El género, boca abajo
En la pasada década el cine tailandés cruzó fronteras por la espectacularidad de sus films de acción y artes marciales, gracias a los que Tony Jaa se convirtió en estrella y Prachya Pinkaew en especialista tras las cámaras. Películas como Thai Dragon (2005) u Ong Bak (2003) y sus secuelas fueron grandes éxitos en todo el mundo, exportando una imagen de la cinematografía tailandesa que contrastaba con las obras más íntimas de Apichatpong Weerasethakul y Pen-Ek Ratanaruang, que a su vez recorrían un camino paralelo por festivales. Ahora, este último afronta el cine de género para darle media vuelta y ponerlo boca abajo. Literalmente.
Su protagonista, un policia al que traicionan y es disparado en la sien, empezará a ver todo del revés tras salir de un coma. La propuesta desafortunadamente va por otros derroteros, se desaprovecha y margina ese interesante punto de vista visual -otra posibilidad del maravillosamente usado en La escafandra y la mariposa (Julian Schnabel, 2007)-, desarrollando la trama en torno a los recuerdos del policía. Ratanaruang arranca dándolo todo, como los grandes policíacos, con una secuencia en primera persona impactante que contrasta con la sobriedad y el resto del tono del film, muy calmado y de largos planos en silencio o con pocos diálogos, encontrando en sus ambientes y formas una clara inspiración del género de gangsters y el cine negro americano, femme fatale incluida, distanciándose así de otras propuestas tailandesas como 13 Beloved (2006), repletas de trucos narrativos y artificios puestos tan de moda.
En cambio, son precisamente su plano desarrollo y falta de riesgo los que lastran Headshot, una película (seleccionada al Oscar por Tailandia) que abre una perspectiva poco explorada en su país al invertir las constantes dal género con una considerable carga crítica, pero que falla en su intento de lograr un estándar que no alcanza la potencia ni personalidad de otros cineastas.
