Ilusión

Revista Magnolia nunca ha estado en el Festival de Cannes. Nos encantaría, pero por ahora no es posible. También nos dejaríamos caer por Sundance, Venecia o Berlín, por qué no. Estar en San Sebastián ya sería un gran regalo. Desgraciadamente no contamos con el respaldo económico suficiente para permitirnos esos lujos, porque serían lujos, viajes de auténtico placer.

Las publicaciones humildes como Magnolia, una flor que surgió como otras muchas al amparo de la red de redes, y sobre todo los que la sacamos adelante (con nuestros bolsillos más de las veces), apreciamos los pequeños detalles que quizás algunos brontosaurios pasan por alto. Brontosaurios remunerados, claro está.

Igual somos algo impresionables, pero un trozo de papel parcialmente plastificado con el nombre de nuestra publicación impreso ya nos hace felices, y eso no quiere decir que seamos fáciles de complacer. Junto a nuestro nombre y el de nuestra revista aparecía el logo de un gato homicida con arma blanca que anunciaba la 23º edición del FANCINE, el Festival de Cine Fantástico de la Universidad de Málaga.

Una semana que nos ha brindado, una vez más, la oportunidad de ver cine fantástico y de ciencia ficción de multitud de nacionalidades, cine aún sin fecha de estreno, películas que de ninguna otra forma podríamos haber llegado a ver. Asistir a toda la sección oficial del Fancine (y también otras secciones paralelas) es una aventura cinematográfica en la que el término medio no suele hacer acto de presencia. Una experiencia que se hace más intensa si el espectador no se informa demasiado sobre lo que va a ver en cada sesión.

En el Palco de la Sala 1 del Álbeniz se apagaban las luces y uno nunca sabía lo que se iba a encontrar, pero la peculiaridad de este festival, el único universitario de toda Europa, era quizás el ánimo, la ingenuidad, o la ilusión, si es que eso existe aún. Esa ilusión que te vuelve más generoso, que no te hace echar mano del teléfono móvil (o incluso del Ipad, brontosaurios con Ipad) a los quince minutos de película, la capacidad de convertir una cinta a todas luces fallida en una comedia con tal de disfrutar del cine, de vivir la experiencia.

El premio gordo se lo llevó The Battery, película hecha con 6000 dólares, pero su director tenía ilusión para exportar. Jeremy Gardner no solo fue a las dos proyecciones de su ópera prima, con coloquio posterior, sino que se quedó la mayor parte de la semana en Málaga rondando por Calle Alcazabilla. Dicen que perdió un vuelo por quedarse a beber cervezas por el centro con otros directores y gente de la organización, pero es más que probable que tampoco le entrasen muchas ganas de ir al aeropuerto.

Quizás en unos años Gardner ya esté dirigiendo su quinta película, una superproducción de estudio con intérpretes de primera fila. Se plantará en la alfombra roja de Cannes, sin esa característica barba entre hipster e indigente, responderá a alguna que otra pregunta y acabará saliendo de fiesta. No sabemos qué será de nosotros, ni si estaremos allí para verlo, pero queremos pensar que en ese momento Jeremy Gardner estará pensando en el Fancine, en Alcazabilla, en la cerveza fría, y en una gran fiesta del cine. Nosotros no la vamos a olvidar.

PALMARÉS 23º EDICIÓN FANCINE

• Premio Universidad de Málaga a la mejor película: The Battery
• Premio del público: The Battery
• Mención especial del jurado: La pasión de Michelangelo
• Mejor director: Esteban Larraín por La pasión de Michelangelo
• Mejor actor: Sebastián Ayala por La pasión de Michelangelo
• Mejor actriz: Charity Farrell por Forever’s End
• Mejor guión: David Chirchirillo y Trent Haaga por Cheap Thrills
• Mejor fotografía: Hans Bruch Jr. por La cinquième saison
• Mejores efectos especiales: After

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