de vista de las Mujeres de Hezbolá, el de los represaliados políticos y la Guerra del Líbano. En esta ocasión presta su mirada al sistema de contratación casi esclavista del servicio doméstico, adentrándose en el funcionamiento de una de las agencias mediante su puesta en escena observacional.

Pero especialmente cabe destacar A Quiet Dream, evocadora película del director chino de origen coreano Zhang Lu, que llegó a estrenar en España Sueños del desierto (2007) y de quien vimos la también estimulante Gyeongju (2014) en el Festival de Locarno. Se trata de una comedia existencial más compleja de lo que aparenta, en la que tres perdedores (los también directores de cine Park Jung-Bum, Yoon Jong-Bin y Yang Ik-June) intentan conquistar en vano a una joven que regenta una casa de comidas y cuida de su padre minusválido. El blanco y negro y la sencillez de su estilo formal dotan de un punto onírico al conjunto que Zhang Lu no fuerza, pero que en su fascinante plano secuencia en la azotea, tras el que a la media hora aparecen los títulos de crédito, arroja toda una declaración de intenciones acerca de la lecturas a la que se presta el film. Ambas son la clase de propuestas comprometidas, acordes a las diatribas del cine contemporáneo y a la dimensión de sus respectivas cinematografías que deberían ser la norma y no la excepción en Cines del Sur.

Porque en resumen, y evaluando el conjunto de la programación más allá de la sección oficial, lastrada por la errónea exigencia de pedir estreno en España, todo el festival da la sensación de estar programado sin personalidad, como un pack prefabricado, o eso transmiten secciones como la de Documentales y Música o Itinerarios. Por su parte, el ciclo de nuevos realizadores de Emirátos Árabes adolecía de vigencia, no se encontraba justificado ni responde a un reto del cine actual, todo lo contrario, en el fondo son películas de consumo. En cambio, a la más sólida y consecuente retrospectiva sobre el cine de Centroamérica en lo que llevamos de siglo se le echaba en falta un marco académico, una publicación que ofreciera contexto y pusiera en valor los títulos seleccionados. Además, resulta insuficiente que el único apartado de todo el festival centrado en la historia del cine fuera la sesión dedicada al padre del cine de animación japonés Kenzo Masaoka. Todo un descubrimiento, enriquecido por las didácticas aportaciones de Laura Montero, que ayudó a compensar su proyección en paupérrimas condiciones. Para ser, como se dijo, la primera retrospectiva que se le dedica en España, se podría haber elaborado mucho más y no dejar la impresión de que fue algo improvisado y al margen del resto del festival.

La hipocresía de una ciudad

Porque un festival termina reflejando a su ciudad, se debe a ella y su idiosincrasia acaba haciendo acto de presencia de una forma u otra. Y seamos honestos, para Granada Cines del Sur es una excusa desde la que brindar la falsa imagen de una ciudad moderna y en contacto con distintas culturas, cuando asuntos tan conflictivos y arcaicos como la celebración de la Toma de Granada siguen sin resolverse y los espacios de difusión cultural están bajo mínimos, sin cines en V.O.S ni nadie a quien parezca importarle. Es difícil crear caldo de cultivo y atraer a un público crítico en una ciudad enclaustrada por su propia historia y belleza, incapaz de superarla y asomarse al exterior.

Describir la estampa de la inauguración serviría para constatar esa sensación y la hipocresía de las autoridades allí presentes. Un evento pomposo y rancio celebrado en el patio del Palacio de Carlos V, que no consiguieron llenar pese a repartir invitaciones y poner a la venta entradas por tres euros. El photocall no faltaba, pero en cambio no hubo palabras del director ni del equipo de programación, se echó en falta un auténtico discurso cinematográfico desde el que posicionarse y explicar el nuevo camino a seguir tras la suspensión. No lo había, claro. Por contra, condujeron la gala un actor y una actriz acompañados de un guitarrista, que estaban ahí como podrían haber presentado un desfile de moda o una fiesta de empresa, lo mismo daba.

