Primera Plana 2.0
“It’s not. But it can be”. O eso ha creído leer entre el público Will McAvoy (Jeff Daniels), un exitoso presentador de informativos americano -conocido por no mojarse políticamente- mientras asiste a una conferencia universitaria en la que le preguntan por qué Estados Unidos es el mejor país del mundo. Su respuesta nos hace tambalear y marca la diferencia entre una serie cualquiera y otra de Aaron Sorkin. Este casi Shakespeariano “no lo es, pero puede serlo” es la clave que hace entender la nueva serie del creador de El Ala Oeste de la Casa Blanca, con la que comparte no poco espíritu idealista, sin dejarnos caer ni perdernos en su criticada utopía y didactismo. Por supuesto que el periodismo no es (hasta cierto punto) así. Claro que la televisión no funciona de esta manera, como tampoco lo hacía el gobierno del presidente Bartlet, pero pueden hacerlo aunque sea en nuestro más utópico imaginario televisivo. A esa esperanza se agarra Sorkin. Y nosotros con él.
Mientras cada vez parece más difícil cambiar las cosas en la realidad, al menos siempre podemos (y debemos) intentar hacerlo en la ficción, de ahí que uno de los mayores aciertos de la serie sea situarla en nuestra actualidad más cercana, orientando la estructura dramática en torno a historias y noticias reales que de una manera u otra han marcado el devenir de la sociedad y política americanas (por no decir mundiales). Lo hace mediante una cadena de televisión inventada, ACN, proponiendo otra manera de afrontar las noticias en un mundo en exceso dominado por las ideologías y el amarillismo, asistiendo como espectadores de lujo a la creencia en un periodismo que se niega a sí mismo dejar de ser el mejor trabajo del mundo.
Entre otros de carácter más local o de marcado contenido político (tan en cuenta por la cercanía de su estreno con las elecciones americanas), la primavera Árabe, el Tea Party o la muerte de Bin Laden son algunos de los temas de reciente actualidad a los que se arroja una incisiva mirada, quizás la que no se dio en su día, que inevitablemente nos hace comparar el tratamiento que recibimos en las noticias. Porque de manera idílica o no, el equipo de News Night pretende dignificar su profesión, una dignidad siempre difícil de lograr por los conflictos internos en cualquier redacción, la influencia de la junta directiva en la edición del informativo y el poder final de la audiencia, pero por encima destaca el valor de unos cuantos ilusos por creer que otro periodismo es posible, aunque no siempre pueda serlo. Aunque en la realidad casi nunca lo sea.
Todo ello analizándola solo desde un punto de vista estrictamente periodístico, porque The Newsroom va más allá y evoca el espíritu screwball de Luna Nueva (1940) de Howard Hawks, revitalizando un excelente gusto por el gag físico -tanto que a Jeff Daniels le puede servir de práctica para la segunda parte de Dos Tontos Muy Tontos– como por los diálogos cargados de réplicas a cada cual más afilada tan habituales en su creador. Este tono tan conseguido se hace principalmente reconocible en la relación amorosa imposible (aunque son dos) entre Will McAvoy y su productora (a la fuerza) MacKenzie McHale, interpretada por una inspiradísima Emily Mortimer. Con su sarcástico tira y afloja romántico asistimos a una actualización de la guerra de géneros de la comedia americana de los años 40. Sorkin propone una nueva versión de la fórmula clásica que funciona por el buen hacer de sus actores y el contraste que genera la liviandad -e incluso torpeza- de su relación frente al rigor y la pasión con los que se afronta la actualidad periodística. Este punto cómico se acentúa con un pequeño detalle que no parece casual, pues el parecido del ayudante de producción Jim Harper con Jim Halpert lo convierte en un homólogo del de The Office, y más teniendo en cuenta el triángulo amoroso en el que se encuentra, tan similar al de Pam y Jim en la versión americana de la serie creada por Ricky Gervais, lo que nos hace pensar que en cierto modo podríamos encuadrar The Newsroom no solo como una ficción sobre América, como lo podría ser Mad Men, sino dentro de las mutaciones de la nueva comedia en televisión (a la que en Revista Magnolia dedicamos un estudio).
La dirección de Greg Mottola (firma el piloto y los mejores episodios de la primera temporada) no redunda tanto en el llamado estilo Sorkin -de endiablados diálogos caminando a toda velocidad entre pasillos- como se pudiera esperar. El plano secuencia queda atrás, la urgencia y la épica de la redacción se convierten en un centro fílmico sobre el que se mueve una cámara que lo hace a la otrora velocidad de las palabras. Una épica que recupera al periodista como héroe cotidiano, no sin autocrítica ni tampoco sentido del humor, todo un homenaje a una denostada profesión refrendado en su opening (cómo no, con banda sonora de Thomas Newman), que recuerda con emoción la historia y los orígenes de los informativos americanos. Aaron Sorkin rememora las formas clásicas como camino para recobrar la honestidad del periodismo, señalando el camino a seguir para recuperar lo perdido. Y si The Newsroom no lo consigue, al menos nos hará creer en ello. It can be.
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Aún sin haber visto la primera temporada completa (voy el capítulo cinco), ya puedo asegurar que es una de las mejores series de la actualidad. Todo en ella está calibrado al milímetro para lograr el equilibrio entre la acción dramática y el desarrollo de los personajes con la profunda reflexión sobre el periodismo en nuestra sociedad. Acertáis cuando decís que The Newsroom intenta mostrar un periodismo que no existe pero que debería existir, y creo también que debería ser de visión obligada en todas las facultades de periodismo (o en todas las facultades en general), y de paso en la mayoría de cadenas de TV. Lástima que una vez más los intereses económicos y políticos se antepongan a una manera honesta de contar la realidad. Eso sí, siempre nos quedará la ACN…
Lo de “una inspiradísima Emily Mortimer” es broma, no?
PD: unas líneas más abajo, leo el palabro inexistente “livianidad” (liviandad, por favor).
Si funciona el tono de comedia clásica es por ella, creo que está muy divertida.
Y corregido, gracias por comentar.