An American Workplace
El estreno en televisión del documental que seguía las vidas de los trabajadores de Dunder Mifflin en Scranton redondeaba el final de The Office, que por su origen mockumental retrataba el día a día en una pequeña oficina de una empresa de papel. Mientras temporada tras temporada la serie alejaba su tono de la británica (del patetismo miserable sin solución de David Brent a la esperanza y la ilusión de Michael Scott hay un cambio absolutamente diferencial), de manera cada vez más acentuada ha acabado dedicándose a explotar el humor más histriónico de sus personajes. Aunque también sus momentos más dramáticos y humanos, no lo olvidemos. Por ello, este regreso a la concepción del documental cerraba una etapa, una identidad, le daba sentido a todo. Podríamos hablar de otras comedias que seguirán continuando este formato, como Parks and Recreation o Family Tree (la sugerente incursión de Christopher Guest -el jefe de todo esto- en televisión), pero no es lo mismo.
Decir adiós a The Office es decir adiós al asesino de Scranton, al amour fou de Kelly y Ryan, a las borracheras de Meredith, a los gatos de Angela, a la inocencia de Kevin, a la granja de Dwight, a los problemas con la justicia de Creed, en definitiva, es decir adiós a tantas cosas que se nos escapan, con las que empatizábamos y hacían de The Office algo más que una serie. El episodio final permitía despedirnos con una sonrisa de todos y cada uno de sus personajes. Además, acompañado de un breve documental suponía una honesta (por decidida) conclusión. Ya dijimos adiós a Michael Scott, en el fondo sabíamos que era su momento, por ello, tampoco vamos a estar más tristes de lo debido. Como Andy comentó mirando a cámara por última vez: “Ojalá supieras que estás en los buenos momentos antes de que se acaben”. Tenemos la sensación de que viendo The Office lo hemos estado y lo hemos sabido al mismo tiempo, qué mejor podemos decir que eso.
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