Inauguración de la X edición de Cines del Sur en el Palacio Carlos V - ©Granada Hoy

Inauguración de la X edición de Cines del Sur en el Palacio Carlos V – ©Granada Hoy

No sabemos quién escribió el guion, pero entre los lugares comunes y los insulsos vídeos presentación de las distintas secciones, tuvieron la genial idea (siempre y cuando seas Arévalo, Bertín Osborne o Jorge Cremades) de comenzar a imitar acentos sudamericanos de forma tremendamente desafortunada, incómoda, no logrando sacar ni una sola sonrisa ante el desconcierto de los asistentes. Tras este momento insultante, tuvo que ser la portavoz del jurado, la cineasta Mercedes Moncada, quien nos recordara que nosotros necesitamos ver cine de otras partes del mundo tanto como esas películas necesitan un público. El único rastro de lucidez en una gala propia de otra época. Como el festival, para qué engañarnos.

En lugar de aprovechar la ocasión para realizar algo especial en lo cinematográfico, acorde a un décimo aniversario, ya fuera proyectar un título de una retrospectiva, recuperar un clásico olvidado, presentar una película inédita o adelantar un próximo estreno en cines, la película elegida para la inauguración formaba parte de la sección oficial, algo cuanto menos extraño, que insistía en señalar la escasa imaginación  de sus responsables. De hecho, la película de clausura también formaba parte de la sección oficial, el thriller argentino de corte televisivo El peso de la ley, otro descarte del Festival de Málaga. Y otra vulgaridad que nunca debería haber estado a concurso y que se encuentra lejos de representar el notable momento que vive el cine de autor argentino.

Being Born (Mohsen Abdolvahab)

Being Born (Mohsen Abdolvahab)

Being Born, el filme inaugural, podría resumirse en pocas palabras: cine iraní para dummies. Con una escasez de recursos alarmante, el realizador Mohsen Abdolvahab dibuja las tensiones de un matrimonio de clase media que podría ver frenado su modo de vida y aspiraciones artísticas (él es cineasta, ella actriz teatral) tras el embarazo no deseado de su segundo hijo. Una vez presentado un dilema con el que tan bien refleja la sociedad heteropatriarcal del país (ella está a favor de dar a luz y él quiere que aborte), la película se enquista sobre la misma idea. Merced a sus pobres personajes secundarios y a su carencia de soluciones formales, acumulando conversaciones rodadas en el interior de coches y resueltas con plano-contraplano por el simple hecho de economizar esfuerzos, no por interés narrativo ni visual, se consume una película fatigosa que en su tramo final, cuando se libera de las convenciones dramáticas y sus personajes responden a sus sentimientos y no a las argucias del guion, sabe encontrar dentro del conflicto de su protagonista un final lo suficientemente evocador y trágico.

Brindis al sol

Injustificado y fuera de lugar, el homenaje que se brindó al Cine Madrigal fue ya el colmo del esperpento. Abierto en 1950, al tratarse de un negocio familiar en un emplazamiento céntrico es obvio que sigue en pie por motivos de otra índole, que poco tienen que ver con el amor al séptimo arte o su presencia activa en el día a día de una ciudad que ha visto cerrar otros cines históricos como el Aliatar o Multicines Centro sin inmutarse. Atrás quedaron los tiempos en los que sus carteles pintados a mano alumbraban la Carrera de la Virgen, la realidad es que se encuentra en estado de semiabandono, sin página web ni perfiles en redes sociales. Un cine cuya aportación cultural, por si tenían alguna duda, se demuestra proyectando las películas dobladas, faltaría más. Y por mucho que entre ellas haya habido títulos interesantes (siempre trabajan con Golem y Avalon, dos de las distribuidoras más consolidadas del cine de autor en España), no han ayudado precisamente a divulgar y difundir ese cine, casi que lo proyectan por castigo, porque no les queda otra. Hace falta un acto de fe para encontrar en google alguna web que informe correctamente de sus horarios, el Madrigal es un cadáver andante que no colabora en ningún evento de la ciudad, que Cines del Sur le rinda tributo solo subraya el estado comatoso del cine en Granada y la falta de rumbo de sus responsables. ¡Ni siquiera ninguna película del festival se vio en sus butacas! Si no se puede contar con él para los festivales de la ciudad, homenajearlo no termina siendo más que un brindis al sol.

