Recopilamos todos los artículos de nuestro estudio dedicado al genial cineasta finlandés Aki Kaurismäki (Orimattila, 1957), realizado con motivo de su presencia en la duodécima edición del Festival Curtocircuíto de Santiago de Compostela. Proponemos una lectura personal de su trilogía del proletariado y la renovada vigencia política de su cine en el nuevo siglo, recordamos sus desenfrenados cortometrajes y nos detenemos en el análisis crítico de su filmografía completa.
(haz clic en la imagen para dirigirte a su contenido)
por Andrés Galán
Los personajes que transitan las películas que componen La trilogía del proletariado: Sombras en el paraíso (1985), Ariel (1988) y La chica de la fábrica de cerillas (1990), comparten idéntico periplo vital con los trabajadores que todas las noches se suben al autobús. Son lo que el pintor italiano Giuseppe Pelliza da Volpedo definiría como El Cuarto Estado; pintura que, por otro lado, utilizaría Bernardo Bertolucci como carta de presentación en su fastuosa película Novecento (1976). Pero si tanto en el cuadro de Pelliza da Volpeda como en el film de Bertolucci hay una épica del proletariado, un ensalzamiento del espíritu obrero, en las películas de Kaurismaki no hay espacio para gestas de corte heroico. [Seguir leyendo]
por Mario Iglesias
Y es justamente cuando la crisis está más cerca cuando el cine de Kaurismäki adquiere un aparente y repentino tono sombrío en Luces al atardecer (2006), en la que encontramos un significativo cambio de tercio con respecto a sus obras precedentes. La solidaridad de la clase obrera y de los bajos fondos parecen aquí ausentes. A cambio, el protagonista, vigilante nocturno, se adentra en un mundo inhóspito y mafioso, regido por el afán de lucro y la falta de piedad: el mismo mundo exterior que amenazaba a los cálidos derrotados de Un hombre sin pasado (2002) o a los voluntaristas luchadores de Nubes pasajeras (1996) sin llegar a vencerlos. [Seguir leyendo]
por Antonio M. Arenas
La sesión titulada Rocks and Shorts proponía un apasionante recorrido transversal a su filmografía dividido en dos etapas claramente diferenciadas: los cortometrajes de carácter musical, con formato de videoclip, destellos de una primera década entre los 80 y 90 llena de inconsciencia, frescura y amistad; frente a una segunda etapa más alejada en el tiempo, ya asentado en el panorama del cine de autor, donde los cortometrajes pasan a ser fruto de encargos para festivales o a formar parte de largometrajes colectivos, en los que refina cada vez más su estética (y ética) profundamente personal e insobornable. [Seguir leyendo]