La crítica que le ha granjeado fama de cineasta efectivo tiene su origen en que el propio Mann desconfía de los que intentan sobrepasar la inteligencia del público. Para él, toda añadidura de forma o estructura es innecesaria si la complejidad es sólo un extra. Es, en esa sutilidad para contar más con menos, donde reside todo su legado y expresividad
¿Por qué tratar de definir a Michael Mann como autor o artesano cuando probablemente necesitemos ambas miradas para comprender el alcance de su obra? Es precisamente debido a esa estimulante contradicción por la que nos acercamos a su trayectoria. De Ladrón (Thief, 1981) a Blackhat - Amenaza en la red (2015), sin olvidar el episodio piloto de Luck
Encontrarnos con cada nuevo trabajo de Michael Mann comienza a ser un placer parecido a recuperar a los grandes maestros, un último forajido de Hollywood que con Blackhat alcanza la sublimación de sus gestos, de sus reconocibles señas de identidad reducidas a la mínima y por ende mayor expresión.