Cine Madrigal - ©Cines del Sur

Cine Madrigal – ©Cines del Sur

Como colofón, la revista Caimán cuadernos de cine publicó una crónica de Cines del Sur en su web escrita por Enrique Garcelán, que habitualmente ha sido el responsable de cubrirlo en sus páginas. Hasta ahí diríamos que todo normal. La cuestión es que Enrique Garcelán es director de CineAsia junto a Gloria Fernández, asesora de programación del festival. Además de esa implicación laboral, suficiente como para tomar distancia en una publicación que presume de su rigor e independencia, este año el propio Garcelán fue responsable del catálogo de Cines del Sur. Es decir, alguien en nómina del festival, parte del equipo, escribió la crónica del mismo. Digamos que a estas alturas ya no nos sorprende nada, en todo caso que ni siquiera hicieran el esfuerzo por ocultarlo.

Laudatoria, sin peros ni matiz alguno, sobre el texto no hay mucho que rascar, Garcelán celebra su regreso (faltaría más), repite la historia oficial de su “redefinición” (que, insistimos, no fue tal) y presta mayor atención a detallar momentos superfluos, como las grandes ovaciones (sic) y aforos completos de algunas películas, en lugar de analizar con criterio propio y en su conjunto la programación. ¿Cómo iba a hacerlo? Decepciona que Caimán se preste a lo que no deja de ser un paripé con el que hacer creer a la Junta de Andalucía que Cines del Sur ha gozado de repercusión en un medio especializado. El autor de la crónica y el valor su contenido parecen secundarios en estos tiempos en los que el cine, y por ende la cultura, están condenados a ser moneda de cambio.

Enrique Garcelán - Caimán

La pelota en el tejado

Podríamos continuar, el debate es urgente y ojalá esta reflexión sirva de acicate. Pese al silencio y la indiferencia reinantes, las circunstancias que rodean a Cines del Sur hablan por sí solas. Que el cartel y la cabecera elegidos para la décima edición fueran un resumen visual de las nueve anteriores simboliza a la perfección el continuismo del festival, sumido en una gestión autocomplaciente que le ha relegado del panorama, sin la capacidad ni la inquietud necesarias para cambiar la dinámica cultural de la ciudad.

En el lado positivo, que hayan colaborado todas las instituciones resulta buen síntoma y el Centro Federico García Lorca se antoja un formidable espacio para continuar desarrollando el festival y otros eventos cinematográficos (ojalá tuviera una programación regular, pero cuando ni siquiera han llegado aún los archivos de Lorca para los que fue abierto…). Aunque en todo caso, el impacto, el interés y la repercusión del festival no han variado. Es lo que sucede cuando se cambia todo para dejarlo igual. Queda mucho por explorar y (re)descubrir en las cinematografías de Africa, Asia, Oriente Medio y Sudamérica, hay múltiples lazos por tejer con otros mercados y festivales, las opciones son amplias y no dependen exclusivamente de una cuestión de presupuesto, sino de un cambio de gestión al frente que produzca un nuevo impulso.

Convendría recordar que aunque Cines del Sur siga siendo el único festival de la península dedicado en exclusiva a los cines periféricos, en cualquier momento podría dejar de serlo. A lo largo de una década su disposición para reformularse ha sido nula y el crecimiento de otros certámenes lo ha conducido a la intrascendencia. Sería justo que el recién nombrado Consejero de Cultura, Miguel Ángel Vázquez Bermúdez, tomara medidas y encamine el festival a un nuevo rumbo acorde a su auténtica escala: valioso para la ciudad y genuino dentro del panorama. Además de a Filmadrid, uno mira con envidia a Galicia, el prestigio de Play-Doc en Tui, el auge de Curtocircuito y la estabilidad de Cineuropa en Santiago de Compostela, el auténtico renacer del Festival de Ourense mirando al cine iberoamericano, Novos Cinemas en Pontevedra… Algo semejante sería mucho esperar de una Junta de Andalucía que en el fondo es la gran culpable de la situación, habituada a acometer grandes infraestructuras (el traslado de la Filmoteca de Córdoba) y proyectos (esa Ley del Cine…) que luego no solo son incapaces de alcanzar las expectativas creadas, sino que resultan ineficientes. En Granada tenemos muchos ejemplos y sería redundante citarlos. Cines del sur es otra prueba, un elefante blanco herido de muerte.

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